Por LA GACETA
24 Abril 2016
Es la casa de todos. Sin embargo, a juzgar por las constantes pedradas que recibe, da la impresión de que no sólo no la queremos, sino que no valoramos que nuestra vida depende de ella. “La naturaleza sostiene la vida universal de todos los seres”, sostiene el Dalai Lama. En 1970, el senador y ecologista estadounidense Gaylord Nelson promovió un acto para que el gobierno de su país creara una agencia ambiental. De la convocatoria participaron 2.000 universidades, 10.000 escuelas primarias y secundarias y centenares de comunidades. La presión social llegó a buen puerto, se creó la Agencia de Protección Ambiental y se dictaron leyes dirigidas a la protección del ambiente.
Desde entonces, el 22 de abril se celebra el Día Mundial de la Tierra (o de la Madre Tierra, como lo llama la Organización de Naciones Unidas). “El tema más importante sobre el medio ambiente es uno que rara vez se menciona, y es la falta de ética de nuestra cultura”, afirmó Gaylord Nelson. Paradójicamente, Estados Unidos integra en la actualidad el selecto grupo de naciones que más contaminan el aire y contribuyen a producir el calentamiento global.
El efecto invernadero, la destrucción de la capa de ozono, la tala indiscriminada de los bosques, la contaminación de los suelos y de los ríos, la urbanización irresponsable, son resultados de acciones impulsadas por el hombre que depredan el medio ambiente. Tucumán no es, por cierto, una excepción. Según la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación, entre 1998 y 2002, nuestra provincia perdió 22.171 hectáreas por desmonte. La Unidad de Manejo del Sistema de Evaluación Forestal de la Dirección de Bosques de la Nación informó que entre 2006 y 2011, fueron arrasadas otras 25.333 hectáreas de bosques nativos, bosques en galería, bosques bajos, bosques abiertos y arbustales. El relevamiento indicó que los departamentos más castigados fueron Graneros (12.110 hectáreas), La Cocha (4.900 hectáreas), Burruyacu (2.744 hectáreas), Simoca (2.246 hectáreas) y Cruz Alta (958 hectáreas).
Como se sabe, la deforestación impide la filtración del agua en el suelo durante las grandes tormentas y puede provocar desastres e inundaciones como ya hemos experimentado los tucumanos. “Si nos remontamos a 200 años atrás, veremos que la superficie de Tucumán estaba cubierta de bosques. Esto se debe a la expansión de las ciudades y de la agricultura, a la falta de incentivo a la forestación; no hay conciencia en la clase dirigente, que hoy es analfabeta ambiental”, dijo el director del instituto de Ecología de la Fundación Miguel Lillo, Juan González.
Representantes de más de 165 países se reunieron el viernes en la sede de la ONU en Nueva York para firmar el acuerdo sobre clima alcanzado en la cumbre en París en diciembre pasado, que busca reducir el impacto del cambio climático sobre el planeta y limitar el aumento de la temperatura media a menos de dos grados centígrados en comparación con los niveles anteriores a la revolución industrial. Aunque tal vez esta decisión sea tardía, según los ambientalistas.
Por lo visto, Tucumán no es una isla. Si el Estado sigue permitiendo el desmonte indiscriminado, la contaminación, la urbanización sin planificar que agrede la naturaleza, si no diseña una política ambiental coherente y sostenible en el tiempo, se pondrá en riesgo la vida de las futuras generaciones de tucumanos. “La rana no se bebe el estanque en el que vive”, reza un proverbio chino. “Solo después de que el último árbol sea cortado, solo después de que el último río sea envenenado, solo después de que el último pez sea apresado, solo entonces sabrás que el dinero no se puede comer”, dice un pensamiento de los indios Cree.
Desde entonces, el 22 de abril se celebra el Día Mundial de la Tierra (o de la Madre Tierra, como lo llama la Organización de Naciones Unidas). “El tema más importante sobre el medio ambiente es uno que rara vez se menciona, y es la falta de ética de nuestra cultura”, afirmó Gaylord Nelson. Paradójicamente, Estados Unidos integra en la actualidad el selecto grupo de naciones que más contaminan el aire y contribuyen a producir el calentamiento global.
El efecto invernadero, la destrucción de la capa de ozono, la tala indiscriminada de los bosques, la contaminación de los suelos y de los ríos, la urbanización irresponsable, son resultados de acciones impulsadas por el hombre que depredan el medio ambiente. Tucumán no es, por cierto, una excepción. Según la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación, entre 1998 y 2002, nuestra provincia perdió 22.171 hectáreas por desmonte. La Unidad de Manejo del Sistema de Evaluación Forestal de la Dirección de Bosques de la Nación informó que entre 2006 y 2011, fueron arrasadas otras 25.333 hectáreas de bosques nativos, bosques en galería, bosques bajos, bosques abiertos y arbustales. El relevamiento indicó que los departamentos más castigados fueron Graneros (12.110 hectáreas), La Cocha (4.900 hectáreas), Burruyacu (2.744 hectáreas), Simoca (2.246 hectáreas) y Cruz Alta (958 hectáreas).
Como se sabe, la deforestación impide la filtración del agua en el suelo durante las grandes tormentas y puede provocar desastres e inundaciones como ya hemos experimentado los tucumanos. “Si nos remontamos a 200 años atrás, veremos que la superficie de Tucumán estaba cubierta de bosques. Esto se debe a la expansión de las ciudades y de la agricultura, a la falta de incentivo a la forestación; no hay conciencia en la clase dirigente, que hoy es analfabeta ambiental”, dijo el director del instituto de Ecología de la Fundación Miguel Lillo, Juan González.
Representantes de más de 165 países se reunieron el viernes en la sede de la ONU en Nueva York para firmar el acuerdo sobre clima alcanzado en la cumbre en París en diciembre pasado, que busca reducir el impacto del cambio climático sobre el planeta y limitar el aumento de la temperatura media a menos de dos grados centígrados en comparación con los niveles anteriores a la revolución industrial. Aunque tal vez esta decisión sea tardía, según los ambientalistas.
Por lo visto, Tucumán no es una isla. Si el Estado sigue permitiendo el desmonte indiscriminado, la contaminación, la urbanización sin planificar que agrede la naturaleza, si no diseña una política ambiental coherente y sostenible en el tiempo, se pondrá en riesgo la vida de las futuras generaciones de tucumanos. “La rana no se bebe el estanque en el que vive”, reza un proverbio chino. “Solo después de que el último árbol sea cortado, solo después de que el último río sea envenenado, solo después de que el último pez sea apresado, solo entonces sabrás que el dinero no se puede comer”, dice un pensamiento de los indios Cree.