Rollings Stones: las majestades satánicas reinan en Cuba

Rollings Stones: las majestades satánicas reinan en Cuba

LA GACETA estuvo en el histórico recital que la banda británica brindó el viernes en La Habana. Más de 500.000 personas.

TODOS EN EL CAMPO. Se calcula que más de medio millón de personas llenaron la Ciudad Deportiva de La Habana, y muchos sacaron sus celulares para registrar a los Rolling Stones en su completo recital de casi tres horas. TODOS EN EL CAMPO. Se calcula que más de medio millón de personas llenaron la Ciudad Deportiva de La Habana, y muchos sacaron sus celulares para registrar a los Rolling Stones en su completo recital de casi tres horas.

Ella entró como una abeja reina que camina sobre una alfombra roja. Estaba rodeada de guardaespaldas con intercomunicadores en los oídos. Lucía un vestido negro, zapatos de taco alto, anteojos oscuros, y en la mano derecha llevaba una cartera. Los custodios formaron una suerte de trencito humano en el que ella iba en el medio, pero con espacio suficiente como para que nadie la tocara y pudiera caminar como si estuviese sobre la pasarela que tanto conoce. Era Naomi Campbell, la estrella del mundo de la moda. En un segundo se corrió la noticia y los reporteros gráficos corrieron para retratarla. Avanzó sin apuro hasta un corralito armado especialmente como espacio VIP (allí se ubicó también Richard Gere), justo en dirección al medio del escenario. Faltaban unos 20 minutos para que empezara el concierto.

Solo una estrella como Campbell podía darse el lujo de subirse a su avión privado para llegar justo a tiempo a la Ciudad Deportiva de La Habana. El resto del público debió presentarse muy temprano; algunos estuvieron ese viernes 11 horas antes del show y esperaron afuera más de cinco horas a que habilitaran la entrada al predio. Al igual que la modelo estrella querían la mejor ubicación, pero debían superar la incomodidad de la eterna espera en el césped. Algunos jugaban a los naipes, sentados sobre una manta en una improvisada mesa de cartas. Otros simplemente aguardaban recostados con las manos en la nuca, bajo el sol fuerte de la siesta cubana.



A las 14, cuando se habilitó el ingreso del público, los que llegaron temprano corrieron a buscar el mejor sitio. Con el paso de las horas fue aumentando la masa de gente para un concierto gratuito, histórico y multitudinario.

Había jóvenes que ni siquiera habían nacido cuando se formaron los Rollings Stones. Había hombres y mujeres de mayor edad que los propios músicos. Había rollingas luciendo sus ropas con la lengua roja que identifica a la banda.

La mayoría estaba en grupos con mochilas en las que guardaban agua mineral y alimentos para soportar el correr de los minutos. Las autoridades cubanas habían anunciado que la venta de agua solo se podía hacer fuera del campo. Además no iba a ser suficiente para tanto público. La fila para usar los baños químicos superaba los 100 metros durante la tarde. Aunque estaba prohibida la venta de bebidas alcohólicas, algunos se las ingeniaron para ingresar con un poco de ron oculto bajo las ropas. Se les notaba al atardecer, cuando intentaban hacer equilibrio para ponerse pie y estirar el cuerpo por la espera.

Cómo es posible reunir a más de medio millón personas en un mismo sitio. Cómo hacer para que esa enorme masa de gente la pase chévere en La Habana. Cómo lograr que nadie arme “bronca” con el que está al lado. Cómo magnetizar para que una modelo como Naomi se subiera a su avión privado porque no quería perderse el concierto. Cómo hacer para que al final del show se retiren sin provocar ningún inconveniente. La respuesta la tienen los Rollings Stones que lograron todo eso en una noche especial en La Habana.

Se calculaba que iban a asistir unas 500.000 personas. Pero al final esa cifra fue superior. El campo donde tuvo lugar el recital es un gigante espacio verde al aire libre, donde se concentran los entrenamientos y juegos de distintas disciplinas deportivas que practican los cubanos. Tiene un coliseo cerrado y con tribunas, pero eso quedaba pequeño. Por eso el escenario se montó al aire libre; lejos de esas tribunas. Tenía tres enormes pantallas gigantes, sin contar las que se ubicaron en otros sectores del campo para que nadie se quedara sin ver el show por más lejos que estuviera de las luces. A las 20.30, como estaba previsto, Keith Richards comenzó los primeros acordes en su guitarra y el público estalló en un ovación. Así salieron a tocar “sus majestades satánicas” en un viernes santo, en Cuba, mientras se encendían cientos de pantallas de los celulares para registrar un recuerdo.

Mick Jagger lucía un pantalón ajustado de color bordó, camisa roja y chaqueta con brillos rojizos. Pero esa sería solo su primera muda de ropa: tuvo ocho cambios de vestuario a lo largo de casi tres horas de espectáculo.

Varias veces, entre las pausas de las canciones, Jagger le habló al público en un español que se dejaba entender con absoluta claridad. “Sabemos que años atrás era difícil escuchar nuestra música aquí en Cuba. Pero aquí estamos tocando para ustedes en su linda tierra. Pienso que finalmente los tiempos están cambiando. Es verdad no?, preguntó Jagger.

El público, en su mayoría -por supuesto-, era cubano, pero también podía verse a otros latinoamericanos, europeos, japoneses, yanquis, que mezclaban sus idiomas en medio del césped. La puesta en escena fue soberbia con más de una tonelada y media de equipos de audio. El despliegue de la banda fue impecable. El coro cubano “Entrevoces” se sumó en el tramo final. “Ustedes son un público chévere”, dijo Jagger, mientras un grupo de fanáticos agitaba una bandera cubana.

Con más de dos horas y 40 minutos, el público debió darse por satisfecho. Lo mismo que los propios Rollings Stones que se mostraron muy conectados con los cubanos. “Gracias Cuba por haber regalado tanta música al mundo”, afirmó el líder de la banda. Después comenzaron los acordes de “Satisfation”, en una versión extendida y muy potente, con baile incluido. Campbell salió del corralito en un mismo trencito de custodios, mientras los Stones juntaban sus brazos para saludar con una inclinación en reverencia a los fanáticos. Se apagaron las luces del escenario y se encendieron las del campo para iluminar todo el predio. La gente comenzó a caminar: era un malón que avanzaba a paso de hormiga. Dos cubanos discutían si era mejor esperar un poco a que se abriera espacio o seguir camino lentamente. Ante semejante cantidad de personas era imposible que llegaran los taxis y las guaguas (colectivos).

- Esto está a full, a full, mi hermano.

- Pero seguirá full dos horas más, my friend.

- Pero no se puede ni caminar.

- Mirá chico... Si tu quieres, te quedas, pero yo aquí no me planto.

Y salió buscando rumbo al malecón, despacio, sin apuro, bajo la luz de la luna. Se unió a los demás. Dio un par de saltos cortos y empezó a entonar en inglés, pero con acento bien cubano, “You cant always get what you want”. Fue suficiente para todos empezaran a cantar mientras avanzaban. Así fue la noche histórica en que Cuba estuvo de rumba con letras en inglés y acordes de rock and roll.

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