Hay alguien en Tafí del Valle al que le “duele una mujer en todo el cuerpo”. Así concluye “El amenazado” aquel vibrante poema de Jorge Luis Borges que en su penúltimo verso propone: “el nombre de una mujer me delata”.
Ese nombre es “Lore”. Apenas un apodo. Pero tiene la fuerza del viento sur tafinisto que empuja todas las tardes después de la siesta. “Lore” está en todos lados. O, por lo menos, en la cabeza de alguien que está dispuesto a gritarlo. No se escuchan sus voces, se leen.
“Lore te amo” está desparramado a lo largo de los últimos 10 kilómetros antes de que la ruta 307 dé vuelta a la rotonda y se meta en la villa de Tafí.
El amor por “Lore” se grita en azul, en rojo, en verde, en negro. Son pinturas que brotan de algún pincel anónimo y quedan para siempre cuando La Angostura se ensancha y se estira en una recta que hace olvidar la sinuosa cuesta.
“Te amo Lore” no sabe de direcciones ni de tránsito. Lo lee el que va a Tafí y el que viene del valle. El amor por Lore explota y se escribe donde sea. Cerca de Las Nubes o frente a La Siringuilla o en todo caso cerca de donde los duendes tienen su casa. Nada importa.
Así es el amor: cuando asoma el otro, el resto del mundo desaparece. Hasta las leyes se derriten y el prójimo se aleja, se esfuma.
El autor de “Te amo Lore” es así. Está tan enamorado que dañó por lo menos una decena de carteles que los viajeros ya no pueden leer; tan enamorado, que no dimensiona que a los tucumanos les costará por lo menos varios miles de pesos la recuperación de los carteles indicadores: las autoridades advierten que volver a pintar cada cartel cuesta unos $ 800 como mínimo. El amor por “Lore” nos cuesta a todos, pero lo siente sólo uno. “Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo”, llora aquel poema. “Y del delito”, podría haberle agregado Borges.