Convirtieron un lavarropas en una máquina de rallar choclo

Convirtieron un lavarropas en una máquina de rallar choclo

En el Mercado del Norte rallan el choclo para la humita con un invento tucumano. Ya nadie quiere rallar en casa. Video.

CREATIVIDAD. Para rallar choclos, nada mejor que un lavarropas reciclado. LA GACETA / FOTOS DE JUAN PABLO SÁNCHEZ NOLI CREATIVIDAD. Para rallar choclos, nada mejor que un lavarropas reciclado. LA GACETA / FOTOS DE JUAN PABLO SÁNCHEZ NOLI
22 Marzo 2016
No hay vuelta que darle: para que la humita salga buena hay que transpirar y rallarse los dedos. ¿Desgranar el choclo y procesarlo? No sirve. ¿Darle un pequeño hervor y después licuarlo? Sale feo. ¿Pasar los granos dos o tres veces por un extractor de jugos? Se desperdicia una barbaridad. Los que han intentado todo siempre llegan a la misma conclusión: al choclo hay que rallarlo.

En el Mercado del Norte varias verdulerías tienen el mismo cartel: se vende choclo rallado. Una maravilla para quienes quieren hacer su propia humita sin sangrarse los dedos. Pero, ¿cómo lo rallan para vender kilos y kilos por día? Con ingenio popular, que los llevó a inventar una máquina ralladora a partir del motor de un lavarropas. Es un electrodoméstico que no existe en las revistas, pero que, de estar, sería un éxito en estas tierras.

“Teníamos la idea de comenzar a vender el choclo rallado, sobre todo en esta época de Semana Santa. Pero hacerlo manualmente es imposible por el tiempo que lleva. Entonces, hablando con un mecánico amigo, le encontramos la vuelta. Él me dijo que le consiguiera un motor de lavarropas y que él haría el resto”, cuenta orgulloso Ramón Ojeda, que tiene un puesto sobre la avenida central del Mercado desde hace 20 años. Él se siente coautor de este invento que se ha replicado en varios negocios del principal punto de provisión del microcentro tucumano.

Un motor de lavarropas en desuso (o uno nuevo), una correa de goma, un protector plástico para no salpicar tanto y un una placa de acero inoxidable agujereada con filo son los componentes de esta máquina de la felicidad. “La armamos hace unos tres años y ahora todos los que venden choclo rallado la tienen. Es que ya casi no se vende el choclo si no es así, la gente ya está acostumbrada”, contó Ojeda y dijo además que el mecánico está entregando alrededor de una máquina por mes. Cuesta cerca de $2.000 entre materiales y mano de obra.

La primera humita

Celina Brandán es una de las amas de casa que, a partir de esta tecnología popular, se animará a hacer su propia humita. “No tengo idea de cómo hacerla, pero si tuviera que rallar el choclo no la hago. Me animo porque ya me lo venden listo para cocinar”, dice esta jubilada porteña, de 75 años de edad y cinco viviendo en Tucumán. Esta Semana Santa hará por primera vez una humita, así que está pidiendo recetas y consejos entre sus vecinos de Villa Angelina. “Es cara comprarla hecha, y me gusta mucho, así que lo vamos a intentar”, contó la mujer. Dependiendo dónde se la compre, una porción de humita al plato puede costar alrededor de $70, mientras que en el mercado venden el choclo rallado por $50 o $60 el kilo. El algunas verdulerías venden también el choclo y el zapallo rallado, todo listo para cocinar.

Parados o sentados

Son dos las versiones de esta máquina diseñada y armada en Tucumán. En la verdulería de Ojeda utilizan la primera que se haya construido, en la que la persona que ralla lo hace de sentado. Luis Melián, de 23 años, es empleado de Ojeda y utiliza esta versión de la máquina. Estima que se puede rallar mínimo 5 kilos de choclo cada hora, mientras que a mano se consigue con suerte la mitad en la misma cantidad de tiempo. “Alguna vez me he rallado los dedos”, confiesa, como algo inevitable. Y si no, a preguntarles a aquellos que todavía utilizan la lata de dulce de batata agujereada, una de las técnicas más difundidas para rallar grandes cantidades de choclo.

En la verdulería en la que trabaja Daniel Lobo, en cambio, utilizan una segunda versión. Consiste en un pie de metal, una palangana plástica de 50 litros, nuevamente el motor de un lavarropas y la cuchilla-rallador giratoria. Con esta versión, el operador trabaja de parado. “Para algunos es más cómodo una, para otros esta”, dijo Daniel, quien trabaja en el Mercado desde hace 25 años. También él confirma que ya casi nadie lleva el choclo si no es rallado.

Por estos días, los “rallachoclos” no tienen descanso. Todo el mundo quiere ahorrarse el paso más engorroso de la receta indispensable de la Pascua. Con el ingenio popular la humita ha dejado de ser un trabajo de locos y un peligro permanente para los dedos de los cocineros.

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