17 Diciembre 2015
CONSAGRADO. Amargós recibe el canillita dorado, premio mayor de la gala, de parte de Federico van Mameren, Secretario de Redacción. El karateca se emocionó cuando escuchó su nombre como ganador. LA GACETA / FOTO DE analía jaramillo
En el escenario del hotel Sheraton Miguel Amargós tuvo uno de esos días que son inolvidables. El rango de sensaciones extremas estuvo cubierto por las vivencias que relató el karateca minutos después de ganar el premio al “Mejor Deportista del Año” de LA GACETA. “Me pasaron todas las emociones: desde que me quebré la mano, recordé mi primera clase de karate... todo en un instante”, contó. La movilización sentimental que experimentó Amargós fue causada por el año deportivo más exitoso de su carrera. “Fue el logro más importante”, calificó el muchacho de Villa Alem a la medalla de oro que consiguió en los Juegos Panamericanos de Toronto con la mano derecha fracturada.
Por eso fue el alarido que retumbó no sólo en el salón, sino afuera también. El potente desahogo fue de Ángeles, una de las hermanas de Amargós. A su manera, pegó el grito triunfal, con el mismo significado con el que su hermano también gritaba el 25 de julio. Aquella electrizante imagen de Amargós en cuclillas, en el tatami canadiense, con su rival vencido en el suelo, recorrió el país y el continente.
El recuerdo no estuvo ausente en la Fiesta del Deporte: apareció en el primer video que, con imágenes, resumió las emociones deportivas de los tucumanos. “Es una distinción que esperaba lograrla hace mucho tiempo. Era difícil porque había deportistas de muy buen nivel. La medalla me abrió muchas puertas. Ganarla era algo que siempre soñé porque en 2011 no pude clasificar por un punto a los Panamericanos. Esta vez no me quedé afuera y no me iba a ir sin el oro”, explicó luego de la premiación y de pedir una foto con los atletas especiales que compitieron en los Juegos Evita.
En esta consagración no hubo lamento. Es hasta justo decir que haber obtenido el premio LA GACETA fue más perfecto que ganar el oro. Es que lo de hace cinco meses pasó a miles de kilómetros. Los que más lo quieren lo vieron por televisión y él sintió la necesidad de pedirle disculpas a Aquiles, su hijo. Fue la otra imagen que quedó de Amargós en aquel entonces cuando, con la voz temblorosa y los ojos llenos de lágrimas, anhelaba el perdón. Pero el triunfo esta vez fue todo lo contrario. “Está contento. Me encanta que me abrace, me bese y me diga ‘gracias por esto’”, se emocionó Amargós mientras Aquiles correteaba de un lado a otro del inmenso y ya casi vacío salón.
Por eso fue el alarido que retumbó no sólo en el salón, sino afuera también. El potente desahogo fue de Ángeles, una de las hermanas de Amargós. A su manera, pegó el grito triunfal, con el mismo significado con el que su hermano también gritaba el 25 de julio. Aquella electrizante imagen de Amargós en cuclillas, en el tatami canadiense, con su rival vencido en el suelo, recorrió el país y el continente.
El recuerdo no estuvo ausente en la Fiesta del Deporte: apareció en el primer video que, con imágenes, resumió las emociones deportivas de los tucumanos. “Es una distinción que esperaba lograrla hace mucho tiempo. Era difícil porque había deportistas de muy buen nivel. La medalla me abrió muchas puertas. Ganarla era algo que siempre soñé porque en 2011 no pude clasificar por un punto a los Panamericanos. Esta vez no me quedé afuera y no me iba a ir sin el oro”, explicó luego de la premiación y de pedir una foto con los atletas especiales que compitieron en los Juegos Evita.
En esta consagración no hubo lamento. Es hasta justo decir que haber obtenido el premio LA GACETA fue más perfecto que ganar el oro. Es que lo de hace cinco meses pasó a miles de kilómetros. Los que más lo quieren lo vieron por televisión y él sintió la necesidad de pedirle disculpas a Aquiles, su hijo. Fue la otra imagen que quedó de Amargós en aquel entonces cuando, con la voz temblorosa y los ojos llenos de lágrimas, anhelaba el perdón. Pero el triunfo esta vez fue todo lo contrario. “Está contento. Me encanta que me abrace, me bese y me diga ‘gracias por esto’”, se emocionó Amargós mientras Aquiles correteaba de un lado a otro del inmenso y ya casi vacío salón.
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