Por Federico Türpe
18 Junio 2016
“Le pido disculpas al pueblo argentino. Siento mucha vergüenza. Me voy a poner a disposición de la Justicia para que investigue todo lo que tenga que investigar y voy a asumir toda la responsabilidad del caso, como jefa de un hombre que está hace 25 años trabajando conmigo”.
Esta es la declaración que los argentinos jamás van a escuchar de Cristina Fernández de Kirchner.
Por el contrario, la ex presidenta, como es costumbre, no asumió ninguna responsabilidad por el escándalo de película que protagonizó el ex secretario de Obras Públicas José López intentando esconder nueve millones de dólares.
Tardó cuatro días en aparecer la jefa del movimiento, con un posteo en Facebook, distinto a cuando reacciona velozmente para defenestrar y descalificar al gobierno actual, o a todo el que se le opone o la cuestiona, con cizaña, con ironías de baja estofa y con real malicia.
Cristina tampoco habló de su íntima relación con López, de cómo fueron sus 12 años controlando la multimillonaria obra pública nacional ni de los 13 años en que manejó la obra vial y pública en Santa Cruz, ni apuntó a los millones en cuatro monedas extranjeras que intentaba ocultar. Sólo se refirió a “hechos grotescos y escandalosos”. Como es habitual, Cristina giró sólo sobre sí misma y culpó al sector privado por este mega escándalo de corrupción. “El dinero que tenía en su poder, alguien se lo dio. Y no fui yo”, escribió en la red social.
Luego dijo: “Que nadie se haga el distraído. Ni empresarios, ni jueces, ni periodistas, ni dirigentes. Cuando alguien recibe dinero en la función pública es porque otro se lo dio desde la parte privada. Esa es una de las matrices estructurales de la corrupción a lo largo y a lo ancho de nuestra historia y de la universal”.
Es decir, la corrupción es endémica y estructural y forma parte de toda nuestra historia; ergo, no se puede corregir, ni combatir, ni denunciar. Y además los funcionarios son pobres víctimas del perverso sector privado, como si en demasiados casos no fueran lo mismo. Empresas que pertenecen a funcionarios o a sus testaferros o a empresarios que financian las campañas. La frontera es muy delgada.
Está claro que la primera en hacerse la distraída es ella, con un escrito generalista donde otra vez se victimiza, donde queda la sensación de que lo que pasó con López es más culpa de las empresas que del gobierno, donde diluye el escándalo a un problema estructural, donde no precisa nada, ni informa nada. Ella no sabe nada, no tiene datos para aportar, todo ocurre silenciosamente a su alrededor porque “así son las cosas” que hacen los hombres malos, principalmente los privados.
Privados en los que seguramente no se incluye ella ni a sus empresas, ni a sus socios hoy presos que hicieron negocios millonarios con el Estado, como Lázaro Báez. Ni los trenes de Ricardo Jaime, ni la Ciccone de Amado Boudou, ni los Sueños Compartidos de las Madres, ni los millones desviados de las viviendas de la Tupac Amaru de Milagros Sala, ni la Skanska de De Vido, o el Fútbol para Todos, el tren bala, Antonini Wilson, los casinos de Cristóbal, Hotesur, entre otra decena de causas que se apilan en los tribunales de todo el país.
2.160 denuncias
Según la Cámara Federal de la Ciudad de Buenos Aires, entre 2003 y 2015, el kirchnerismo recibió 2.160 denuncias, sólo en ese distrito, por posibles hechos de corrupción. Cristina Kirchner, 419; Néstor Kirchner, 193; el ex ministro de Planificación Federal Julio de Vido, 117; y el ex jefe de Gabinete Aníbal Fernández, 108.
Es evidente que la ex presidenta hizo esta aparición tardía después de escuchar y de leer en los medios y en las redes sociales a miles de sus seguidores que le pidieron, le exigieron y hasta le imploraron que salga a dar una explicación, a poner la cara de una vez por todas.
“Hoy para mí fue el límite, fue el hartazgo total. Hasta acá aguantamos. Uno que pone el pecho, como yo hay miles o millones de militantes que lo hacemos desde la honestidad, desde la convicción y desinteresadamente, y hoy viendo la cantidad: Shoklender primero, después cae Jaime, después Lázaro, López, De Vido... ¡Basta!”, escribió en su Facebook Diego Brancatelli, uno de los comunicadores emblemas del kirchnerismo.
Coco Sily, conductor y actor identificado públicamente con el anterior gobierno, escribió: “Yo creo compañeros que es un gran momento para que quienes fueron nuestros conductores paren de bailar en los balcones y salgan a explicar las cosas, una por una, pero no me expliques que ellos también son malos, eso ya lo sé, por eso no los voté, no tiremos la pelota afuera, hablemos de nuestros bolsos llenos de guita de la gente, de nuestros traidores, de nuestros chorros, y si querés un poquito de nuestros payasos chiquititos, de nuestros propios enanos de circo. Creo que la gente de a pie, la que se jugó por este proyecto, merece que alguien (unos cuantos) pongan la caripela”.
“Cristina tiene que salir a hablar públicamente” (por el caso López), solicitó Ricardo Forster, uno de los intelectuales más férreos defensores del modelo y ex funcionario del kirchnerismo.
El actor Pablo Echarri dijo sentirse avergonzado, desilusionado y embarrado. “Este es un hecho bisagra”, agregó. En la misma sintonía de Echarri se expresó el ex “Midachi” Dady Brieva, con vergüenza y desilusión; y el ex conductor de 678, Carlos Barragán, también escribió una extensa carta: “Yo sé que alguno me va a mirar dentro de un rato mientras hago la cola del banco. Me va a mirar por vos, José, por las bolsas llenas de dólares que revoleabas ayer. Y me va a mirar a mí como si yo fuera un chorro. La puta que te parió, José”, disparó el periodista.
El actor “K” Gerardo Romano fue el único (de los famosos) que habló de la ex presidenta. “La única manera de que Cristina no tenga relación es que no esté enterada. Y la falta de conocimiento claro, concreto, la pondría a ella en una situación complicada”.
Sin ninguna autocrítica, Hebe de Bonafini opinó que López es un infiltrado en el kirchnerismo. De ser cierto, la CIA debería contratar a López, porque logró infiltrarse y administrar millones durante 25 años.
¿Funcionarios condenados?
En el final de su carta, la ex presidenta afirma: “La política, no el kirchnerismo. La democracia, no el peronismo, necesitan que esta vez, todo no se termine solo en la condena de un funcionario”. Apunta de nuevo al sector privado, con razón, porque poco y nada se investiga en la Argentina a los empresarios por hechos de corrupción, aunque una vez más vez ella se despega y no tiene nada que ver. Y vuelve a equivocarse cuando dice que “que esta vez todo no termine en la condena a un funcionario”, ya que si hay algo que es un bien escaso en este país son funcionarios condenados por corrupción.
Al ser consultado sobre el caso López, el ex gobernador José Alperovich apuntó directamente a Cristina. Dejó en claro que López es un hombre que proviene del riñón K y que la ex presidenta se lo impuso en la lista de candidatos.
Alperovich no es Brancatelli ni Barragán, no es un militante ilusionado con el modelo, ni siquiera es kirchnerista, ni peronista, y en privado siempre despotricó contra Cristina. Alperovich es un empresario liberal, pragmático, que tiene estómago para tragarse todos los sapos que sean necesarios en beneficio de su espacio político y de sus negocios. Fue un socio político y económico del kirchnerismo que disfrutó de las mieles de la caja nacional, para construir poder a billeterazos y para favorecer a sus empresas y a las de su entorno familiar y comercial.
Por eso Alperovich no está compungido ni atormentado como el militante promedio, que sufre de insomnio pensando si Cristina sabía o no sabía, si Cristina es o no cómplice. No es Brancatelli que está triste. Para Alperovich López es Cristina y punto. Palo y a la bolsa. Doce años hicieron negocios juntos y los conoce bien. Tanto que durante meses caminó la provincia levantándole la mano y abrazando a López en cada acto, aunque ahora sufra de amnesia.
Sabe más que Barragán, que Echarri, que Gerardo Romano, y que todos los intelectuales enamorados del proyecto, que provienen del relato, de la utopía revolucionaria, del kirchnerismo declamativo. Alperovich firmaba los cheques del kirchnerismo fáctico mientras Echarri recitaba poemas “populares”.
Las causas de Alperovich
El ex gobernador salió rápido a desprenderse de López y Cristina porque él también carga con su propio sambenito.
Tiene denuncias por sobreprecios en Lomas de Tafí, en obras de la Dirección de Arquitectura y Urbanismo, en el edificio nuevo de la Legislatura y en el plan Más Cerca, entre otras menos conocidas. También deberá dar cuenta, cuando no lo protejan los fueros senatoriales, por el tren a Concepción que se pagó y no se hizo, por los 12 puentes que se cayeron y por las valijas con dinero no declarado que enviaba el gobierno a la Legislatura, entre otras causas en poder de la oposición provincial y del gobierno nacional.
Mientras Alperovich apunta a la Rosada, Cristina se lava las manos y López se hace pasar por loco, el arzobispo de Tucumán, Alfredo Zecca, no se guardó nada en la apertura del Congreso Eucarístico y disparó: “la corrupción, el narcotráfico, la trata de personas; en suma, la degradación moral en la que algunos han caído, exigen urgentes medidas. Y sobre todo, la acción de unos jueces que estén a la altura de las circunstancias”.
Esta es la declaración que los argentinos jamás van a escuchar de Cristina Fernández de Kirchner.
Por el contrario, la ex presidenta, como es costumbre, no asumió ninguna responsabilidad por el escándalo de película que protagonizó el ex secretario de Obras Públicas José López intentando esconder nueve millones de dólares.
Tardó cuatro días en aparecer la jefa del movimiento, con un posteo en Facebook, distinto a cuando reacciona velozmente para defenestrar y descalificar al gobierno actual, o a todo el que se le opone o la cuestiona, con cizaña, con ironías de baja estofa y con real malicia.
Cristina tampoco habló de su íntima relación con López, de cómo fueron sus 12 años controlando la multimillonaria obra pública nacional ni de los 13 años en que manejó la obra vial y pública en Santa Cruz, ni apuntó a los millones en cuatro monedas extranjeras que intentaba ocultar. Sólo se refirió a “hechos grotescos y escandalosos”. Como es habitual, Cristina giró sólo sobre sí misma y culpó al sector privado por este mega escándalo de corrupción. “El dinero que tenía en su poder, alguien se lo dio. Y no fui yo”, escribió en la red social.
Luego dijo: “Que nadie se haga el distraído. Ni empresarios, ni jueces, ni periodistas, ni dirigentes. Cuando alguien recibe dinero en la función pública es porque otro se lo dio desde la parte privada. Esa es una de las matrices estructurales de la corrupción a lo largo y a lo ancho de nuestra historia y de la universal”.
Es decir, la corrupción es endémica y estructural y forma parte de toda nuestra historia; ergo, no se puede corregir, ni combatir, ni denunciar. Y además los funcionarios son pobres víctimas del perverso sector privado, como si en demasiados casos no fueran lo mismo. Empresas que pertenecen a funcionarios o a sus testaferros o a empresarios que financian las campañas. La frontera es muy delgada.
Está claro que la primera en hacerse la distraída es ella, con un escrito generalista donde otra vez se victimiza, donde queda la sensación de que lo que pasó con López es más culpa de las empresas que del gobierno, donde diluye el escándalo a un problema estructural, donde no precisa nada, ni informa nada. Ella no sabe nada, no tiene datos para aportar, todo ocurre silenciosamente a su alrededor porque “así son las cosas” que hacen los hombres malos, principalmente los privados.
Privados en los que seguramente no se incluye ella ni a sus empresas, ni a sus socios hoy presos que hicieron negocios millonarios con el Estado, como Lázaro Báez. Ni los trenes de Ricardo Jaime, ni la Ciccone de Amado Boudou, ni los Sueños Compartidos de las Madres, ni los millones desviados de las viviendas de la Tupac Amaru de Milagros Sala, ni la Skanska de De Vido, o el Fútbol para Todos, el tren bala, Antonini Wilson, los casinos de Cristóbal, Hotesur, entre otra decena de causas que se apilan en los tribunales de todo el país.
2.160 denuncias
Según la Cámara Federal de la Ciudad de Buenos Aires, entre 2003 y 2015, el kirchnerismo recibió 2.160 denuncias, sólo en ese distrito, por posibles hechos de corrupción. Cristina Kirchner, 419; Néstor Kirchner, 193; el ex ministro de Planificación Federal Julio de Vido, 117; y el ex jefe de Gabinete Aníbal Fernández, 108.
Es evidente que la ex presidenta hizo esta aparición tardía después de escuchar y de leer en los medios y en las redes sociales a miles de sus seguidores que le pidieron, le exigieron y hasta le imploraron que salga a dar una explicación, a poner la cara de una vez por todas.
“Hoy para mí fue el límite, fue el hartazgo total. Hasta acá aguantamos. Uno que pone el pecho, como yo hay miles o millones de militantes que lo hacemos desde la honestidad, desde la convicción y desinteresadamente, y hoy viendo la cantidad: Shoklender primero, después cae Jaime, después Lázaro, López, De Vido... ¡Basta!”, escribió en su Facebook Diego Brancatelli, uno de los comunicadores emblemas del kirchnerismo.
Coco Sily, conductor y actor identificado públicamente con el anterior gobierno, escribió: “Yo creo compañeros que es un gran momento para que quienes fueron nuestros conductores paren de bailar en los balcones y salgan a explicar las cosas, una por una, pero no me expliques que ellos también son malos, eso ya lo sé, por eso no los voté, no tiremos la pelota afuera, hablemos de nuestros bolsos llenos de guita de la gente, de nuestros traidores, de nuestros chorros, y si querés un poquito de nuestros payasos chiquititos, de nuestros propios enanos de circo. Creo que la gente de a pie, la que se jugó por este proyecto, merece que alguien (unos cuantos) pongan la caripela”.
“Cristina tiene que salir a hablar públicamente” (por el caso López), solicitó Ricardo Forster, uno de los intelectuales más férreos defensores del modelo y ex funcionario del kirchnerismo.
El actor Pablo Echarri dijo sentirse avergonzado, desilusionado y embarrado. “Este es un hecho bisagra”, agregó. En la misma sintonía de Echarri se expresó el ex “Midachi” Dady Brieva, con vergüenza y desilusión; y el ex conductor de 678, Carlos Barragán, también escribió una extensa carta: “Yo sé que alguno me va a mirar dentro de un rato mientras hago la cola del banco. Me va a mirar por vos, José, por las bolsas llenas de dólares que revoleabas ayer. Y me va a mirar a mí como si yo fuera un chorro. La puta que te parió, José”, disparó el periodista.
El actor “K” Gerardo Romano fue el único (de los famosos) que habló de la ex presidenta. “La única manera de que Cristina no tenga relación es que no esté enterada. Y la falta de conocimiento claro, concreto, la pondría a ella en una situación complicada”.
Sin ninguna autocrítica, Hebe de Bonafini opinó que López es un infiltrado en el kirchnerismo. De ser cierto, la CIA debería contratar a López, porque logró infiltrarse y administrar millones durante 25 años.
¿Funcionarios condenados?
En el final de su carta, la ex presidenta afirma: “La política, no el kirchnerismo. La democracia, no el peronismo, necesitan que esta vez, todo no se termine solo en la condena de un funcionario”. Apunta de nuevo al sector privado, con razón, porque poco y nada se investiga en la Argentina a los empresarios por hechos de corrupción, aunque una vez más vez ella se despega y no tiene nada que ver. Y vuelve a equivocarse cuando dice que “que esta vez todo no termine en la condena a un funcionario”, ya que si hay algo que es un bien escaso en este país son funcionarios condenados por corrupción.
Al ser consultado sobre el caso López, el ex gobernador José Alperovich apuntó directamente a Cristina. Dejó en claro que López es un hombre que proviene del riñón K y que la ex presidenta se lo impuso en la lista de candidatos.
Alperovich no es Brancatelli ni Barragán, no es un militante ilusionado con el modelo, ni siquiera es kirchnerista, ni peronista, y en privado siempre despotricó contra Cristina. Alperovich es un empresario liberal, pragmático, que tiene estómago para tragarse todos los sapos que sean necesarios en beneficio de su espacio político y de sus negocios. Fue un socio político y económico del kirchnerismo que disfrutó de las mieles de la caja nacional, para construir poder a billeterazos y para favorecer a sus empresas y a las de su entorno familiar y comercial.
Por eso Alperovich no está compungido ni atormentado como el militante promedio, que sufre de insomnio pensando si Cristina sabía o no sabía, si Cristina es o no cómplice. No es Brancatelli que está triste. Para Alperovich López es Cristina y punto. Palo y a la bolsa. Doce años hicieron negocios juntos y los conoce bien. Tanto que durante meses caminó la provincia levantándole la mano y abrazando a López en cada acto, aunque ahora sufra de amnesia.
Sabe más que Barragán, que Echarri, que Gerardo Romano, y que todos los intelectuales enamorados del proyecto, que provienen del relato, de la utopía revolucionaria, del kirchnerismo declamativo. Alperovich firmaba los cheques del kirchnerismo fáctico mientras Echarri recitaba poemas “populares”.
Las causas de Alperovich
El ex gobernador salió rápido a desprenderse de López y Cristina porque él también carga con su propio sambenito.
Tiene denuncias por sobreprecios en Lomas de Tafí, en obras de la Dirección de Arquitectura y Urbanismo, en el edificio nuevo de la Legislatura y en el plan Más Cerca, entre otras menos conocidas. También deberá dar cuenta, cuando no lo protejan los fueros senatoriales, por el tren a Concepción que se pagó y no se hizo, por los 12 puentes que se cayeron y por las valijas con dinero no declarado que enviaba el gobierno a la Legislatura, entre otras causas en poder de la oposición provincial y del gobierno nacional.
Mientras Alperovich apunta a la Rosada, Cristina se lava las manos y López se hace pasar por loco, el arzobispo de Tucumán, Alfredo Zecca, no se guardó nada en la apertura del Congreso Eucarístico y disparó: “la corrupción, el narcotráfico, la trata de personas; en suma, la degradación moral en la que algunos han caído, exigen urgentes medidas. Y sobre todo, la acción de unos jueces que estén a la altura de las circunstancias”.
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