"A nosotros el tiempo se nos detuvo, sigo en esa noche en que Paulina no volvió"
Una oleada de tragedias le sucedió al crimen de Paulina Lebbos, que sigue impune. Su hermana “Lulú” lo define como “una masacre” porque murieron su madre, tíos, tías y varios amigos. “Sabemos lo que pasó, sólo falta que dejen de lado la cobardía y digan la verdad. Nos merecemos eso”, implora.
- Tengo miedo de no acordarme de mi mamá.
- La tenés tan incorporada a tu mamá, estás tan mimetizada con ella, que eso no debería ser un problema.
La conversación entre Victoria Lebbos y su tía “Lulú” (Rosa Graciela Lebbos) se repite con frecuencia. Pero ella no se preocupa, está convencida de que “Vicky” es “un calco” de Paulina: en sus gestos, en su manera de hablar y hasta en su amor por la danza. Dos fotos que lleva en su celular le dan la razón. En ambas aparece una niña de ojos grandes y pelo oscuro, enrulado. Son “Vicky” y Paulina.
“Lulú” cuenta que todos los 26 de febrero su sobrina se sensibiliza, pero remarca que esta vez es especial. “Vicky” acaba de cumplir 15 años y hoy se conmemora una década de la desaparición de su mamá. “Está muy movilizada”, dice su tía.
- ¿“Vicky” supo siempre lo que pasaba con su mamá?
- Sí, jamás le mentimos. Desde el primer momento, desde la noche en que Paulina no volvió, cuando la más preocupada era ella, estuvo al tanto de todo. Por eso es una chiquita muy madura.
- ¿Cómo hacen para que el recuerdo de Paulina esté presente en ella?
- La casa está llena de retratos de Paulina. Además, tengo una grabación de cuando ella estaba estudiando; le encantaba estudiar. Mis hermanas y yo hacíamos mil cosas a la vez: estudiábamos, trabajábamos… pero Paulina nos ganaba a las tres porque tenía a su hija. Para mí, era admirable. Paulina trabajaba en la biblioteca municipal (de Alderetes), la cuidaba a “Vicky” y estudiaba.
- ¿Cuántos años tenías cuando nació Paulina?
- Nueve. Como Paulina era la más chica, era la mimada. Cuando ella llegó fue la locura total.
- ¿Qué recuerdos tenés de esa niñez?
- Tuvimos una infancia maravillosa, con muchísimos primos, todos de la misma edad, una familia enorme. En realidad hablo más de mi infancia porque la suya se interrumpió cuando era muy chica. Mi mamá tuvo un accidente doméstico terrible, estuvo cuatro años en coma y Paulina se quedó muy temprano sin la mamá.
- En eso se parece a su hija…
Sí, uno lo ve así ahora. Mi mamá estuvo cuatro años y medio en coma en Buenos Aires, después volvió y estuvo postrada siempre, con muchas internaciones. Pienso que a Paulina siempre se le fue acortando la vida: en el caso de la infancia, con la enfermedad de mi mamá, y después en su juventud, con el nacimiento de “Vicky”.
- ¿Cómo era de niña?
- Paulina hacía teatro desde la escuela primaria y, cuando hacíamos las reuniones familiares, improvisaba obras de teatro. ¡Era fantástico! Los recuerdos que tenemos son esos: ella actuando con mis otras hermanas, mis primas y las amiguitas del barrio. Nos matábamos de risa. Era muy alegre, pese a las adversidades de la vida. Creció rápido porque, cuando fue lo de mi mamá, tuvimos que hacernos cargo nosotras de todo porque mi papá se fue a Buenos Aires con ella. Y era una excelente cocinera, hacía de todo en la casa. Después, cuando llegó “Vicky”, fue una alegría total. Ella siempre fue consciente de su maternidad, siempre quiso tenerla y fue embarazada a la secundaria. Todo fue un sacrificio, pero seguía siendo la alegría de la casa, seguía en su optimismo.
- Y así la recuerdan...
- No es fácil descontracturarnos y recordarla súper relajados, tenemos adherida una mochila muy pesada. Aparte, cuando apareció su cuerpo se nos murió mucha gente. Se nos murieron muchos amigos de tristeza, se murió mi mamá, se nos murieron tías y tíos, fue una devastación. A mí, en particular, cuando tengo que recordar las pérdidas, se me mezclan porque fueron muchas. No es fácil para nosotros pasar en limpio el recuerdo de ella porque ha sido una masacre. Buscamos la verdad pero no es fácil, porque pensábamos que convivíamos con la verdad y vivíamos en una burbuja.
- ¿Cuál creés que es la verdad, tenés tu propia hipótesis?
- Nuestras hipótesis, en la familia, se han ido unificado con el tiempo. Pero existe una tremenda duda porque no sabemos quién fue.
- ¿Los primeros días, cuando ella desapareció, qué pensaban y cómo fue cambiando ese pensamiento con el correr de las horas?
- Ella salió una noche y sabíamos que iba a volver al otro día porque se iba a dormir a la casa del novio. Al día siguiente, cuando no volvió, estábamos convencidos de que le había pasado algo. “Vicky” estaba en la casa y jamás Paulina la había dejado ni cinco minutos más de lo que había acordado. Inmediatamente quisimos poner la denuncia y nos dimos con que no la querían recibir. Ahí supimos que estábamos en un problema. Nos reunimos todos y empezamos a tratar de pensar qué le podría haber pasado. Para nosotros, la primera sospecha fue que el novio le había hecho algo. Pero fue suficiente con ir a su casa y confirmar que ahí no había llegado para que nos caiga la ficha del horror. Y ahí empezó toda nuestra desesperación, a contar los segundos. Fueron 13 días, que si los contamos en segundos debe ser un montón.
- Días y noches sin dormir…
- Sí, andábamos en la calle buscándola, por todas partes. Salíamos, caminábamos… al último ya íbamos a cualquier parte. Recuerdo que nos llamaba mucha gente, que nos pedía que nos encontremos en algún lugar, yo iba y me decían que la habían visto. Fue un infierno, un infierno que hace 10 años que no termina. Surgieron millones de historias sobre qué pasó. Me acuerdo que en esos días empezaron a escribir los diarios y nosotros leíamos y no podíamos creer todo lo que se decía, sobre todo eso del baile con los hijos del poder, que no sé si será verdad, pero me parecía imposible porque Paulina jamás se cruzó con ninguna de estas lacras, a pesar de que mi viejo trabajaba en la Casa de Gobierno. Nosotras jamás lo vimos a este sujeto (señala la foto de José Alperovich que aparece en el afiche de Paulina), menos a su hijo. Pero después, con las investigaciones, se empezó a hablar de eso.
- ¿Y vos qué creés?
- Que la llevaron a la fuerza. Mi hermana no tenía ninguna razón para irse a ningún otro lado que no sea nuestra casa o a la casa del novio, a donde no llegó nunca. Y, si hubiera ido a una fiesta, nos hubiera dicho. Nada de eso pasó. La versión de ese momento era que ella había ido a la fiesta, los diarios no los inculpaban a los hijos del poder sino que la acusaban a ella. Se publicaron muchas cosas degradantes sobre ella, sobre mi viejo y la familia. Hasta el fiscal (Carlos Albaca) dijo cosas horribles.
- ¿Cómo sobrellevaron todo eso?
- Yo trataba de no escuchar porque necesitaba contenerlos a todos, incluso me hice cargo de la chiquita, de explicarle lo que pasaba. Siempre fui la más estable. Como hermana mayor, tenía que estar bien y dejar pasar esos comentarios. No sé cómo hacía mi cabeza para no quedarse ahí demasiado tiempo, pero sé que mi mamá sí lo hacía hasta el punto de que no podía ni hablar; la había superado la realidad. Al menos para nosotros, nada de eso era verdad y todavía necesitamos saber la verdad, la buscamos. Mi mamá se fue con esa confusión.
- ¿En qué año murió tu mamá?
- Al año siguiente de que encontraron el cuerpo. Por eso digo que el crimen de Paulina fue una masacre, empezó a morir mucha gente alrededor nuestro, fue muy duro. Ahí empezamos a convivir con la muerte. A nosotros el tiempo se nos detuvo ese día, vivimos hace 10 años, no pasó todo ese tiempo para nosotros. Miro este afiche y trato de decir “10 años” y no sé qué son 10 años. Sigo en esa noche en que ella no volvió.
- ¿Creés que eso se va a terminar con un juicio y un culpable?
- Yo estoy convencida de que la verdad ya se sabe. No lo tenemos al autor material del crimen, al que la estranguló. No sabemos si fueron uno o dos. Pero sí sabemos lo que pasó. Sólo falta que dejen de lado la cobardía y digan la verdad. Nos merecemos eso.
- Tu papá se convirtió en un emblema de la lucha contra la impunidad. ¿Cómo es ser hija de Alberto Lebbos?
- Estoy muy orgullosa de mi padre, no desde ahora, siempre lo estuve. Él desde muy joven comenzó a trabajar en la parte social, en Alderetes. Crecimos conviviendo con gente en situaciones críticas, con problemas gravísimos. Pero ahora me embarga una profunda tristeza y tengo una urgencia y una necesidad de verlo feliz. Sí hay pequeños momentos de felicidad, que antes pasaban por la familia y ahora se dan cuando caminamos por la calle y se acerca la gente y le transmite todo ese cariño, esa fuerza. Ahí sí podría decir que vuelvo a verlo a mi papá.
- ¿Si pudieras hablar con Paulina, qué le dirías?
- Hablo con ella todo el tiempo. A veces hasta pongo su grabación y converso con ella. Le contaría que ahora estamos por hacer esta actividad y me la imagino participando, investigando y tratando de resolver. Le pregunto mucho cómo podemos resolver esto. Ella me acompaña en mis decisiones. Seguramente cuando vuelva a casa también voy a conversar con ella sobre esto que estoy hablando acá. También le contaría que hay gente que se acerca en los actos y me dice que ella se les aparece y hace milagros. Hay mucha gente que le reza e incluso va al santuario que le hicieron donde encontraron el cuerpo. A mí también se me aparece, en los sueños. Pero tengo muchas pesadillas porque vi el cuerpo de mi hermana, yo lo reconocí y lo retiré de la morgue. Nosotros, los familiares de víctimas de delitos, tenemos todo un proceso de deterioro de la salud porque de alguna manera nos apropiamos del padecimiento de nuestros seres asesinados. Hay una cuestión de la salud que debería ser atendida porque las secuelas son muy grandes. En la comisión vemos problemas de salud gravísimos. Por eso le doy gracias a la vida y a todo Tucumán, por su cariño y su afecto, porque con mi viejo todavía estamos bien de salud y podemos seguir con la lucha. Porque lo único que nos salva es eso: la lucha.