Mitos y riesgos de la deshidratación

Mitos y riesgos de la deshidratación

 Ilustración de Paul Rogers para The New York Times. Ilustración de Paul Rogers para The New York Times.
15 Mayo 2016

Jane E. Brody / The New York Times

La verdad sea dicha: a veces no sigo mi propio consejo y redescubro, cuando padezco las consecuencias, por qué lo ofrecí. He recomendado, desde hace largo tiempo, beber agua en abundancia. Si no es agua natural, que es lo mejor, entonces café o té sin azúcar (no bebidas alcohólicas o azucaradas) bastará.

Salí a cenar hace poco, después de un día particularmente activo que incluyó unos ocho kilómetros de caminata, 40 minutos de nado y 90 minutos en un museo. Bebí solo medio vaso de agua y nada con mi comida. Me pareció raro que no tuve necesidad de entrar al baño más tarde, ni siquiera después de un largo viaje a casa. Sin embargo, no me enfoqué en la razón sino hasta el día siguiente, cuando, tras una noche de sueño intermitente, desperté exhausta, hice otra larga caminata y nadé, para luego pedalear mi bicicleta seis kilómetros hasta una cita. Llegué reseca, suplicando agua. Después de beber menos de medio litro, era una nueva persona. Ya no me sentía como un globo de plomo.

Todo parece indicar que mi problema fue una leve deshidratación, y la experiencia me impulsó a mirar más de cerca la necesidad de agua que tiene el cuerpo bajo una diversidad de circunstancias.

Si bien millones de estadounidenses cargan consigo botellas de agua dondequiera que van y a empresas como Coca-Cola y Pepsi les gustaría que se creyera que la vida cotidiana puede ser mejorada por lo que venden, lo cierto es que la deshidratación grave no es común entre personas comunes de buena salud. Hay excepciones e incluyen a personas como yo, atletas que participan en eventos desafiantes como maratones y niños pequeños con casos de diarrea.

Empecemos con algunos hechos. El agua es, por sí sola, la sustancia de mayor importancia que consumimos. Se puede sobrevivir durante alrededor de dos meses sin comida, pero se moriría en aproximadamente siete días sin agua. El agua integra alrededor del 75% del peso de un infante y del 55% en una persona mayor.

Las células humanas simplemente no funcionan sin agua, y el cuerpo ha evolucionado como un sistema complejo, finamente afinado, para asegurarse de que tiene el agua que necesita bajo una amplia gama de condiciones. En la mayoría de los casos, la sed es una confiable señal de que se necesita más agua. Contrariamente al mito, la orina oscura no necesariamente significa que está deshidratado; puede cambiar de color con alimentos como los espárragos.

Otro popular mito: para humectar la piel, prevenir arrugas y producir un nuevo tono, es necesario beber ocho vasos al día. El agua adicional no mejora la piel en personas que, por lo demás, están bien hidratadas. Es mejor usar un humectante emoliente para contrarrestar la piel seca.

La buena hidratación protege contra cálculos en los riñones, y contrarresta la constipación y el asma inducido por ejercicio. Además, puede contribuir a proteger de enfermedades vasculares, como la embolia, el elevado ritmo cardiaco o el repentino descenso en la presión arterial, y reviste importancia para los diabéticos.

A pesar de su vital importancia, hay relativamente pocos estudios buenos sobre cuánta hace falta, a quién y bajo qué circunstancias, con base en Barry M. Popkin, profesor de nutrición en la Universidad de Carolina del Norte. “No entendemos verdaderamente cómo afecta la deshidratación a la salud y al bienestar, ni el impacto de diferentes consumos de agua respecto a enfermedades crónicas”, escribió en Nutrition Reviews.

“Casi la totalidad de los fondos de investigación del agua ha sido suministrada por la industria -dijo Popkin, refiriéndose a las empresas que venden bebidas- .La mayoría de la investigación ha sido específica en órganos, practicada por gente que estudia los riñones o pulmones. Sistemas enteros del cuerpo no han sido bien estudiados”.

No existen normas sobre cuánta agua necesita la gente cada día. La cantidad es afectada por lo que la gente come, su peso y nivel de actividad e incluso el ambiente en el que viven. El Instituto de Medicina afirma que un “consumo apropiado” de agua va de 700 mililitros (alrededor de tres tazas) al día para recién nacidos hasta 3.8 litros (16 tazas) para mujeres en lactancia. Además, considera que todo tipo de líquidos puede contribuir a las necesidades de una persona, incluyendo bebidas como té, café, jugos, sodas y agua potable, así como la humedad contenida en alimentos como frutos vegetales, sopas e incluso carnes. De hecho, estima que la humedad en la comida representa el 20% del consumo típico de agua de una persona.

Jugos y refrescos a menudo están cargadas de azúcar y se han convertido en un serio problema de nutrición en décadas recientes. Estudios han demostrado que quienes beben calorías adicionales no las compensan consumiendo proporcionalmente menos calorías en la comida, lo cual ha contribuido enormemente a las disparadas cinturas de los estadounidenses.

No lo duden, es importante que los atletas beban abundante agua, particularmente cuando altos niveles de actividad, calor y humedad resultan en sudoración excesiva. Sin embargo, exceder la hidratación tiene sus propios riesgos; hay quienes han muerto después de beber más agua de la que los riñones son capaces de procesar de manera oportuna, conduciendo a células inflamadas y niveles de sodio en sangre peligrosamente bajos, así como otros electrolitos.

La deshidratación puede afectar adversamente el estado de alerta, la concentración, el tiempo de reacción, el aprendizaje, la memoria, el humor y el razonamiento, y puede causar jaquecas, fatiga y ansiedad. La gente de edad mayor, particularmente los ancianos frágiles, están entre quien enfrentan mayor riesgo de hidratación deficiente, notó Popkin, ya que el mecanismo de la sed se vuelve menos efectivo con la edad, y se reduce la cantidad que bebe para limitar el número de veces que tiene que ir al baño.

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