18 Junio 2016
La muerte del escritor ruso Máximo Gorki fue una de las principales noticias de tapa de la edición del 19 de junio de 1936, ilustrada con un gran dibujo de Ricardo Saravia. Nuestra edición decía: “la obra de Gorki es genial. Cantó a la estepa, esa misma estepa de Gogol y de todos los rusos, y lo hizo con fervor panteísta e inspirado acento poético. El mar le sugirió bellas imágenes y los mejores simbolismos. Y con las canciones del Volga, con los eco rudos de las selvas y las montañas, con las músicas tristes del pueblo animó el vasto lienzo que sirve de fondo a la tragedia de sus personajes”.
El escritor nació el 28 de marzo de 1868 en Nizhny Novgorod (nombre que fue cambiado por el de Gorki entre 1932 y 1990) bajo el nombre de Aleksei Maksimovich Peshkov y murió en Moscú. Quedó huérfano de niño y tuvo que volver al tempestuoso hogar de los abuelos paternos. Tuvo una vida dura. Trabajó en diversas actividades como ayudante de pintor, de panadero, camarero de barco, ferroviario y vendedor de bebidas. Luego pasó por un estudio de abogados donde se despertó su interés por la escritura. Su dura juventud aumentó su vocación política. Desde el comienzo adhirió a los principios revolucionarios y trabajó por ellos y por la cultura revolucionaria en varios países de Europa. Su respaldo a la revolución lo llevó a la cárcel por las fuerzas del Zar “donde concibió ‘Los hijos del sol’ y ‘la madre’, esta última su obra más genial y en la que resume las agitaciones e inquietudes que precedieron a la Revolución del 17”.
Vida vagabunda
Su vida vagabunda en la juventud es destacada por nuestro cronista al señalar: “El vagabundo de Gorki no repele. Tampoco repugna. El milagro consiste en que Gorki, sin sacrificar para nada su realismo, buscó hasta encontrar en el fondo de sus personajes, aún de los más malos y perversos, la partícula de ternura y de bondad capaz de redimirlos de su despreciable condición”.
El recuerdo del diario expresaba: “para Gorki, el hombre es bueno. Lo que lo hace malo no es sino su falta de libertad. Tenía el culto del ser humano e hizo de él su ideario filosófico y su programa de acción y era ante todo un revolucionario y su odio implacable a las injusticias no reconocía límites”.
Para su cumpleaños número 60 la Academia de Ciencias soviética organizó una exposición con la correspondencia sobre su elección como miembro. Editaron su obra completa en 20 tomos y más de 100.000 ejemplares.
“No le pidan a Gorki refinamientos de forma ni elegancias estilísticas Eso sí: búsquese el contenido humano y emocional y este surgirá potente del desaliño y de la agreste maraña. En ninguno de sus trabajos se encontrarán esos recursos retóricos de que echan mano los novelistas para aumentar el interés en la trama”, destacaba el autor escritor de la crónica de aquel 1936.
El escritor nació el 28 de marzo de 1868 en Nizhny Novgorod (nombre que fue cambiado por el de Gorki entre 1932 y 1990) bajo el nombre de Aleksei Maksimovich Peshkov y murió en Moscú. Quedó huérfano de niño y tuvo que volver al tempestuoso hogar de los abuelos paternos. Tuvo una vida dura. Trabajó en diversas actividades como ayudante de pintor, de panadero, camarero de barco, ferroviario y vendedor de bebidas. Luego pasó por un estudio de abogados donde se despertó su interés por la escritura. Su dura juventud aumentó su vocación política. Desde el comienzo adhirió a los principios revolucionarios y trabajó por ellos y por la cultura revolucionaria en varios países de Europa. Su respaldo a la revolución lo llevó a la cárcel por las fuerzas del Zar “donde concibió ‘Los hijos del sol’ y ‘la madre’, esta última su obra más genial y en la que resume las agitaciones e inquietudes que precedieron a la Revolución del 17”.
Vida vagabunda
Su vida vagabunda en la juventud es destacada por nuestro cronista al señalar: “El vagabundo de Gorki no repele. Tampoco repugna. El milagro consiste en que Gorki, sin sacrificar para nada su realismo, buscó hasta encontrar en el fondo de sus personajes, aún de los más malos y perversos, la partícula de ternura y de bondad capaz de redimirlos de su despreciable condición”.
El recuerdo del diario expresaba: “para Gorki, el hombre es bueno. Lo que lo hace malo no es sino su falta de libertad. Tenía el culto del ser humano e hizo de él su ideario filosófico y su programa de acción y era ante todo un revolucionario y su odio implacable a las injusticias no reconocía límites”.
Para su cumpleaños número 60 la Academia de Ciencias soviética organizó una exposición con la correspondencia sobre su elección como miembro. Editaron su obra completa en 20 tomos y más de 100.000 ejemplares.
“No le pidan a Gorki refinamientos de forma ni elegancias estilísticas Eso sí: búsquese el contenido humano y emocional y este surgirá potente del desaliño y de la agreste maraña. En ninguno de sus trabajos se encontrarán esos recursos retóricos de que echan mano los novelistas para aumentar el interés en la trama”, destacaba el autor escritor de la crónica de aquel 1936.