El teatro regresa a un espacio emblemático

El teatro regresa a un espacio emblemático

Leonardo Goloboff dirige a Juan Tríbulo y a Mariana Ezcurra en “Cartas de una ausente”, en la casa de Rosita Ávila, donde funcionó Nuestro Teatro.

DÚO TALENTOSO. Juan Tríbulo y Mariana Ezcurra protagonizan la obra. Prensa “Cartas de un ausente”. DÚO TALENTOSO. Juan Tríbulo y Mariana Ezcurra protagonizan la obra. Prensa “Cartas de un ausente”.
03 Abril 2016

DEBUTAN HOY

• A las 20, en Entre Ríos 109 (entradas limitadas),

Sólo las cartas que van y vienen unen a dos personas. Uno es Rufino, preso en la cárcel de Ushuaia por 20 años; la otra es Luli, quien le mantiene la esperanza de salir algún día del penal. Cuando lo logra, la muchacha ha muerto. Y el ex condenado construye su realidad mediante Elvira, la dueña de la casa donde su amiga epistolar vivía y a través de las “Cartas de una ausente”.

La obra de Ariel Barchilón será estrenada esta noche, a las 20, en un espacio emblemático de la escena tucumana: la casa de Rosita Ávila en Entre Ríos 109, donde funcionó “Nuestro Teatro”.

“Es una comedia para sonreír, en un estilo que evoca apenas al sainete rioplatense, con ciertos guiños cómplices al melodrama del siglo pasado que disolvía enfrentamientos y reparaba diferencias, con alguna ingenuidad, por la sola invocación al amor”, explica el director de la puesta, Leonardo Goloboff. Aclara que no trabajaron desde la caricatura ni del estereotipo, sino valorizando la gracia natural de estos personajes, habitantes de los márgenes urbanos, poco instruidos, pero con la sabiduría y la astucia de la primera generación heredera de los inmigrantes.

El dúo protagónico es pareja en la vida real: Juan Tríbulo y Mariana Ezcurra vuelven a trabajar juntos sobre un escenario, y lo hacen con una obra en la cual destacan su ternura. “Pienso que en el fondo de todo ser humano, por endurecido que esté por lo vivido, existe un caudal de ternura que puede ser despertado a través del acercamiento respetuoso, de las palabras y de los gestos”, explica la actriz. Su esposo completa: “es darse cuenta de la necesidad de protección, de afecto, de cercanía que tiene el otro y que te lo comunica a través de su mirada y sus palabras”.

La soledad de los personajes es otro aspecto que los vincula. “Rufino la ha soportado a través de dos pilares: uno es la amistad, la compañía única de su compañero de celda, que le ha enseñado la solidaridad; y el otro por las cartas que recibía cada tanto, que lo llenaban de esperanza, lo proyectaban al porvenir y mitigaban su soledad”, afirma Tríbulo. “La soportan como la vida les permite, buscando y aferrándose a alternativas para salir adelante”, añade Ezcurra.

“Barchilón dijo que esta obra ‘no es sobre el amor, sino sobre la ilusión del amor’. Cuando uno envía una carta arroja un aluvión de interrogantes al futuro: ¿llegará la carta a manos de la destinaria? ¿Cómo la leerá? ¿Qué entenderá de lo que quiero trasmitir? ¿Contestará al fin? ¿Dirá que sí? Una carta es ilusión pura disparada hacia el misterio”, aporta Goloboff.

Recuperar la casa de Ávila para el teatro es una motivación extra, reconoce Tríbulo: “Rosita y Oscar Quiroga fueron los adalides del teatro independiente de nuestra provincia; su sala ya no está pero, como dice Rosita, el espacio conserva sus fantasmas y ella es nuestra anfitriona de lujo”.

La obra fue puesta el año pasado por Daniel Fanego y Vando Villamil, en una producción del Teatro Nacional Cervantes que tuvo una función en Tucumán, pero nadie del trío la vio. “Fue escrita para una actriz y un actor y lo prefiero así. El conjunto de significaciones que emite la obra reconoce su eje en este encuentro de una mujer mayor, viuda, y un hombre que también las ha pasado. La protagonista es la obra”, señala el director.

  

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