12 Abril 2016
FOTO TOMADA DE CLARIN.COM
BUENOS AIRES.- Cristina Fernández de Kirchner dejó ayer su casa de El Calafate a las 18.10 en medio de un fuerte operativo de seguridad que se sumó a un improvisado cerco montado por militantes y vecinos.
Vestida con remera blanca, un chal y sin sus habituales anteojos oscuros, Cristina saludó a los manifestantes desde el vehículo, un Renault Megane, y junto a la comitiva partió a paso lento. Los vehículos transitaron los 22 kilómetros desde la ciudad al aeropuerto acompañados por una caravana, mientras en la entrada se hallaba otro centenar de manifestantes para brindarle una despedida.
Con un perrita sobre la falda y sentada en el asiento 4D de la clase turista, de Aerolíneas Argentinas, la ex mandataria posó para una selfie con un turista francés, al que le preguntó si le había gustado el glaciar Perito Moreno, antes del despegue para las tres horas de vuelo.
A su lado, en el avión, se ubicaron sus secretarios y el jefe de su custodia, los únicos que la acompañaron en todo momento y cargaron las dos valijas negras con las que llegó al aeropuerto a las 18.35.
Al ser consultada por la declaración que deberá dar el próximo 13 de abril ante el juez Claudio Bonadio por la venta de dólar futuro, la ex presidenta señaló estar tranquila. "¿Por qué no debería estarlo?", se preguntó, mientras acariciaba a Lola, su perrita, caniche mini toy, consignó Clarín.
Se mostró de buen humor
No se levantó de su asiento durante las horas de vuelo. Las charlas con sus secretarios fueron en un tono imperceptible, hubo algunas risas por lo bajo y su caniche captó su atención de a momentos. Aunque buscó mostrarse de buen humor, no pudo disimular la molestia que le generaba cada consulta referida a su situación judicial, según el matutino porteño.
Media hora antes del aterrizar, la ex mandataria dejó de lado la lectura y se tomó unos minutos para retocar su maquillaje. Sabía que las cámaras estarían atentas a ella una vez que llegue a Aeroparque.
A las 21.53 el avión comenzó a descender y Cristina fijó su mirada en las luces de la ciudad. Jugueteó con sus dedos sobre el vidrio sin sonreír. Pasaron más de 100 días desde que quedó afuera de la escena política. En la pista la esperó Diego Carbone jefe de la Custodia y Oscar Parrilli a quien abrazó cuando lo vio.
En aeroparque la esperaba un nutrido grupo de militantes, mientras otro la aguardaba en su casa de Recoleta, a donde llegó alrededor de las 22.40.
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