Leo Noli - LG Deportiva
Aquel señor que por poco deja la vida en el tablón culpa de ese corazón poco amigo a los vaivenes tremendos a los que Atlético acostumbró a sus hinchas anoche, fue el ejemplo claro de lo que hizo su equipo: hasta lo imposible por ganar, y de todo por vivir y sentir tan cerquita la chance de ir por un lugar en la Libertadores. Atlético ganó a lo guapo, sin buen juego en gran parte del partido con San Martín de San Juan pero con un temple con la extensión de todo el Valle de la Luna, y más también.
En una pista enjabonada por el spray constante de una llovizna molesta e insoportable, el “Decano” cometió el pecado de buscar por arriba, de aglutinar a su gente en malón cerca de los pagos de Luis Ardente. Equivocó la forma Atlético, porque este Atlético que sabe someter al rival, fue tan blando en defensa en el lapso inicial que no sintió el látigo de su enemigo porque el dios del fútbol no le dio la habilidad necesaria a los visitantes en la estocada final. Demoraron tanto como una tortuga en intentar cruzar la avenida 9 de Julio de Buenos Aires con 5 segundos de tregua antes del verde.
Entonces, con la supervivencia como mejor arma y posiciones desencontradas dentro del campo (Zampedri como pivot demasiado lejos del área), el primer tiempo se fue con el resultado amargo de saber Atlético que perdía 1-0 por una mano desafortunada de Franco Sbuttoni y cambiada por gol por el propio Ardente.
Y la cuesta parecía ser, con cada segundo que se comía el reloj en el complemento, más empinada. Nada por acá, nada por allá. Hasta que un rechazo fortuito del enemigo le dio vida al “Decano”. El tiro le salió por la culata a San Martín. En realidad, el shot dio en Leyes, que fue a cortar, y éste se convirtió un frontón preciso como cirujano plástico. Rebote como si Maradona diera el pase gol entre los centrales, gran empuje de un despierto Cristian Menéndez y puntazo para el 1-1.
Sí, de la mismísima nada Atlético volvía a la vida. Como el Fénix. Así fue como Sbuttoni, apenas cuatro minutos después, a los 75 y monedas, se jugó la vida en media cancha. Aguantó la pelota ante un sabueso, giró como pudo, pasó la media cancha y volvió a centrar el cuero por lo bajo donde estaba Menéndez. “Polaco” arrió al ganado, no llegó a definir. Se pasó. ¿Chance perdida? Jamás. Como quien persigue a la chica de su vida, Guillermo Acosta acompañó en el sentimiento al rubio. Y gol de “Bebé”. Qué locura. No sólo eso. Hay más.
Cuando Juan Azconzábal le pedía a sus jugadores que salgan, que no se metan en la cueva, una falta en la puerta del área grande le dio más suspenso al preinfarto con una delicadeza de Sergio Sagarzazu al palo de Lucchetti. Gol, 2-2 en 86’.
¿Estaba todo dicho? Negativo, base. Faltaba la del delirio, la del centro de José Méndez, el cabezazo al piso de Pablo Cáceres al medio, los rechazos que nunca llegaron y el toque de Leandro González a la red (con ayuda). Y a delirar...