07 Junio 2016
FIGURA. Banega, que supera a Mena con el balón dominado, creció con el correr de los minutos. Asistió a Di María en el 1-0, y “Angelito” lo asistió a él en el 2-0. telam
SANTA CLARA.- Mejor, imposible. Argentina ganó y lo hizo sin Lionel Messi. Festejó ante Chile, su némesis de la última final de la Copa América 2015. Fue el mejor partido de la Selección desde hace tiempo en la era Gerardo Martino y lo ratificó con una cuota de coraje y de fútbol, de la que su vencido apenas si le vio la chapa patente.
Hubo un tiempo en que el 0-0 les quedó cortó a los dos. Sobre todo a la Selección, que buscó bien por los costados, por izquierda con Ángel Di María, y por derecha con el tranco eléctrico de Nicolás Gaitán. Dominó el medio campo Argentina, mientras que en Chile fue una zona de paso en su aduana. Levantó tanto sus barreras que luego de los 45 minutos iniciales, en la que apenas puede destacarse una gran atajada de Sergio Romero (mala salida suya) a Alexis Sánchez (era el 1-0) desapareció del mapa.
Argentina fue entrando en clímax mientras sorteaba su falta de fortuna, caso un cabezazo en el travesaño de Gaitán al minuto de iniciado el partido, y de un par de remates rasantes de Di María.
El 0-0 del acto uno hacia justicia de la impericia nacional para mandar en el marcador. Pero todo tiene un final cuando los astros se asocian y la presión se vuelve tan asfixiante que no hay lugar para pases débiles o malpensados.
Así fue como Ever Banega (fue de mayor menor), robó en la medular y encontró a su “Angelito” entrando en velocidad por izquierda. Mal parada Chile, bien atacando de contra Argentina. Pase de Ever, remate al palo de un Claudio Bravo versión manos de algodón. Gol de Di María.
Bien Argentina. Fue atenta, precisa, dominante en cuanto sector de la cancha se propuso. Fue inteligente, correcta, a su vez, la Selección. Por eso no demoró en aumentar cifras en la marquesina. Argentina era un pelotón prusiano, letal. No cambió la forma. Otra vez de contra y con los mismos protagonistas: ahora Di María asistiendo a Banega por el mismo sector donde antes Ever le había hecho encontrarse con el gol y un saludo especial a su abuela (falleció horas antes). Ever no dudó y remató al palo de Bravo. Mauricio Isla le dio una mano. Su botín derecho cambió el curso de la pelota. Y Bravo, cual sachet de dulce de leche, no llegó a tapar. Gol.
Y bueno, no será una final, pero Argentina marcó tendencia ya de lo que quiere, pese al anecdótico 1-2 de Fuenzalida. Será difícil de vencer. Con o sin Messi.
Hubo un tiempo en que el 0-0 les quedó cortó a los dos. Sobre todo a la Selección, que buscó bien por los costados, por izquierda con Ángel Di María, y por derecha con el tranco eléctrico de Nicolás Gaitán. Dominó el medio campo Argentina, mientras que en Chile fue una zona de paso en su aduana. Levantó tanto sus barreras que luego de los 45 minutos iniciales, en la que apenas puede destacarse una gran atajada de Sergio Romero (mala salida suya) a Alexis Sánchez (era el 1-0) desapareció del mapa.
Argentina fue entrando en clímax mientras sorteaba su falta de fortuna, caso un cabezazo en el travesaño de Gaitán al minuto de iniciado el partido, y de un par de remates rasantes de Di María.
El 0-0 del acto uno hacia justicia de la impericia nacional para mandar en el marcador. Pero todo tiene un final cuando los astros se asocian y la presión se vuelve tan asfixiante que no hay lugar para pases débiles o malpensados.
Así fue como Ever Banega (fue de mayor menor), robó en la medular y encontró a su “Angelito” entrando en velocidad por izquierda. Mal parada Chile, bien atacando de contra Argentina. Pase de Ever, remate al palo de un Claudio Bravo versión manos de algodón. Gol de Di María.
Bien Argentina. Fue atenta, precisa, dominante en cuanto sector de la cancha se propuso. Fue inteligente, correcta, a su vez, la Selección. Por eso no demoró en aumentar cifras en la marquesina. Argentina era un pelotón prusiano, letal. No cambió la forma. Otra vez de contra y con los mismos protagonistas: ahora Di María asistiendo a Banega por el mismo sector donde antes Ever le había hecho encontrarse con el gol y un saludo especial a su abuela (falleció horas antes). Ever no dudó y remató al palo de Bravo. Mauricio Isla le dio una mano. Su botín derecho cambió el curso de la pelota. Y Bravo, cual sachet de dulce de leche, no llegó a tapar. Gol.
Y bueno, no será una final, pero Argentina marcó tendencia ya de lo que quiere, pese al anecdótico 1-2 de Fuenzalida. Será difícil de vencer. Con o sin Messi.
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