21 Junio 2016
FUERTE PERSONALIDAD. Fabián Matus resalta el carácter firme que tenía Mercedes Sosa, y destaca que todo el mundo vinculado a la música lo conocía. fotos archivo personal fabian matus
No siempre sonreía Mercedes Sosa. La imagen clásica de sus fotografías, con su mirada iluminada y su cara brillante, tocando el bombo sobre algún escenario, rodeada de amigos o saludando a algún admirador, tiene también el otro lado de la moneda, la de la artista que preguntaba desesperadamente qué era el éxito y lo buscaba con ansiedad, la que se plantaba en modo firme ante sus productores o sus músicos y no dudaba en retarlos, la que enfrentaba a sus fantasmas día a día y necesitaba que alguien le pusiera freno a los desbordes.
Los claroscuros de la más grande cantante que dio la Argentina, ícono de la música latinoamericana, están reflejados en el libro “Mercedes Sosa. La Mami”, que escribió su hijo, Fabián Matus, con la colaboración de Maby Sosa, sobrina de la artista fallecida en 2009. El principal antecedente es la biografía que escribió Rodolfo Braceli en 2003, con testimonios personales de la cantante.
Este nuevo relevamiento está narrado en primera persona por quien no sólo lleva su sangre sino que, además, fue su productor. Está plagado de las historias de abajo de los escenarios; del antes y después de cada función; de las discusiones, peleas y alejamientos entre él y su madre, y de la reconstrucción de los entramados familiares de La Negra, que también lo tienen como protagonista central. Es que este trabajo no es sólo sobre ella, sino que es la historia de ambos, con sus idas y vueltas, con sus buenos y malos momentos.
“Esa siempre fue la idea, el pedido de la editorial Planeta fue que sea yo el que hable y cuente sobre la mamá -le dice Matus a LA GACETA, en una entrevista telefónica-. Mis dos hijos tienen 39 y 30 años y ellos me hicieron entender que debía ser un libro de la familia, y yo tomé la decisión de extenderlo a los músicos y a los técnicos, que son una familia agrandada durante las giras y con quienes se desarrolla una enorme intimidad”.
Para el autor, La Negra es simplemente “la Mamá”. Así la nombra siempre en su libro y durante la nota con el diario, que discurre entre el pasado y el futuro.
- En la primera parte contás lo difícil y solitarios que fueron los comienzos, con tu mamá ya separada de tu padre y viviendo los dos en una pensión.
- Fue dura la soledad porque no tuve un hermano o una hermana, pero hablo de algo que viven muchísimas personas cuando sus padres salen a trabajar y ellas se deben quedar solas. Te dicen “tratá de portarte lo mejor posible y no hacer cagadas porque vuelvo en varias horas”. Mi idea fue hacer entender que no siempre ella fue la famosa y gran intérprete, sino que hubo un momento en que se contaban las monedas. Haber superado todo eso te permite comprender la magnitud de esa persona, y te forja en tu propia vida.
- ¿Quedó algún reclamo pendiente?
- Yo fui muy mimado y protegido, a diferencia de la vida que ella vivió. Nunca voy a poder ser ni cerca de lo que fue ella, porque tuvo que superar cosas que yo nunca debí hacer. No soy tan sólido y fuerte como fue la Mamá, porque todo padre pretende lo mejor para sus hijos, y eso fue muchísimo más de lo que ella recibió. A lo largo de la vida hay situaciones que van debilitando tu materia prima.
- ¿Fue un desafío hablar de tu propia relación con ella?
- Están buenos estos ejercicios, ya lo habíamos hecho en el documental “La voz de Latinoamérica”, que también ayudó a conocer una gran cantidad de situaciones poco difundidas, porque hay baches en los relatos que no se terminan de cerrar. De hecho, algunas cosas aún me quedan abiertas y siempre me va a faltar algo. En la película le dimos todo el material al realizador, Rodrigo Vila, y respondimos todas sus consultas, pero tenía total libertad para elaborar el relato y él decidió qué contar y qué no, sólo corregimos cuestiones puntuales de cronología y algunos datos. Acá asumimos la responsabilidad en pleno.
- Un hilo conductor del libro es el fuerte carácter que tenía Mercedes...
- Todos nos pusimos de acuerdo en hablar de su carácter, en el mundo de la música se conocía que era así y no había por qué ocultarlo. ¿Cómo hubiera hecho para subirse a un escenario y poner el cuerpo en todo lo que hizo sin ese carácter, poniendo en juego hasta su salud, si no hubiese sido fuerte? Ella lo expresaba en su pensamiento, sostenía su postura hasta que alguien lograba convencerla; no se cerraba y cambiaba cuando le encontraba la razón a lo que le decían, pero hasta tanto no se movía. Después, cuando te sonreía, eran los momentos en que te dabas cuenta de que aprendías un montón al lado de alguien que no te daba un milímetro de concesión, que era increíble. Esta idea la traslado a los artistas con quienes trabajó. También lo fue al negociar con las discográficas, desde la experiencia de sentirse un artista independiente. Cuando te acercás a una compañía, si no tenés una personalidad definida, te la arman y quizás no es la que vos querés. Cuando nadie conocía a Violeta Parra o Atahualpa Yupanqui no era lo que es hoy, se impuso para grabar sus temas. Estaba siempre un paso adelante, y eso implicaba que debía batallar con un montón de situaciones y de presiones en soledad.
- Nuevamente aparece la soledad como signo...
- Es que aunque estés rodeado de gente, aunque te acompañe tu familia, en esos momentos decisivos estás solo. Este libro me ayudó a comprender mejor algunas cosas, como la relación de la Mamá con sus hermanos Fernando (Cacho para todos) y Orlando Chichí, pero ella tenía un amor increíble por Clara Rosa, la Chocha, que fue quien la acompañó al concurso de LV12 (lo ganó bajo el nombre de Gladys Osorio) y era quien cuidaba a todos porque era la mayor. Ellos no hablan de la Chocha salvo que les preguntes, ni siquiera se conoce una foto suya; lograron consolidar un grupo muy sólido donde difícilmente entra alguien. Decidieron adueñarse de ella y no compartirla. Quizás fue una actitud que tuvieron que tomar respecto a mis abuelos para no hablar de la hermana muerta.
- En el libro aparece un fuerte agradecimiento tuyo a Pocho Mazzitelli, la segunda pareja de tu mamá luego de tu padre (Oscar Matus).
- Lo reconozco porque fue casi un ángel para mí. La sociedad está llena de padres postizos, y a mí me tocó el mejor. Su presencia permitió cambiar la realidad de la Mamá y la relación que ella tenía conmigo. Todo el mundo lo adoraba y lo recuerda con afecto: era divino, dulce, refinado, político, gremialista, músico. Tenía todas las características de alguien con los pies sobre la tierra. No fumaba ni tomaba y eso era muy importante para Mamá, quien necesitaba tener un hombre sano al lado que le dijese “dejá de fumar y de tomar, basta de la noche y a dormir”. Yo nunca sentí una diferencia entre el trato con su propio hijo. Éramos una familia ensamblada en una época en la que no existían, creo que era el único en el curso con padres separados.
- ¿Cómo se la recuerda a Mercedes hoy, a casi siete años de su muerte?
- De un modo muy distinto por los diferentes sectores de la sociedad. Están los artistas y los autores jóvenes que revalorizan muchísimo su repertorio, y los intérpretes destacan la forma en que cantaba y qué buscaba en su estilo. Los chicos la traen al presente todo el tiempo. En esta tarea ayuda muchísimo la presencia de Liliana Herrero, de quien la Mamá dijo que era su heredera y no se equivocó, porque el tiempo le está dando la razón. En cambio, los amigos de la Mamá de su época, los de su camada, están en grandes bretes porque la recuerdan como la amiga que no está. Los grandes hablan de ella en pasado y en ausente todo el tiempo, excepto Teresa Parodi que fue de los últimos que se incorporaron al grupo. Y los medios van teniéndola más presente cada año que pasa. El primer año luego de su muerte fue una lágrima, no la programó nadie pese a que sacamos un disco con temas en vivo y algunas canciones inéditas, pero con el tiempo empezaron a sentir la ausencia. Con “Lucerito”, el CD que se sacó el año pasado, fue inmensa la promoción y sonó en todos lados; no fue nominado a los premios Gardel por esas cosas que tiene la industria y estuvo en todos lados. Y este libro también tiene una gran repercusión, que no tuvo ninguna otra publicación de ella, aunque todavía no nos reunimos con la editorial para ver dónde vamos a hacer las presentaciones: supongo que será en Tucumán, Mendoza, Córdoba, en la fundación que tenemos con su nombre en Buenos Aires y en Rosario, porque ella le tenía mucho cariño a esa ciudad porque de allí era Chacho Müller, uno de los autores que ella más grabó, y es su querido Jorge Fandermole.
- Cerremos con el futuro. ¿Qué significa tu nieta Lara para vos y qué fue para Mercedes?
- Antes que nada, su bisnieta fue la última gran felicidad de la Mamá desde lo personal. Pudo conocerla, divertirse, que ella se le suba, le haga mimos y le baile. Lara es una compradora que aprovechaba todo el tiempo para hacerle un repertorio de monerías y la Mamá disfrutó muchísimo el poquito tiempo que tuvieron juntas. Para nosotros es la continuidad del apellido. Lara nació y vive en Brasil, pero escucha mucho el repertorio de Mercedes y canta mucho en los actos escolares en español y muy bien, porque aprendió viendo a Violeta Parra por Internet. Así es como se juntan las órbitas de los planetas, en algún momento siempre se cruzan. Ella es nuestra vida, nuestro futuro.
- ¿Te gustaría que Lara fuese cantante?
- Claro, porque es una profesión muy noble, de una responsabilidad muy grande y mucho más aún si encima lográs trascender y despegarte un poco del grupo. Qué mejor que hacer el bien cantando.
Los claroscuros de la más grande cantante que dio la Argentina, ícono de la música latinoamericana, están reflejados en el libro “Mercedes Sosa. La Mami”, que escribió su hijo, Fabián Matus, con la colaboración de Maby Sosa, sobrina de la artista fallecida en 2009. El principal antecedente es la biografía que escribió Rodolfo Braceli en 2003, con testimonios personales de la cantante.
Este nuevo relevamiento está narrado en primera persona por quien no sólo lleva su sangre sino que, además, fue su productor. Está plagado de las historias de abajo de los escenarios; del antes y después de cada función; de las discusiones, peleas y alejamientos entre él y su madre, y de la reconstrucción de los entramados familiares de La Negra, que también lo tienen como protagonista central. Es que este trabajo no es sólo sobre ella, sino que es la historia de ambos, con sus idas y vueltas, con sus buenos y malos momentos.
“Esa siempre fue la idea, el pedido de la editorial Planeta fue que sea yo el que hable y cuente sobre la mamá -le dice Matus a LA GACETA, en una entrevista telefónica-. Mis dos hijos tienen 39 y 30 años y ellos me hicieron entender que debía ser un libro de la familia, y yo tomé la decisión de extenderlo a los músicos y a los técnicos, que son una familia agrandada durante las giras y con quienes se desarrolla una enorme intimidad”.
Para el autor, La Negra es simplemente “la Mamá”. Así la nombra siempre en su libro y durante la nota con el diario, que discurre entre el pasado y el futuro.
- En la primera parte contás lo difícil y solitarios que fueron los comienzos, con tu mamá ya separada de tu padre y viviendo los dos en una pensión.
- Fue dura la soledad porque no tuve un hermano o una hermana, pero hablo de algo que viven muchísimas personas cuando sus padres salen a trabajar y ellas se deben quedar solas. Te dicen “tratá de portarte lo mejor posible y no hacer cagadas porque vuelvo en varias horas”. Mi idea fue hacer entender que no siempre ella fue la famosa y gran intérprete, sino que hubo un momento en que se contaban las monedas. Haber superado todo eso te permite comprender la magnitud de esa persona, y te forja en tu propia vida.
- ¿Quedó algún reclamo pendiente?
- Yo fui muy mimado y protegido, a diferencia de la vida que ella vivió. Nunca voy a poder ser ni cerca de lo que fue ella, porque tuvo que superar cosas que yo nunca debí hacer. No soy tan sólido y fuerte como fue la Mamá, porque todo padre pretende lo mejor para sus hijos, y eso fue muchísimo más de lo que ella recibió. A lo largo de la vida hay situaciones que van debilitando tu materia prima.
- ¿Fue un desafío hablar de tu propia relación con ella?
- Están buenos estos ejercicios, ya lo habíamos hecho en el documental “La voz de Latinoamérica”, que también ayudó a conocer una gran cantidad de situaciones poco difundidas, porque hay baches en los relatos que no se terminan de cerrar. De hecho, algunas cosas aún me quedan abiertas y siempre me va a faltar algo. En la película le dimos todo el material al realizador, Rodrigo Vila, y respondimos todas sus consultas, pero tenía total libertad para elaborar el relato y él decidió qué contar y qué no, sólo corregimos cuestiones puntuales de cronología y algunos datos. Acá asumimos la responsabilidad en pleno.
- Un hilo conductor del libro es el fuerte carácter que tenía Mercedes...
- Todos nos pusimos de acuerdo en hablar de su carácter, en el mundo de la música se conocía que era así y no había por qué ocultarlo. ¿Cómo hubiera hecho para subirse a un escenario y poner el cuerpo en todo lo que hizo sin ese carácter, poniendo en juego hasta su salud, si no hubiese sido fuerte? Ella lo expresaba en su pensamiento, sostenía su postura hasta que alguien lograba convencerla; no se cerraba y cambiaba cuando le encontraba la razón a lo que le decían, pero hasta tanto no se movía. Después, cuando te sonreía, eran los momentos en que te dabas cuenta de que aprendías un montón al lado de alguien que no te daba un milímetro de concesión, que era increíble. Esta idea la traslado a los artistas con quienes trabajó. También lo fue al negociar con las discográficas, desde la experiencia de sentirse un artista independiente. Cuando te acercás a una compañía, si no tenés una personalidad definida, te la arman y quizás no es la que vos querés. Cuando nadie conocía a Violeta Parra o Atahualpa Yupanqui no era lo que es hoy, se impuso para grabar sus temas. Estaba siempre un paso adelante, y eso implicaba que debía batallar con un montón de situaciones y de presiones en soledad.
- Nuevamente aparece la soledad como signo...
- Es que aunque estés rodeado de gente, aunque te acompañe tu familia, en esos momentos decisivos estás solo. Este libro me ayudó a comprender mejor algunas cosas, como la relación de la Mamá con sus hermanos Fernando (Cacho para todos) y Orlando Chichí, pero ella tenía un amor increíble por Clara Rosa, la Chocha, que fue quien la acompañó al concurso de LV12 (lo ganó bajo el nombre de Gladys Osorio) y era quien cuidaba a todos porque era la mayor. Ellos no hablan de la Chocha salvo que les preguntes, ni siquiera se conoce una foto suya; lograron consolidar un grupo muy sólido donde difícilmente entra alguien. Decidieron adueñarse de ella y no compartirla. Quizás fue una actitud que tuvieron que tomar respecto a mis abuelos para no hablar de la hermana muerta.
- En el libro aparece un fuerte agradecimiento tuyo a Pocho Mazzitelli, la segunda pareja de tu mamá luego de tu padre (Oscar Matus).
- Lo reconozco porque fue casi un ángel para mí. La sociedad está llena de padres postizos, y a mí me tocó el mejor. Su presencia permitió cambiar la realidad de la Mamá y la relación que ella tenía conmigo. Todo el mundo lo adoraba y lo recuerda con afecto: era divino, dulce, refinado, político, gremialista, músico. Tenía todas las características de alguien con los pies sobre la tierra. No fumaba ni tomaba y eso era muy importante para Mamá, quien necesitaba tener un hombre sano al lado que le dijese “dejá de fumar y de tomar, basta de la noche y a dormir”. Yo nunca sentí una diferencia entre el trato con su propio hijo. Éramos una familia ensamblada en una época en la que no existían, creo que era el único en el curso con padres separados.
- ¿Cómo se la recuerda a Mercedes hoy, a casi siete años de su muerte?
- De un modo muy distinto por los diferentes sectores de la sociedad. Están los artistas y los autores jóvenes que revalorizan muchísimo su repertorio, y los intérpretes destacan la forma en que cantaba y qué buscaba en su estilo. Los chicos la traen al presente todo el tiempo. En esta tarea ayuda muchísimo la presencia de Liliana Herrero, de quien la Mamá dijo que era su heredera y no se equivocó, porque el tiempo le está dando la razón. En cambio, los amigos de la Mamá de su época, los de su camada, están en grandes bretes porque la recuerdan como la amiga que no está. Los grandes hablan de ella en pasado y en ausente todo el tiempo, excepto Teresa Parodi que fue de los últimos que se incorporaron al grupo. Y los medios van teniéndola más presente cada año que pasa. El primer año luego de su muerte fue una lágrima, no la programó nadie pese a que sacamos un disco con temas en vivo y algunas canciones inéditas, pero con el tiempo empezaron a sentir la ausencia. Con “Lucerito”, el CD que se sacó el año pasado, fue inmensa la promoción y sonó en todos lados; no fue nominado a los premios Gardel por esas cosas que tiene la industria y estuvo en todos lados. Y este libro también tiene una gran repercusión, que no tuvo ninguna otra publicación de ella, aunque todavía no nos reunimos con la editorial para ver dónde vamos a hacer las presentaciones: supongo que será en Tucumán, Mendoza, Córdoba, en la fundación que tenemos con su nombre en Buenos Aires y en Rosario, porque ella le tenía mucho cariño a esa ciudad porque de allí era Chacho Müller, uno de los autores que ella más grabó, y es su querido Jorge Fandermole.
- Cerremos con el futuro. ¿Qué significa tu nieta Lara para vos y qué fue para Mercedes?
- Antes que nada, su bisnieta fue la última gran felicidad de la Mamá desde lo personal. Pudo conocerla, divertirse, que ella se le suba, le haga mimos y le baile. Lara es una compradora que aprovechaba todo el tiempo para hacerle un repertorio de monerías y la Mamá disfrutó muchísimo el poquito tiempo que tuvieron juntas. Para nosotros es la continuidad del apellido. Lara nació y vive en Brasil, pero escucha mucho el repertorio de Mercedes y canta mucho en los actos escolares en español y muy bien, porque aprendió viendo a Violeta Parra por Internet. Así es como se juntan las órbitas de los planetas, en algún momento siempre se cruzan. Ella es nuestra vida, nuestro futuro.
- ¿Te gustaría que Lara fuese cantante?
- Claro, porque es una profesión muy noble, de una responsabilidad muy grande y mucho más aún si encima lográs trascender y despegarte un poco del grupo. Qué mejor que hacer el bien cantando.
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