05 Junio 2016
La muerte de Muhammad Alí significa el fin de una era. Una era en la cual los ídolos del deporte iban más allá del deporte mismo. Muhammad Alí fue un híbrido de muchas cosas improbables que muy rara vez se dan juntas. Era histriónico, rebelde, genial, poderoso, bailarín, acróbata, hermoso, perspicaz, irreverente, creído... Era hipertalentoso como boxeador y se creía el mejor del mundo, pero yo me temo que más que haber sido el mejor del mundo, Alí fue un símbolo de un momento en el que el deporte más rudo, el deporte más segregado terminó convirtiéndose en un escenario de defensa de las libertades civiles, de los derechos ciudadanos.
Alí, como dije en un artículo, le dio a su oficio de pobre una dimensión política extraordinaria. Muhammad Alí no se hizo boxeador porque quisiera llenar el estómago, sino para hacerse oír y por todo eso fue un hombre irrepetible.
Alí, como dije en un artículo, le dio a su oficio de pobre una dimensión política extraordinaria. Muhammad Alí no se hizo boxeador porque quisiera llenar el estómago, sino para hacerse oír y por todo eso fue un hombre irrepetible.
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