17 Enero 2016
ARTE AL PASO. Callejones, edificios, postes de luz y buzones: todo sirve en Bristol al grafitero. Andy Haslam for The New York Times
Estaba yo parada frente a Jesús. Y parecía estar bailando breakdance. No sólo eso: medía 8,5 metros de altura. “Esta pieza fue inspirada por los bailarines de breakdance que actuaron para el papa Juan Pablo II en el Vaticano, en 2004”, dijo Rob Dean, un experto en arte callejero y guía en Bristol, Inglaterra. Jesús me saludaba de cabeza, con los pies flexionados extendidos hacia el cielo y un manto de destello dorado que brillaba en torno a su cuerpo.
Yo estaba pasmada. ¿Esto era grafiti? Resultó que la respuesta era no. Según Dean, el Jesús que baila breakdance es considerado arte callejero, un término usado para distinguir el arte urbano imaginativo del vandalismo relacionado con pandillas.
Sordidez y gracia
En un viaje a Londres el invierno pasado, decidí viajar dos horas al este hacia Bristol, la ciudad hecha famosa por Bansky, Cary Grant, la serie “Wallace & Gromit” y la banda Massive attack (aunque no necesariamente en ese orden). Recientemente fue designada la Capital Verde Europea 2015 por la Comisión Europea. Con unos 442.500 residentes, Bristol se jacta de un excedente de parques (más de 450) y estrechos callejones, la mayoría de los cuales se presta para las caminatas. Esto fue una buena noticia para mí, ya que me había inscrito en un recorrido a pie con Wherethewall, una compañía dedicada a mostrar el famoso arte callejero de la ciudad y el lugar donde trabaja Dean.
Nuestro recorrido empezó en el barrio de clase obrera de Stokes Croft, el descuidado borde urbano del interior principalmente plácido de Bristol. Durante décadas, este enclave conflictivo fue definido por sus muchos salones de masajes y burdeles, y posteriormente por los vendedores de drogas, las personas sin hogar y los apuñalamientos. Pero esa miseria también atrajo a los contrarios al sistema, materializándose en una matriz de artistas, músicos y activistas sociales. Hoy el área promueve una dicotomía de la sordidez y la gracia, ejemplificada no sólo por el Jesús que baila breakdance, del artista local Cosmo Sarson, sino por la calidad y cantidad del arte callejero del barrio.
En Bristol, durante los primeros años de la década de 1980, el grafiti llegó durante una tormenta de cambio cultural. Los artistas ingleses abandonaron el punk por el hip hop, inspirados por la escena neoyorquina. Con ello se dio una subcultura de nacientes grafiteros, incluido el influyente Robert Del Naja, también conocido como 3D. En 1982, Del Naja fundó The wild bunch, un colectivo multimedia de grafiteros, DJs de hip hop y operadores de sistemas de sonido. Más tarde formó Massive attack, uno de los grupos más influyentes e innovadores de su generación.
Humor negro
Mientras veía al Jesús de dos pisos de altura, repentinamente recordé la principal razón por la que había acudido a este sórdido rincón en el distrito de Stokes Croft. Me giré y me recibió un muro de ladrillo; mis ojos siguieron las grietas de color óxido hacia arriba hasta que llegaron al nombre “Banksy” pintado con esténcil en gruesas letras negras. Mi mirada buscó más alto hasta que llegó al famoso mural de 1997, “Mild mild west”. Reconocida como una de las primeras grandes obras de Banksy, la imagen muestra a un animal de felpa similar a Snuggle, el oso del suavizante de telas, a punto de lanzar un cóctel molotov a tres agentes de la policía antimotines. El muro tiene todos los ingredientes de un Banksy clásico: burla política, ironía y humor deliciosamente negro. Sentí como si estuviera viendo el equivalente en el arte callejero de mi primer Picasso.
Recientemente, Banksy se ha enfocado en la crisis de la inmigración y su obra está apareciendo en un campamento de refugiados conocido como “La selva” en Calais, Francia. En Bristol, ese artista sólo tiene unas cuantas obras, pero su influencia es enorme e inspiró un movimiento que puede verse en medio de las áreas fracturadas del paisaje urbano.
Una ola y un panda
Di un último vistazo a “Mild mild west” y lancé una sonrisa al Jesús que baila breakdance antes de continuar hacia Hillgrove Street con mi amable guía. Pronto descubrí que no es fácil para un recién llegado caminar rápidamente en Bristol; las imágenes compiten por la atención donde quiera que uno mire.
El arte callejero estaba plasmado en callejones, escaparates, postes de luz y buzones de correo. Cuando Dean y yo llegamos a ese barrio, inmediatamente supe por qué este era nuestro destino. Un desolado edificio pardo se erigía en la esquina de esta parte industrial de la ciudad, con su techo bordeado de hollín, que había empezado a escurrirse por su exterior como máscara de pestañas corrida.
Luego, una ola blanca y roja de tres pisos de altura -al estilo de la pintura con bloques de madera de la famosa obra de Katsushika Hokusai, “La gran ola en Kanagawa”- cubría el edificio, quizá en un intento por lavar la sordidez. Dos improbables exploradores se balanceaban en zancos en la esquina izquierda inferior, con un ojo bulboso que se asomaba a través de un telescopio enorme.
La cuadrilla de grafiteros MM13 era responsable de la ola roja, adherida al edificio encima de una obra anterior de Phlegm, un bien conocido artista originario de Yorkshire del Sur. Phlegm respondió añadiendo un dúo de personajes estilo Edward Gorey debajo de la ola. Rebasada por lo fantástico, casi pasé por alto el pequeño panda pintado con esténcil en la esquina inferior derecha del edificio, sentado tranquilamente, mordisqueando bambú.
Caminamos hacia Nelson Street, a un par de cuadras de distancia, donde Bristol cobró su notoriedad internacional como un destino del arte callejero en 2011. “See no evil”, obra de Inkie y de Team Love, fue parte de un festival y proyecto de arte diseñado para transformar el paisaje deprimente y decadente del área en una variada selección de arte urbano.
Falta de apego
En una frenética nube de pinturas en aerosol, acrílicas y al óleo, más de 70 artistas internacionales acudieron a la ciudad en 2011 y 2012. Ocho edificios de varios pisos recibieron renovaciones artísticas a gran escala, mientras otras superficies florecieron en un bouquet de esténciles y dibujos.
Como aficionada al budismo zen, me sentí conmovida por los artistas de Bristol, que parecían ser ejemplos de falta de apego y de permanencia. El famoso budista tibetano Pema Chodron quizá lo expresó mejor: “la falta de permanencia es un principio de la armonía. Cuando no luchamos contra eso, estamos en armonía con la realidad”.
La obra de los artistas callejeros quizás se desvanezca de la noche a la mañana, con nuevas obras (o un muro en blanco) que ocupen su lugar. Pero esta realidad es comprendida. Los artistas de Bristol, de manera muy similar a los budistas tibetanos que pasan varias semanas creando y luego destruyendo elaborados mándalas de arena para demostrar la naturaleza transitoria de la vida material, evidentemente carecían de apego. Admiré eso.
Yo estaba pasmada. ¿Esto era grafiti? Resultó que la respuesta era no. Según Dean, el Jesús que baila breakdance es considerado arte callejero, un término usado para distinguir el arte urbano imaginativo del vandalismo relacionado con pandillas.
Sordidez y gracia
En un viaje a Londres el invierno pasado, decidí viajar dos horas al este hacia Bristol, la ciudad hecha famosa por Bansky, Cary Grant, la serie “Wallace & Gromit” y la banda Massive attack (aunque no necesariamente en ese orden). Recientemente fue designada la Capital Verde Europea 2015 por la Comisión Europea. Con unos 442.500 residentes, Bristol se jacta de un excedente de parques (más de 450) y estrechos callejones, la mayoría de los cuales se presta para las caminatas. Esto fue una buena noticia para mí, ya que me había inscrito en un recorrido a pie con Wherethewall, una compañía dedicada a mostrar el famoso arte callejero de la ciudad y el lugar donde trabaja Dean.
Nuestro recorrido empezó en el barrio de clase obrera de Stokes Croft, el descuidado borde urbano del interior principalmente plácido de Bristol. Durante décadas, este enclave conflictivo fue definido por sus muchos salones de masajes y burdeles, y posteriormente por los vendedores de drogas, las personas sin hogar y los apuñalamientos. Pero esa miseria también atrajo a los contrarios al sistema, materializándose en una matriz de artistas, músicos y activistas sociales. Hoy el área promueve una dicotomía de la sordidez y la gracia, ejemplificada no sólo por el Jesús que baila breakdance, del artista local Cosmo Sarson, sino por la calidad y cantidad del arte callejero del barrio.
En Bristol, durante los primeros años de la década de 1980, el grafiti llegó durante una tormenta de cambio cultural. Los artistas ingleses abandonaron el punk por el hip hop, inspirados por la escena neoyorquina. Con ello se dio una subcultura de nacientes grafiteros, incluido el influyente Robert Del Naja, también conocido como 3D. En 1982, Del Naja fundó The wild bunch, un colectivo multimedia de grafiteros, DJs de hip hop y operadores de sistemas de sonido. Más tarde formó Massive attack, uno de los grupos más influyentes e innovadores de su generación.
Humor negro
Mientras veía al Jesús de dos pisos de altura, repentinamente recordé la principal razón por la que había acudido a este sórdido rincón en el distrito de Stokes Croft. Me giré y me recibió un muro de ladrillo; mis ojos siguieron las grietas de color óxido hacia arriba hasta que llegaron al nombre “Banksy” pintado con esténcil en gruesas letras negras. Mi mirada buscó más alto hasta que llegó al famoso mural de 1997, “Mild mild west”. Reconocida como una de las primeras grandes obras de Banksy, la imagen muestra a un animal de felpa similar a Snuggle, el oso del suavizante de telas, a punto de lanzar un cóctel molotov a tres agentes de la policía antimotines. El muro tiene todos los ingredientes de un Banksy clásico: burla política, ironía y humor deliciosamente negro. Sentí como si estuviera viendo el equivalente en el arte callejero de mi primer Picasso.
Recientemente, Banksy se ha enfocado en la crisis de la inmigración y su obra está apareciendo en un campamento de refugiados conocido como “La selva” en Calais, Francia. En Bristol, ese artista sólo tiene unas cuantas obras, pero su influencia es enorme e inspiró un movimiento que puede verse en medio de las áreas fracturadas del paisaje urbano.
Una ola y un panda
Di un último vistazo a “Mild mild west” y lancé una sonrisa al Jesús que baila breakdance antes de continuar hacia Hillgrove Street con mi amable guía. Pronto descubrí que no es fácil para un recién llegado caminar rápidamente en Bristol; las imágenes compiten por la atención donde quiera que uno mire.
El arte callejero estaba plasmado en callejones, escaparates, postes de luz y buzones de correo. Cuando Dean y yo llegamos a ese barrio, inmediatamente supe por qué este era nuestro destino. Un desolado edificio pardo se erigía en la esquina de esta parte industrial de la ciudad, con su techo bordeado de hollín, que había empezado a escurrirse por su exterior como máscara de pestañas corrida.
Luego, una ola blanca y roja de tres pisos de altura -al estilo de la pintura con bloques de madera de la famosa obra de Katsushika Hokusai, “La gran ola en Kanagawa”- cubría el edificio, quizá en un intento por lavar la sordidez. Dos improbables exploradores se balanceaban en zancos en la esquina izquierda inferior, con un ojo bulboso que se asomaba a través de un telescopio enorme.
La cuadrilla de grafiteros MM13 era responsable de la ola roja, adherida al edificio encima de una obra anterior de Phlegm, un bien conocido artista originario de Yorkshire del Sur. Phlegm respondió añadiendo un dúo de personajes estilo Edward Gorey debajo de la ola. Rebasada por lo fantástico, casi pasé por alto el pequeño panda pintado con esténcil en la esquina inferior derecha del edificio, sentado tranquilamente, mordisqueando bambú.
Caminamos hacia Nelson Street, a un par de cuadras de distancia, donde Bristol cobró su notoriedad internacional como un destino del arte callejero en 2011. “See no evil”, obra de Inkie y de Team Love, fue parte de un festival y proyecto de arte diseñado para transformar el paisaje deprimente y decadente del área en una variada selección de arte urbano.
Falta de apego
En una frenética nube de pinturas en aerosol, acrílicas y al óleo, más de 70 artistas internacionales acudieron a la ciudad en 2011 y 2012. Ocho edificios de varios pisos recibieron renovaciones artísticas a gran escala, mientras otras superficies florecieron en un bouquet de esténciles y dibujos.
Como aficionada al budismo zen, me sentí conmovida por los artistas de Bristol, que parecían ser ejemplos de falta de apego y de permanencia. El famoso budista tibetano Pema Chodron quizá lo expresó mejor: “la falta de permanencia es un principio de la armonía. Cuando no luchamos contra eso, estamos en armonía con la realidad”.
La obra de los artistas callejeros quizás se desvanezca de la noche a la mañana, con nuevas obras (o un muro en blanco) que ocupen su lugar. Pero esta realidad es comprendida. Los artistas de Bristol, de manera muy similar a los budistas tibetanos que pasan varias semanas creando y luego destruyendo elaborados mándalas de arena para demostrar la naturaleza transitoria de la vida material, evidentemente carecían de apego. Admiré eso.
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