06 Junio 2016
FELICIDAD TOTAL. Djokovic comparte su trofeo con los alcanzapelotas parisinos. reuters
Traicionero, el destino lo hizo esperar. Una vez. Y otra. Y así, hasta 2016. Fueron años de lamentar oportunidades perdidas. “Ya se te va a dar”, le decían todos. Y más que un consuelo, la expresión era un filo cortante que profundizaba la herida. Nadal, Federer y Wawrinka se encargaron de postergar el sueño que ayer se transfó en realidad. Y entonces, como tantas veces en su impactante carrera deportiva, Novak Djokovic puede ver la luz del objetivo alcanzado. Uno más, nuevamente histórico. Su título en Roland Garros, conseguido por el triunfo sobre Andy Murray por 3-6, 6-1, 6-2 y 6-4, lo sube al olimpo de esos pocos, apenas otros 7, que han ganado los 4 grandes. A diferencia de los mitos actuales, Federer y Nadal, él es campeón reinante de los 4 al mismo tiempo. Ya no hay cuenta pendiente en París. Ya no existe el maldito polvo de ladrillo. Sólo queda actualizar el curriculum para ver la estrella de Grand Slam número 12, allí donde hasta ayer había un espacio vacío.
El partido tuvo dos tramos bien distintos. El primer set y el resto. Al principio, un Murray agresivo hizo todo bien frente a la versión más repetida de Djokovic en los últimos tiempos. Demasiado frío y calculador para administrar sus esfuerzos en función de la exigencia del día, el serbio dejaba la puerta abierta para la sorpresa. Después de perder el primer set, el cambio fue notorio. Movió más las piernas, se adelantó en la cancha, soltó el brazo, renovó la exigencia mental, y se convirtió en alguien absolutamente dominante. Esa versión de si mismo que el propio Djokovic nos ha negado tantas veces, hizo pedacitos la glamorosa esperanza de su rival. La dominación fue total. Atrás y adelante. Al saque y a la devolución. De drive y de revés. Una exhibición del serbio montó el escenario en el que el partido se quedó sin incógnitas. Y los números terminaron de darle forma a la certeza.
Serán horas muy sabrosas para el número 1 del mundo. En familia, descansando y disfrutando de lo conseguido. Aunque, no duden ni un segundo de ésto que se escribe, la pausa durará poco. Enseguida, el hombre enfocará en lo que tiene por delante: Wimbledon, Olímpicos y completar el Grand Slam en el US Open. ¿Es mucho? Tal vez para el resto. Para Djokovic, que nadie lo dude, nada parece demasiado.
El partido tuvo dos tramos bien distintos. El primer set y el resto. Al principio, un Murray agresivo hizo todo bien frente a la versión más repetida de Djokovic en los últimos tiempos. Demasiado frío y calculador para administrar sus esfuerzos en función de la exigencia del día, el serbio dejaba la puerta abierta para la sorpresa. Después de perder el primer set, el cambio fue notorio. Movió más las piernas, se adelantó en la cancha, soltó el brazo, renovó la exigencia mental, y se convirtió en alguien absolutamente dominante. Esa versión de si mismo que el propio Djokovic nos ha negado tantas veces, hizo pedacitos la glamorosa esperanza de su rival. La dominación fue total. Atrás y adelante. Al saque y a la devolución. De drive y de revés. Una exhibición del serbio montó el escenario en el que el partido se quedó sin incógnitas. Y los números terminaron de darle forma a la certeza.
Serán horas muy sabrosas para el número 1 del mundo. En familia, descansando y disfrutando de lo conseguido. Aunque, no duden ni un segundo de ésto que se escribe, la pausa durará poco. Enseguida, el hombre enfocará en lo que tiene por delante: Wimbledon, Olímpicos y completar el Grand Slam en el US Open. ¿Es mucho? Tal vez para el resto. Para Djokovic, que nadie lo dude, nada parece demasiado.