25 Abril 2016
CON TODO. Alvarez Balanta carga sobre Orion y fue amonestado. Luego Pérez le pegó una patada al defensor y lo expulsaron. dyn
BUENOS AIRES.- Vivir un Superclásico en La Bombonera es una de las experiencias que cualquier aficionado al fútbol debería regalarse antes de decirle adiós a esta vida. Lo escribió el diario inglés The Observer hace más de una década y lo atestigua cualquier neutral que tenga la posibilidad de meterse en esa caja de resonancia inigualable que es la cancha de Boca, ni que hablar cuando River está enfrente.
Y cubrir un Superclásico en La Bombonera implica para cualquier periodista hacerlo prácticamente en el corazón de la “12”, a unos metros de distancia y separado de la popular boquense sólo por un acrílico. Allá abajo, como si fuera en la profundidad del abismo, está la tristemente célebre manga -o un símil- de aquella en la que se desató el infierno del gas pimienta hace casi un año. Por allí asomó la cabeza Barovero unos minutos después de las 15.30 para hacer precalentamiento, en el regreso de River a La Bombonera tras aquella noche de Copa.
La Bombonera fue un carnaval en esos minutos previos, un frenesí azul y oro, una caldera sobre la que descargó un balde de agua fría un tal Pérez, a cuya bicicleta se le sale una y otra vez la cadena.
La gente jugó su partido en el rato que siguió, cuando Boca pareció tener superioridad, no inferioridad numérica. E hizo silencio, entre preocupada e incrédula, cuando Gago llegó al banco de suplentes dando saltitos para no apoyar su pierna izquierda.
El partido se fue entre arrestos de aliento y un instante de enmudecimiento cuando la pelota impulsada por Alonso tocó la red. El offside sancionado por el árbitro Herrera les devolvió el alma al cuerpo.
Con el desteñido superclásico dejado atrás y mirado por el espejo retrovisor, los hinchas se fueron cantando por la Libertadores, que es lo único que asoma en el horizonte de aquí hasta agosto. Igual, pese a la pobreza de ambos contendientes a lo largo de un torneo es posible parafrasear a Piazzolla y a Ferrer diciendo “los superclásicos en La Bombonera tienen ese, qué se yo, ¿viste?
Y cubrir un Superclásico en La Bombonera implica para cualquier periodista hacerlo prácticamente en el corazón de la “12”, a unos metros de distancia y separado de la popular boquense sólo por un acrílico. Allá abajo, como si fuera en la profundidad del abismo, está la tristemente célebre manga -o un símil- de aquella en la que se desató el infierno del gas pimienta hace casi un año. Por allí asomó la cabeza Barovero unos minutos después de las 15.30 para hacer precalentamiento, en el regreso de River a La Bombonera tras aquella noche de Copa.
La Bombonera fue un carnaval en esos minutos previos, un frenesí azul y oro, una caldera sobre la que descargó un balde de agua fría un tal Pérez, a cuya bicicleta se le sale una y otra vez la cadena.
La gente jugó su partido en el rato que siguió, cuando Boca pareció tener superioridad, no inferioridad numérica. E hizo silencio, entre preocupada e incrédula, cuando Gago llegó al banco de suplentes dando saltitos para no apoyar su pierna izquierda.
El partido se fue entre arrestos de aliento y un instante de enmudecimiento cuando la pelota impulsada por Alonso tocó la red. El offside sancionado por el árbitro Herrera les devolvió el alma al cuerpo.
Con el desteñido superclásico dejado atrás y mirado por el espejo retrovisor, los hinchas se fueron cantando por la Libertadores, que es lo único que asoma en el horizonte de aquí hasta agosto. Igual, pese a la pobreza de ambos contendientes a lo largo de un torneo es posible parafrasear a Piazzolla y a Ferrer diciendo “los superclásicos en La Bombonera tienen ese, qué se yo, ¿viste?
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