13 Enero 2016
FOTO TOMADA DE CLARIN.COM.AR
La mujer más vieja del mundo sería tucumana, vive en Merlo y en un mes va a cumplir 119 años. Celina del Carmen Olea nació en Famaillá y no tiene, ni necesita, obra social.
Clarín publicó hoy una crónica en la que cuenta que Celina ya no puede caminar y sus sentidos no estén tan agudos como años atrás. Aun así, su médico dice que "tiene el corazón de una muchacha" y eso se comprueba con un hecho envidiable: no toma medicamentos. ¿Cuál es el secreto de su longevidad? Posiblemente ella no le haya dedicado mucho tiempo a pensar en eso. Toda su vida trabajó en el campo donde vivía, nunca fumó, pero tampoco comió muy sano. Al momento de resumir, se puede decir que dedicó su vida al trabajo y a la crianza de sus hijos.
Sus últimos años la encuentran en otra provincia, pero con una situación económica similar, la mujer vive en el medio de una manzana marcada por pasillos de alambres y montañas de basura. El encargado de cuidarla es su hijo Alberto, que tiene tatuada en su brazo izquierdo la palabra “mamá”,con una corona sobre las letras. “Conmigo habla, claro que sí. Habla de sus hermanos, mi papá, otros hijos. Todos muertos”, cuenta el hombre, según la publicación del diario porteño.
Celina dejó los pagos tucumanos en la década del 60, junto a su marido José Inocencio Segovia, quien murió al poco tiempo. Ahora vive acompañada de algunos de sus hijos y a veces recibe las visitas de sus tantísimos nietos y bisnietos. Su situación económica no es la mejor, vive de una pensión de $ 2.700; el dinero se lo atribuye a Raúl Alfonsín, el último presidente que votó. Vive también, y sobre todo, del cariño que recibe como recompensa de tantos años de haber dado amor.
Clarín publicó hoy una crónica en la que cuenta que Celina ya no puede caminar y sus sentidos no estén tan agudos como años atrás. Aun así, su médico dice que "tiene el corazón de una muchacha" y eso se comprueba con un hecho envidiable: no toma medicamentos. ¿Cuál es el secreto de su longevidad? Posiblemente ella no le haya dedicado mucho tiempo a pensar en eso. Toda su vida trabajó en el campo donde vivía, nunca fumó, pero tampoco comió muy sano. Al momento de resumir, se puede decir que dedicó su vida al trabajo y a la crianza de sus hijos.
Sus últimos años la encuentran en otra provincia, pero con una situación económica similar, la mujer vive en el medio de una manzana marcada por pasillos de alambres y montañas de basura. El encargado de cuidarla es su hijo Alberto, que tiene tatuada en su brazo izquierdo la palabra “mamá”,con una corona sobre las letras. “Conmigo habla, claro que sí. Habla de sus hermanos, mi papá, otros hijos. Todos muertos”, cuenta el hombre, según la publicación del diario porteño.
Celina dejó los pagos tucumanos en la década del 60, junto a su marido José Inocencio Segovia, quien murió al poco tiempo. Ahora vive acompañada de algunos de sus hijos y a veces recibe las visitas de sus tantísimos nietos y bisnietos. Su situación económica no es la mejor, vive de una pensión de $ 2.700; el dinero se lo atribuye a Raúl Alfonsín, el último presidente que votó. Vive también, y sobre todo, del cariño que recibe como recompensa de tantos años de haber dado amor.
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