20 Diciembre 2015
DESCRÉDITO. Niegan que perros de la calle hayan cometido el ataque. la gaceta / foto de osvaldo ripoll (archivo)
Familiares de Héctor Ricardo Toledo, que tenía 59 años y que en octubre pasado murió en Monteros luego de ser atacado por una jauría, denunciaron la paralización de la causa judicial que se abrió para esclarecer el caso. También advirtieron que en el transcurso de la investigación se omitieron procedimientos -como la toma de testimonios de vecinos- que podrían, según dijeron, haber contribuido a dar con el dueño de los animales.
Hasta ahora en la causa no aparece ningún responsable del hecho. Los familiares de la víctima dijeron que hay elementos que confirmarían que los perros atacantes no eran callejeros, sino de las razas pitbull y dogo que custodiaban la cortada de ladrillo del vecino Manuel Orellana, que está en el límite este de Monteros.
El 12 de octubre a la mañana Toledo se dirigió en su moto a ese lugar con el fin de conversar con el productor sobre cuestiones laborales. Pero Orellana y su esposa, María Ávila, no se encontraban en ese momento, y los perros que supuestamente tenía la familia estaban sueltos en el inmueble, el que carece en el frente de muro o cerca perimetral.
Todo indicaría que Toledo golpeó las manos llamando al ladrillero y enseguida salieron los canes a atacarlo con una ferocidad incontrolada. El hombre acusó lesiones gravísimas que le ocasionaron su deceso horas después en un nosocomio de la capital. Orellana aseguró que los animales que atacaron al motociclista eran callejeros. Sin embargo Héctor Daniel Toledo, hijo del fallecido, dijo que hay testimonios de vecinos que confirman que Orellana tenía al menos cuatro perros de razas peligrosas. “Las mordeduras que presentaba mi padre, y que le provocaron su muerte, no eran de un perro común. Eran dentelladas profundas” observó.
Marta Díaz, la esposa del difunto, aseguró que su cónyuge ya había ido días antes a hablar con Orellana por un trabajo y le contó que el ladrillero tenía perros enormes y peligrosos.
El fiscal Jorge Carrasco, de los tribunales de Monteros, ordenó varios allanamientos con el objeto de dar con los perros denunciados por los Toledo, pero no los encontró. “Las medidas se demoraron y los animales fueron trasladados a otro lugar”, dijo Héctor Daniel.
“No vamos a permitir que la causa por la muerte de mi padre quede sin imputados y archivada. Hay varios elementos que revelan que detrás de lo sucedido hay responsables que ahora se lavan las manos”, planteó el hijo de la víctima. “Desde el principio se actuó para que la causa quede en la nada. La Policía, en primer lugar, se demoró varias horas en llegar al lugar para realizar las pericias que demandaba el hecho. Después se hizo desaparecer la ropa que vestía mi padre en el día de su muerte”, se quejó Toledo. (C)
Hasta ahora en la causa no aparece ningún responsable del hecho. Los familiares de la víctima dijeron que hay elementos que confirmarían que los perros atacantes no eran callejeros, sino de las razas pitbull y dogo que custodiaban la cortada de ladrillo del vecino Manuel Orellana, que está en el límite este de Monteros.
El 12 de octubre a la mañana Toledo se dirigió en su moto a ese lugar con el fin de conversar con el productor sobre cuestiones laborales. Pero Orellana y su esposa, María Ávila, no se encontraban en ese momento, y los perros que supuestamente tenía la familia estaban sueltos en el inmueble, el que carece en el frente de muro o cerca perimetral.
Todo indicaría que Toledo golpeó las manos llamando al ladrillero y enseguida salieron los canes a atacarlo con una ferocidad incontrolada. El hombre acusó lesiones gravísimas que le ocasionaron su deceso horas después en un nosocomio de la capital. Orellana aseguró que los animales que atacaron al motociclista eran callejeros. Sin embargo Héctor Daniel Toledo, hijo del fallecido, dijo que hay testimonios de vecinos que confirman que Orellana tenía al menos cuatro perros de razas peligrosas. “Las mordeduras que presentaba mi padre, y que le provocaron su muerte, no eran de un perro común. Eran dentelladas profundas” observó.
Marta Díaz, la esposa del difunto, aseguró que su cónyuge ya había ido días antes a hablar con Orellana por un trabajo y le contó que el ladrillero tenía perros enormes y peligrosos.
El fiscal Jorge Carrasco, de los tribunales de Monteros, ordenó varios allanamientos con el objeto de dar con los perros denunciados por los Toledo, pero no los encontró. “Las medidas se demoraron y los animales fueron trasladados a otro lugar”, dijo Héctor Daniel.
“No vamos a permitir que la causa por la muerte de mi padre quede sin imputados y archivada. Hay varios elementos que revelan que detrás de lo sucedido hay responsables que ahora se lavan las manos”, planteó el hijo de la víctima. “Desde el principio se actuó para que la causa quede en la nada. La Policía, en primer lugar, se demoró varias horas en llegar al lugar para realizar las pericias que demandaba el hecho. Después se hizo desaparecer la ropa que vestía mi padre en el día de su muerte”, se quejó Toledo. (C)
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