03 Enero 2016
EN FAMILIA. Iván, su mamá, Mónica; y su hermano, Lautaro, en la visita que realizaron a LA GACETA. la gaceta / foto josé nuno
Muchas cosas juntas le pasaron en 2015 a Pablo Iván Gramajo, el alero de Lanús. Y todas fueron muy buenas. Haber jugado a los 19 años su primer mundial U-19 en Grecia (Argentina terminó novena) fue un punto alto para él. A sus éxitos deportivos, el taficeño le agregó un gran crecimiento personal.
Gramajo tuvo su bautismo internacional en 2014, lo que le permitió no sólo conocer Estados Unidos (jugó en Colorado Springs en al Premundial de la categoría), sino también Europa. En el “Viejo Continente” formó parte de la Copa Vilagarcía, en Pontevedra (España), y del torneo “Albert Schweitzer” en Alemania.
En su visita a LG Deportiva. Iván estuvo con su mamá, Mónica, y su hermano, Lautaro (de 16 años). A la familia la completan su papá, Pablo, y otro hermano, Fabrizio. El jugador vino a Tucumán para pasar unos días de descanso junto con su familia y sus amigos. A la distancia quedó Micaela, su novia, también basquetbolista (juega de base en Obras Sanitarias).
Pese al anunciado descanso, deportista al fin, también tomó parte de un amistoso de básquet benéfico, que todos los años se efectúa el 24 de diciembre en la cancha del club que lo vio surgir: Talleres.
Iván disfruta de las cosas sencillas y cotidianas. Entre ellas, el bife a la criolla (tipo revuelto) con papas que le hace su mamá. “No lo cambio por nada del mundo. La verdad es que estando lejos extraño todas las comidas. Si algún día me voy a jugar al exterior, ¡me la llevo conmigo! Más siento esto porque en Lanús, el club que me abrió las puertas a la elite, la alimentación se basa en hidratos de carbono, es decir pastas”, contó.
- ¿Tu carrera te sorprende?
- Fui quemando etapas: a los 13 años, tras mi primer Argentino U13, me di cuenta de que el básquet formaba parte de mi vida y que, si me esforzaba, podía llegar lejos. Hoy quiero vivir de esto. Tengo mucho camino por recorrer. Seguro que el sueño de todos es jugar en el exterior, pero también sé que jugar cuatro o cinco años en la Liga Nacional me va a servir de mucho.
- ¿En qué etapa estás?
- Es un gran salto en mi carrera el que estoy dando. Desde el Argentino de Comodoro Rivadavia en 2013 se me abrieron las puertas. Tuve un gran torneo en lo personal y el técnico de Capital Federal, que era también de Obras Sanitarias, se fijó en mí. Al poco tiempo se convirtió en asistente de la categoría y le llevó información al jefe, que era nada menos que Carlos Duró. Todo fue muy rápido.
- ¿Qué te acordás de tu citación?
- Era diciembre de 2013. Tenía 17 años. Y un día me habló el presidente de la Federación, Rubén Urueña: le había llegado por mail mi citación para la preselección argentina. La verdad es que no se lo creía, al contrario, pensé que estaba bromeando. Pero era verdad. En enero de 2014 tenía que presentarme a entrenar. Éramos 25, debíamos quedar 12 para ir al Premundial.
- ¿Qué mensaje le darías a los chicos de tu edad y a los que recién se inician?
- Lo mismo que le digo todos los días por teléfono a mi hermano Lautaro, que juega en mi puesto de alero en Talleres: que la única forma de progresar es entrenando, que no falte nunca a una práctica. A los chicos les digo que si les gusta este deporte, en cualquier momento van a tener su oportunidad, que hay que mirar siempre para adelante.
- ¿Cuáles son tus virtudes?
- Fui creciendo como jugador. Aparecieron varias facetas, como personalidad, sentido de profesionalismo y esfuerzo personal por tratar de progresar día a día. La capacidad de marcar siempre está latente, pero mejoré en todo sentido.
- ¿Cómo te llevás con el tema de su estatura?
- Mido 1,95 metro y creo que voy a seguir creciendo. Ya es de familia: mi papá mide 1,92. A mis zapatillas las compro en Estados Unidos a través de internet, calzo el N° 49.
- ¿Qué recordás de tu experiencia en el exterior?
- En Estados Unidos me encantaron las canchas universitarias donde jugamos el Premundial. Se me complicó lo del idioma: de inglés poco o nada. Algo similar me pasó en Grecia y en Alemania. Allí sí que no se entiende nada. Y donde me sentí muy cómodo fue en España.
- ¿Sentís que tu vida cambió de un día para otro?
- Sí. Por mi cabeza pasaba jugar en Talleres nada más, tratar de ganar minutos en cancha. Apareció lo del Argentino. Y en poco tiempo ya estaba jugando con la camiseta de la Selección.
- ¿Qué significa defender la camiseta celeste y blanca?
- Es algo hermoso. No hay palabras para describirlo. A la primera camiseta se la regalé a mi mamá, ella la tiene guardada. La del Mundial la tengo yo. Además todo fue muy rápido. Volví de Grecia y una semana después ya estaba entrenando en Lanús.
- ¿Una materia pendiente?
- Terminar la secundaria, me quedan dos años. Yo quiero hacerlo, ya veré cómo. El escollo lo ponen mis obligaciones deportivas. Tengo contrato por tres años: de Lanús me voy a los 21.
- ¿Cómo ves a la Liga?
- Está muy bien, aunque soy chico aún y tal vez eso habrá que preguntarle a uno que ya lleve años jugando en ella. Con mi equipo estamos para mantener la división. Comenzamos mal, y ahora estamos mejor, ya dimos varias sorpresas.
Gramajo tuvo su bautismo internacional en 2014, lo que le permitió no sólo conocer Estados Unidos (jugó en Colorado Springs en al Premundial de la categoría), sino también Europa. En el “Viejo Continente” formó parte de la Copa Vilagarcía, en Pontevedra (España), y del torneo “Albert Schweitzer” en Alemania.
En su visita a LG Deportiva. Iván estuvo con su mamá, Mónica, y su hermano, Lautaro (de 16 años). A la familia la completan su papá, Pablo, y otro hermano, Fabrizio. El jugador vino a Tucumán para pasar unos días de descanso junto con su familia y sus amigos. A la distancia quedó Micaela, su novia, también basquetbolista (juega de base en Obras Sanitarias).
Pese al anunciado descanso, deportista al fin, también tomó parte de un amistoso de básquet benéfico, que todos los años se efectúa el 24 de diciembre en la cancha del club que lo vio surgir: Talleres.
Iván disfruta de las cosas sencillas y cotidianas. Entre ellas, el bife a la criolla (tipo revuelto) con papas que le hace su mamá. “No lo cambio por nada del mundo. La verdad es que estando lejos extraño todas las comidas. Si algún día me voy a jugar al exterior, ¡me la llevo conmigo! Más siento esto porque en Lanús, el club que me abrió las puertas a la elite, la alimentación se basa en hidratos de carbono, es decir pastas”, contó.
- ¿Tu carrera te sorprende?
- Fui quemando etapas: a los 13 años, tras mi primer Argentino U13, me di cuenta de que el básquet formaba parte de mi vida y que, si me esforzaba, podía llegar lejos. Hoy quiero vivir de esto. Tengo mucho camino por recorrer. Seguro que el sueño de todos es jugar en el exterior, pero también sé que jugar cuatro o cinco años en la Liga Nacional me va a servir de mucho.
- ¿En qué etapa estás?
- Es un gran salto en mi carrera el que estoy dando. Desde el Argentino de Comodoro Rivadavia en 2013 se me abrieron las puertas. Tuve un gran torneo en lo personal y el técnico de Capital Federal, que era también de Obras Sanitarias, se fijó en mí. Al poco tiempo se convirtió en asistente de la categoría y le llevó información al jefe, que era nada menos que Carlos Duró. Todo fue muy rápido.
- ¿Qué te acordás de tu citación?
- Era diciembre de 2013. Tenía 17 años. Y un día me habló el presidente de la Federación, Rubén Urueña: le había llegado por mail mi citación para la preselección argentina. La verdad es que no se lo creía, al contrario, pensé que estaba bromeando. Pero era verdad. En enero de 2014 tenía que presentarme a entrenar. Éramos 25, debíamos quedar 12 para ir al Premundial.
- ¿Qué mensaje le darías a los chicos de tu edad y a los que recién se inician?
- Lo mismo que le digo todos los días por teléfono a mi hermano Lautaro, que juega en mi puesto de alero en Talleres: que la única forma de progresar es entrenando, que no falte nunca a una práctica. A los chicos les digo que si les gusta este deporte, en cualquier momento van a tener su oportunidad, que hay que mirar siempre para adelante.
- ¿Cuáles son tus virtudes?
- Fui creciendo como jugador. Aparecieron varias facetas, como personalidad, sentido de profesionalismo y esfuerzo personal por tratar de progresar día a día. La capacidad de marcar siempre está latente, pero mejoré en todo sentido.
- ¿Cómo te llevás con el tema de su estatura?
- Mido 1,95 metro y creo que voy a seguir creciendo. Ya es de familia: mi papá mide 1,92. A mis zapatillas las compro en Estados Unidos a través de internet, calzo el N° 49.
- ¿Qué recordás de tu experiencia en el exterior?
- En Estados Unidos me encantaron las canchas universitarias donde jugamos el Premundial. Se me complicó lo del idioma: de inglés poco o nada. Algo similar me pasó en Grecia y en Alemania. Allí sí que no se entiende nada. Y donde me sentí muy cómodo fue en España.
- ¿Sentís que tu vida cambió de un día para otro?
- Sí. Por mi cabeza pasaba jugar en Talleres nada más, tratar de ganar minutos en cancha. Apareció lo del Argentino. Y en poco tiempo ya estaba jugando con la camiseta de la Selección.
- ¿Qué significa defender la camiseta celeste y blanca?
- Es algo hermoso. No hay palabras para describirlo. A la primera camiseta se la regalé a mi mamá, ella la tiene guardada. La del Mundial la tengo yo. Además todo fue muy rápido. Volví de Grecia y una semana después ya estaba entrenando en Lanús.
- ¿Una materia pendiente?
- Terminar la secundaria, me quedan dos años. Yo quiero hacerlo, ya veré cómo. El escollo lo ponen mis obligaciones deportivas. Tengo contrato por tres años: de Lanús me voy a los 21.
- ¿Cómo ves a la Liga?
- Está muy bien, aunque soy chico aún y tal vez eso habrá que preguntarle a uno que ya lleve años jugando en ella. Con mi equipo estamos para mantener la división. Comenzamos mal, y ahora estamos mejor, ya dimos varias sorpresas.
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