La era de la protesta

La era de la protesta

Por Thomas L. Friedman.

17 Enero 2016
Si visita The Guardian en internet últimamente, puede encontrar una sección que está catalogada simplemente como “Protesta”. Encontré un artículo titulado: “Cinco nuevas ideas para el agitador de arte callejero en 2016”. Y, de manera apropiada: “Estamos viviendo en una era de protesta”.

Esta era de protesta es parcialmente impulsada por el hecho que las tres fuerzas mayores en el planeta -globalización, la ley de Moore y Madre Naturaleza- se están acelerando, creando un motor de disrupción que presiona a países fuertes y clases medias, haciendo que revienten los débiles.

Cuando se tiene tanta agitación en un mundo en el cual todo aquel con un teléfono inteligente ahora es reportero, fotógrafo de noticias y cineasta de documentales, causa extrañeza que cada periódico no tenga una sección de “Protesta”.

Según Dov Seidman, autor del libro “How”, a medida que disminuye la distancia, aumenta la imaginación moral. Ahora que no tenemos distancias, experimentamos las aspiraciones, esperanzas, frustraciones y penurias de otros en formas directas y viscerales.

Estamos siendo expuestos íntimamente a filmaciones de indignante brutalidad policial o de víctimas de terrorismo saltando de ventanales de un teatro de París. ¿Quién no se sentiría estimulado?

Pero, cuando el despertar moral se manifiesta como indignación moral, agregó Seidman, “puede ya inspirar o reprimir una conversación seria o la verdad”.

“Cuando la indignación moral se salta la conversación moral, entonces el resultado será la aquiescencia, no soluciones inspiradas”, argumentó Seidman. Esto también puede alimentar la presente epidemia de falsas disculpas.

“Es como si estuviéramos viviendo en una tormenta interminable. La resolución de disputas morales requiere de perspectiva, mayor contexto y la capacidad de hacer distinciones significativas”.

Eso requiere de líderes con el coraje y la empatía “para inspirar a la gente a que haga una pausa para reflexionar, para canalizar la indignación moral en conversaciones profundas y honestas”. Si podemos hacerlo, concluyó Seidman, “podemos ser verdaderamente grandes de nuevo”.

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