Las siluetas de varias niñas tomadas de la mano, recortadas en cartón, representaban a las víctimas de femicidios. Paradas en la plaza Independencia, bajo una lluvia molesta que nunca dejó de caer, observaban a las multitudes que iban y venían por la vereda: hombres y mujeres, agrupaciones sociales y políticas. Entre tantos paraguas, banderas y pancartas se hacía difícil ver el cielo, frente a la Casa de Gobierno.
Hace exactamente un año, el escenario y el reclamo habían sido los mismos. Ayer, a no ser por la lluvia, nada había cambiado. “Se han hecho demasiados anuncios pero tenemos 217 mujeres muertas, 24 femicidios vinculados y ocho travesticidios, entre el 3 de junio y el 31 de mayo, de acuerdo con un registro nuestro. Hay muchos anuncios pero ninguna medida concreta”, protestó Yanina Muñoz, representante de Mumalá. Y explicó en qué consistía su reclamo: “exigimos al Poder Legislativo que ponga esta problemática en agenda; al Poder Judicial, que sea más accesible para las mujeres y tenga más celeridad; y al Poder Ejecutivo, que cree las políticas públicas que necesitamos. También pedimos la adhesión de la provincia a la Ley de Salud Sexual y Procreación Responsable porque somos la única provincia que no está adherida”.
Por otra parte, y en representación de la Casa de las Mujeres Norma Nassif, Vicky Disatnik habló de un sentimiento ambiguo. “Por un lado estamos felices porque el día no nos ayudó y aún así la plaza se llenó de mujeres y hombres; pero por otro lado estamos muy preocupadas porque hoy la Corte Suprema de Justicia de la Nación comunicó que los femicidios se han incrementado y eso es producto de que en un año no hubo una sola medida política que ayudara a reducirlos”, planteó.
“Venimos pidiendo desde hace muchos años la emergencia (en violencia de género); entendemos que esto no va a resolver de fondo el problema, pero va a ayudar a que contemos con un presupuesto para que se aborde la problemática, como en Tucumán, que no tiene un solo refugio”, expuso Disatnik.
De acuerdo con los datos que maneja la Casa de las Mujeres, no sólo aumentaron los femicidios sino los abusos sexuales en la vía pública. “Vemos que se incrementaron las violaciones callejeras, o sea que la vida de las mujeres no tiene ningún valor. Tengo mucha fe de que la lucha de las mujeres va a dar sus frutos y estaremos en la calle tantas veces como sea necesario para frenar la violencia”, advirtió.
Voces e intervenciones
Al igual que en la primera #NiUnaMenos, se colocó un micrófono y varios parlantes en la plaza para que todas pudieran expresarse. Allí se escucharon testimonios desgarradores, no sólo de familiares de mujeres asesinadas sino de otras mujeres que todavía sufren en carne propia la violencia de género. También se oyeron quejas por la falta de respuestas que reciben en la Justicia. “Hace 200 años la gente salía a las calles a exigir independencia y ahora hay que salir a exigir que se termine la impunidad”, dijo al respecto Alberto Lebbos, quien se acercó a apoyar la lucha. “Las leyes no son duras todavía, no avanzaron en nada”, agregó, por otra parte, Mary Ahumada, madre de una joven asesinada (Fernanda Chaila) por su ex novio (Lucas González) en 2006.
Mientras los parlantes explotaban de reclamos, la primera cuadra de calle 25 de Mayo era un desfile de intervenciones y carteles de lo más ingeniosos, que se oponían al machismo. Hasta un perro callejero terminó vistiendo un chaleco con la consigna de la marcha. Sobre la plaza, un grupo de jóvenes de la agencia Infoto montaron un pequeño estudio fotográfico para retratar a los participantes de la protesta.
En la esquina de 25 de Mayo y San Martín, una mujer permaneció las dos horas que duró la protesta parada con los brazos abiertos, sosteniendo una escoba y un haragán, con utensilios de cocina colgando de su cuerpo. No pronunció una sola palabra.
Por esa misma vereda pasó, en un momento, un joven vestido de negro, que sostenía varias sogas: en cada uno de sus extremos había una mujer que se arrastraba y escondía su rostro detrás de la careta de un perro. Eran alumnos de la carrera de Danzas Contemporáneas de la Facultad de Artes de la UNT. “En nuestra facultad hubo un abuso sexual y pensamos que es imposible decir ‘ni una menos’ si permitimos que estas situaciones se den inclusive en instituciones públicas como es la universidad. Quisimos representar la atadura a la que nos vemos sometidas las mujeres, que es la opresión machista, y usamos como disparador una frase muy repetida por los movimientos feministas, que dice ‘no soy ni tu sex toy ni tu caniche toy’”, explicaron. Gabriel Chocobar, el joven que simulaba ser un paseador, remarcó: “este es un problema de todos y todos nos tenemos que involucrar, no sólo ellas”.
Susana Trimarco y Alberto Lebbos, en la misma plaza
El fin de la protesta, la necesidad de ponerle un freno a la violencia contra las mujeres, estuvo por encima de todo. No sólo consiguió que en la misma plaza convivieran agrupaciones políticas de distintas banderas, sino que volvieron a ocupar el mismo espacio físico Susana Trimarco y Alberto Lebbos.
A la madre de Marita Verón, secuestrada por una red de trata, y al padre de Paulina Lebbos, asesinada brutalmente, no se los veía participar de una misma protesta desde hacía tres años, por lo menos. Pero la necesidad de gritar #NiUnaMenos fue más fuerte. Ambos estuvieron en la plaza Independencia y ambos tomaron el micrófono, aunque no cruzaron miradas.
El reclamo fue también tan fuerte que muchos hombres sintieron la necesidad y la obligación de participar. Fue el caso de Jorge Lanoel, quien se acercó solo a la plaza. Parado bajo su paraguas, expresó su preocupación por la realidad que viven las mujeres: “después de un año de la primera marcha, y al ver lo que está pasando, es importante que el reclamo crezca y que esta se vuelva una fecha significativa para todos”, dijo.
Por otro lado, Ramiro Vázquez explicó por qué decidió sumarse a la movilización para apoyar la causa. “La situación es muy compleja y yo, como hombre, me siento parte y responsable de esa violencia machista que se ejerce todos los días. Y no quiero ser así, ejercer esa violencia. Por eso estoy acá, por la igualdad de género”, expresó el joven.
En otro sector de la plaza, dos hombres conversaban bajo un paraguas. Eran Rubén Portas y Sergio Machucas. “Reconozco que los derechos de la mujer han sido oprimidos, pero no desde ahora, sino que llevan más de 2.000 años de opresión. Por lo tanto, todos nos tenemos que sumar a su lucha”, planteó el primero de ellos.
Machucas, por su parte, contó: “he sufrido violencia doméstica, muy naturalizada en mi familia. Tengo una hija y una esposa, y estoy luchando porque se respeten los derechos de las mujeres. Siempre lo fomentamos entre nuestros hijos”, agregó.
ACLARACIÓN SOBRE UNA CONDENA
Ayer se publicó el caso de Aidé Amaya, una víctima de violencia de género que fue condenada a nueve años de prisión por matar a su esposo. La fiscala Estela Giffoniello no había pedido ocho años de pena, como se publicó, sino que solicitó 16 años de prisión para Amaya. Además, el tribunal de la Sala V resolvió que la mujer continuara con arresto domiciliario.