Un rescatador “a ojo desnudo” de los misterios del Antiguo Egipto

Un rescatador “a ojo desnudo” de los misterios del Antiguo Egipto

Juan Friedrichs reúne en “Egipto Iconográfico” el fruto de su trabajo durante las campañas de 2001, 2002 y 2005.

EL DATO. La dimensión trascendental de las creencias egipcias eran atractivas para griegos y romanos, ilustra Friedrichs. LA GACETA / JOSÉ NUNO EL DATO. La dimensión trascendental de las creencias egipcias eran atractivas para griegos y romanos, ilustra Friedrichs. LA GACETA / JOSÉ NUNO
24 Abril 2016
Captar los detalles, esa ligera curva en los ladrillos, las líneas más tenues, los sutiles cambios de pigmentación, todo aquello que podría pasar inadvertido en una fotografía, o verse como una sola mancha. Ese es el trabajo de Juan Friedrichs, licenciado en Artes Visuales y dibujante quien desde hace 15 años trabaja en la iconografía del Antiguo Egipto.

Friedrichs, un bonaerense que vive desde su adolescencia en Formosa y que tiene vínculos académicos con la UNT, acaba de presentar en Tucumán su libro “Egipto iconográfico. Reporte de imágenes preliminares de la tumba tebana de Neferhotep”.

El volumen es fruto de las campañas 2001, 2002 y 2005 que hizo en Egipto en el marco de un proyecto del Instituto de Investigaciones de Arte y Cultura del Oriente Antiguo de la Facultad de Artes de la UNT. El instituto es dirigido por la profesora Norma Alzogaray.

En el libro se reproducen planos e imágenes de la tumba de Neferhotep, un alto funcionario del templo de Amón en Karnak bajo el reinado del faraón Ay.

Friedrichs explicó que trabajó sobre fotografías y mediante la observación directa de los muros de la tumba con un método que no es invasivo y, por lo tanto, preserva el bien cultural original.

Las fotografías con las que se trabaja son en blanco y negro, a color y también digitales. Y en cuanto a la observación, esta se lleva a cabo “a ojo desnudo”, con la ayuda de lupas de diferente alcance y con una luz muy fría que no dañe las imágenes de los muros.

Dimensión trascendental

“Lo que atrae de la antigua civilización egipcia es el misterio -admite-, aquello que para nosotros no tiene explicación”.

Friedrichs vive entre tumbas cada vez que participa de alguna misión en Luxor, Egipto. Y eso le permite afirmar: “los egipcios tenían resuelto de manera muy clara que la vida continuaba más allá de la muerte, que había un proceso de transformación; y esa dimensión trascendental los hacía también atractivos, en aquellas épocas, para los griegos, los romanos y otros pueblos de la zona”.

La gente común

En la actualidad, Friedrichs está trabajando en la ciudad de Amarna, adonde instaló la capital de Egipto el faraón Akenatón, célebre por haber instalado, durante el breve tiempo de su reinado, el culto a Atón (el Sol) como única deidad. Fue el primer reformador religioso del que se tenga registro.

“En Amarna estamos trabajando en un cementerio de gente común. Porque las tumbas importantes estaban reservadas a los grandes señores. La población en general era enterrada en cementerios similares a los actuales. Son tumbas muy sencillas, excavadas en la roca de las montañas”, detalló.

Agregó un detalle poco divulgado: “lo que se ha averiguado hasta ahora de ese cementerio es que la mayoría de los cuerpos corresponde a adolescentes que, aparentemente, estaban mal alimentados y realizaban trabajos pesados”.

“Lo que me conmovió en ese cementerio es que esta gente, que era pobre seguramente, también era enterrada con alguna cosa, un anillo, las cuentas de un collar... porque tenían que llevarse algo para la vida que seguía”, finalizó Friedrichs.

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