El álbum de figuritas

El álbum de figuritas

Argentina mostró durante la semana que es un país de disenso, pero también de convivencia. En Tucumán, Manzur gestiona gobernabilidad -en sus múltiples acepciones- y especula sobre el electoralísimo año que vendrá. En la oposición, la unidad sigue siendo el gran desafío.

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No era una semana más. Las efemérides habían sacado a bailar a la política. Todos salieron a la pista y ya que estaban en el baile, bailaron. Era imposible eludir tensiones, y menos aún especulaciones de todo tipo. Se cumplían 40 años de la última dictadura militar. Venía el presidente de los Estados Unidos. Estaban los ánimos alterados con la aprobación de las leyes que habilitarían el pago a los fondos buitres. Una andanada de videos e investigaciones dejaron al descubierto actos de corrupción de amigos del anterior gobierno. Al mismo tiempo, llegaba Semana Santa con su espiritualidad, pero también con su carga política. Y, como si fuera poco, el Bicentenario sacaba del arcón de los recuerdos el hecho de que se cumplía el aniversario del comienzo del Congreso que en 1816 nos diera la Independencia.

No fue una semana más. Cada uno desde su lugar de trabajo, de militancia, con sus convicciones ideológicas, se metió a esta coctelera que contenía todos los ingredientes. No faltaban acciones ni pasiones. La Argentina viene subida a un péndulo que no para de oscilar y, por lo tanto, es el ring donde se dirimen todo tipo de antagonismos, sean futboleros, políticos, de izquierda o de derecha.

Fue una semana diferente. Estuvieron los kirchneristas que soportaron sin reacciones desmedidas. Participaron los macristas y sus socios que se pusieron el frac de anfitriones. Pasó y brilló el 24 de marzo. Estuvo Barack Obama y familia. Hay quienes sintieron que era una ofensa, y otros a los que no les importó. Y las calles estuvieron pletóricas de cuerpos que le pusieron el cuerpo a la memoria, aunque lloviera. Hubo principios que nadie puso al final. Hubo archivos que por fin contarán qué guardaban. Hubo respeto y la tensión trocó en tranquilidad. Argentina mostró que es un país de disenso, pero de convivencia. Cuarenta años de democracia no pasaron en vano.

Cada uno de los presidentes, con sus gracias y sus desgracias, aportaron un granito de arena para que en este 2016 todos estuvieran convencidos del Nunca más. En medio de las bombas con que se despabiló Bruselas fue un ejemplo de convivencia, de aceptación, de comprensión y de vida democrática. Raúl Alfonsín, Carlos Menem, Fernando de la Rúa, los cinco presidentes en una sola semana, Eduardo Duhalde, Néstor Kirchner, Cristina Fernández de Kirchner y ahora Mauricio Macri desde sus acciones públicas aportaron, y empiezan a aportar algo desde su actividad pública para el esclarecimiento de la verdad que es un pilar fundamental de la memoria y, por lo tanto, de la democracia.

El jueves en homenaje a los congresales se hizo una misa en el templo de San Francisco. No estuvieron sólo representantes de la iglesia Católica, como hace 200 años, sino también otras religiones. También dijeron presente dirigentes políticos. Faltaron algunas figuras estelares. Juan Manzur se justificó porque anduvo en la gala de Obama, y José Cano y Domingo Amaya no dieron públicamente sus razones. Pero el vicegobernador a cargo del Poder Ejecutivo, Osvaldo Jaldo, y el intendente de Capital, Germán Alfaro, caminaron juntos por la plaza Independencia. Por las dudas, entre ambos caminó el arzobispo de la provincia, Alfredo Zecca. Ambas imágenes de comunidad son ejemplos que también quedaron esta semana y que pueden servir para el crecimiento de la sociedad. El Bicentenario es una alfombra siempre desplegada para justificar actos de buena voluntad.

La figurita difícil

En los últimos tiempos se ha puesto de moda la palabra gobernabilidad. En la jerga política significa “puedo manejar el Estado sin problemas ni conflictos”. En una segunda acepción partidaria implicaría “podés porque yo te dejo”. Gobernabilidad para un mandatario provincial es tener una buena relación con la administración nacional que, al fin y al cabo, es la que maneja la caja fuerte en este país al que todavía le falta mucho para ser auténticamente federal. En ese panorama, Juan Manzur tiene claras muestras de que él no es ningún niño mimado del macrismo. El gobernador tiene un raro estilo que no todos comprenden y, al contrario, a muchos les cuesta aceptar. Sin embargo, como aquel dibujito animado de Mister Magoo atraviesa los obstáculos sin saber muy bien cómo ni por qué. Esta semana pasó el acuerdo con los estatales. Su coequiper viene a ser como los anteojos para Mr. Magoo. Osvaldo Jaldo le va dando la impronta política que Manzur no termina de barajar. Pero falta la tranquilidad, antídoto que sólo la Nación provee. Para la gobernabilidad, las fotos son una necesidad y en el álbum de Manzur gobernador ya están la de Rogelio Frigerio y la de Emilio Monzó, pero falta una. Como en esos álbumes de figuritas, la “difícil” es la de Mauricio Macri. Para llenar el álbum, Manzur viene entregando varias figuritas y por eso ya consiguió la audiencia y el fotógrafo. Con el álbum lleno, el tucumano empezará el segundo trimestre del año con más tranquilidad.

El año que todos miran

El álbum lleno es para el político como la panza llena para el hambriento. A partir de ahí va a poder pensar en 2017. Ese año electoral se convierte en el trampolín para 2019. Para no fallar en el salto oficialistas y opositores se pelearán por cuatro bancas de diputados de las cuales dos les corresponde a las mujeres. Manzur aún no sabe si “el conductor de su equipo” como llama a José Alperovich -siempre delante del cargo de “senador”- volverá a poner a su esposa en la lista. Si fuera así, a Manzur le queda un lugar seguro para poner un hombre propio.

En el Acuerdo del Bicentenario los problemas no son menores. Cano y Amaya tendrían que hacer lo que Macri ordene. Si no fuera así, sus cargos y la construcción que vienen haciendo caerán como castillos de naipes. En 2015, Amaya no quiso aceptar ser candidato a diputado. Apostó a todo o nada ser el postulante a vicegobernador de la provincia. Terminó en un despacho nacional del macrismo. ¿Habrá cambiado de opinión? El cupo femenino hasta ahora no ha sido explicitado.

El tercer hombre del Acuerdo del Bicentenario -espacio que posiblemente después del 9 de Julio empezará a pensar en otro nombre- es el intendente Alfaro. El jefe municipal, además, ha dado cobijo a las principales figuras del Acuerdo y ha consolidado su relación con Federico Masso, el ahora diputado de Libres del Sur. Todos saben que tendrán las presiones del gobierno nacional en el armado de las listas, pero también tienen claro que a ellos, en realidad, los unió el espanto por José Alperovich. Se juntaron para vencer al proyecto político del ahora senador. Si él vuelve a postularse para gobernador en 2019 y no le deja la reelección a Manzur, el Acuerdo volverá a tener el mismo desafío. Todos tienen claro que para ese objetivo de unión primero tendrán que obtener un mínimo de dos bancas en 2017.

Las voces más disonantes salen de la garganta de los radicales que siguen recriminándole a Cano por qué permitió que la intendencia de Capital siga en manos de un peronista. Una de las socias principales de Cano, la senadora Silvia Elías de Pérez es una de las que no debe cansarse de preguntar. Ella a través del legislador José María Canelada, al igual que el vicepresidente de la Legislatura, Ariel García, van a mirar con expectativa la lista de diputados. Falta mucho tiempo para llegar a esa meta, sin embargo todos están haciendo ejercicios de calentamiento.

Diálogos por la Corte

Por más corta que sea la semana y por más cargada de actividades que esté, los Tribunales tucumanos no dejan de estar presentes en cuanta conversación política se desarrolle. Los conocedores del foro local repiten que la relación entre los vocales parece más distendida. Tanto es así que Antonio Estofán y Claudia Sbdar pueden dialogar mucho más, ejemplifican en los pasillos. El ex presidente de la Corte además insiste en buscar alguna salida al conflicto irreductible en el que han quedado entrampados el titular del poder, Antonio Gandur, y el ministro fiscal, Edmundo Jiménez. Hasta ahora sus intentos no han dado frutos. Una tarea parecida es la que ha encarado Jaldo, quien ha aprovechado alguna siesta para intercambiar palabras con Gandur.

Aunque Manzur mire para otro lado, en el poder político a nadie escapa que el resquebrajamiento de la Justicia es perjudicial para todos. Y esa es una figurita que nadie quiere tener en el álbum.

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