Reaccionó a tiempo

Poco menos de dos horas habían jugado el español Nicolás Almagro y el austríaco Dominic Thiem. Y como en cada instante de la semana los protagonistas parecían padecer el calor de una Buenos Aires cada día más tropical. Entonces ocurrió el hecho que sacudiría la paridad establecida.

Almagro, que había perdido el primer set en el tie-break, quebró el saque rival. El primer quiebre del partido le permitía sacar con ventaja de 4 a 3. Sostuvo el servicio. Y enseguida volvió a quebrar. Ese último game le dio el set, y puso las cosas niveladas también en el score.

La vara de resistencia de Thiem pareció doblarse. El español vio la oportunidad y no dudó. Quebró por tercera vez consecutiva y amenazó con desencadenar un final inesperadamente rápido. El ambiente intuyó que el final estaba cerca. Y, quizás contagiado por esa sensación, Almagro descansó en lo traicionero de un 2-0 que no aseguraba nada.

Tal vez por eso, el pupilo del argentino Mariano Monachesi, dejó de exhibir su habitual prepotencia con el saque y la incuestionable contundencia de su drive y su revés. Fueron unos pocos puntos, suficientes para que Thiem retomara la línea de potencia y control, emocional y de impactos, de casi toda su semana. El austríaco rápidamente emparejó 2-2 y así fueron, saque y saque, hasta el tie-break final.

Rompió la tradición

Al filo física y mentalmente, la diferencia fue tan sutil que cuesta descubrirla. Tras el punto final, el austríaco cayó desplomado sobre el polvo de ladrillo y rompió con la tradición moderna del torneo que desde 2009 tiene plantada la bandera de España. Con números 7-6 (7-2), 3-6 y 7-6 (7-4), Thiem conquistó el cuarto título de su prometedora carrera e impidió el habitual festejo español en el Court Central “Guillermo Vilas” del Buenos Aires Lawn Tennis.