08 Diciembre 2015
HACE 57 AÑOS. En enero de 1958 Horacio Medina, de 18 años, “aprovechó” la inundación para bañarse con sus amigos. Unos minutos más tarde, su cuerpo sin vida fue retirado por los Bomberos. LA GACETA / ARCHIVO.
Esta vez la suerte no quiso que ellos estuvieran ahí para asistirlos, o para dar la señal de alarma. Cuando llueve, los Tannuré suelen quedarse en la galería de planta baja del edificio ubicado en 24 de Septiembre y San Luis, desde donde advierten a los automovilistas que no avancen hacia el puente ferroviario que cruza la siguiente esquina. Pero esta vez ellos no estuvieron ahí y se enteraron de la tragedia cuando escucharon los gritos desesperados: “¡papá, papá!”.
“Todos los años salimos a asistir a alguien. Pero esta vez nos dimos cuenta cuando escuchamos los gritos. Cuando salimos a ver, el agua ya había tapado el techo del auto”, asegura Pablo Tannuré, todavía impresionado por lo que ocurrió la noche del viernes cuando, tras la intensa tormenta, el santacruceño Hipólito Brozoski perdió la vida atrapado bajo el agua. Pablo tiene 25 años y, desde que tiene recuerdos, su tío Gastón ya se metía a la “pileta” que se forma en la calle 24 de Septiembre entre San Luis y Bernabé Aráoz. Y esa “trampa mortal” data de mucho antes, como muestra la crónica que publicara en enero de 1958 LA GACETA, y cuya foto se reproduce en esta página.
“Cuando la zona ya está llena de agua es una cosa, porque te das cuenta. En cambio, cuando está llenándose, el reflejo del agua engaña y parece que sigue la calle, entonces la gente avanza. Cuando estás un poco adentro, el agua levanta la cola del auto y lo arrastra hacia adelante, entonces ya no se puede hacer nada”, describió. “Y suele ocurrir que la gente se bloquea, se queda dura y no reacciona. Nos ha pasado de rescatar a un hombre y preguntarle si está bien, y que el hombre no pueda ni hablar, como si estuviese apagado”.
Otro problema que enumera Tannuré es que los conductores van con las ventanillas cerradas y el aire acondicionado encendido, y no los escuchan a ellos cuando pretenden advertirlos para que no avancen. “Me da bronca porque en la 24 al 1.100 hay un cartel luminoso de la Municipalidad que dice ‘usá casco’ o ‘usá el cinturón’. ¿Por qué no ponen uno en la Suipacha que diga ‘en caso de tormentas, no avance? Ni siquiera hace falta una inversión muy grande, con que pongan una barrera manual que los vecinos podamos bajar, las cosas serían de otra manera. Porque las veces que llamamos a la Policía o a Bomberos... también es un problema para ellos llegar”. “Además, la mayoría de la gente que queda atrapada ahí es de otro lado; no tiene por qué saber qué es lo que pasa ahí”.
Cuando fue consultado por LA GACETA, Luis Chrestia, secretario de Obras Públicas de la Municipalidad capitalina aseguró que hace cinco o seis años que la zona no se inundaba. “No es así. Todos los años se inunda, con una lluvia de 30 minutos ya está lleno de agua”, dice el joven. Y así lo documentan las fotos que suele publicar en su Facebook luego de las tormentas. Antes de este viernes trágico, en enero de 2015 el agua ya se había convertido en una trampa en esa zona.
“Todos los años salimos a asistir a alguien. Pero esta vez nos dimos cuenta cuando escuchamos los gritos. Cuando salimos a ver, el agua ya había tapado el techo del auto”, asegura Pablo Tannuré, todavía impresionado por lo que ocurrió la noche del viernes cuando, tras la intensa tormenta, el santacruceño Hipólito Brozoski perdió la vida atrapado bajo el agua. Pablo tiene 25 años y, desde que tiene recuerdos, su tío Gastón ya se metía a la “pileta” que se forma en la calle 24 de Septiembre entre San Luis y Bernabé Aráoz. Y esa “trampa mortal” data de mucho antes, como muestra la crónica que publicara en enero de 1958 LA GACETA, y cuya foto se reproduce en esta página.
“Cuando la zona ya está llena de agua es una cosa, porque te das cuenta. En cambio, cuando está llenándose, el reflejo del agua engaña y parece que sigue la calle, entonces la gente avanza. Cuando estás un poco adentro, el agua levanta la cola del auto y lo arrastra hacia adelante, entonces ya no se puede hacer nada”, describió. “Y suele ocurrir que la gente se bloquea, se queda dura y no reacciona. Nos ha pasado de rescatar a un hombre y preguntarle si está bien, y que el hombre no pueda ni hablar, como si estuviese apagado”.
Otro problema que enumera Tannuré es que los conductores van con las ventanillas cerradas y el aire acondicionado encendido, y no los escuchan a ellos cuando pretenden advertirlos para que no avancen. “Me da bronca porque en la 24 al 1.100 hay un cartel luminoso de la Municipalidad que dice ‘usá casco’ o ‘usá el cinturón’. ¿Por qué no ponen uno en la Suipacha que diga ‘en caso de tormentas, no avance? Ni siquiera hace falta una inversión muy grande, con que pongan una barrera manual que los vecinos podamos bajar, las cosas serían de otra manera. Porque las veces que llamamos a la Policía o a Bomberos... también es un problema para ellos llegar”. “Además, la mayoría de la gente que queda atrapada ahí es de otro lado; no tiene por qué saber qué es lo que pasa ahí”.
Cuando fue consultado por LA GACETA, Luis Chrestia, secretario de Obras Públicas de la Municipalidad capitalina aseguró que hace cinco o seis años que la zona no se inundaba. “No es así. Todos los años se inunda, con una lluvia de 30 minutos ya está lleno de agua”, dice el joven. Y así lo documentan las fotos que suele publicar en su Facebook luego de las tormentas. Antes de este viernes trágico, en enero de 2015 el agua ya se había convertido en una trampa en esa zona.
Temas
Inundaciones 2015
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