“Era nuestro cura y ahora va a ser de todos”

“Era nuestro cura y ahora va a ser de todos”

Siete colectivos con tucumanos de los barrios más pobres llegaron a la consagración de monseñor José Melitón Chávez como obispo de Añatuya

CON LOS VECINOS DE LA COSTANERA. Monseñor Melitón Chávez en el centro del grupo de tucumanos. la gaceta / fotos de magena valentie CON LOS VECINOS DE LA COSTANERA. Monseñor Melitón Chávez en el centro del grupo de tucumanos. la gaceta / fotos de magena valentie

“Te cuento un secreto”, le había dicho al oído María Dolores, la mamá de José Melitón Chávez, a una de sus nueras. “Siendo muy joven soñé con un campo bien verde y, al final de todo, un anciano sentado. Caminé hasta donde estaba él, me miró y me dijo: ‘sos la elegida’. Nunca pude entender ese sueño hasta este momento”, le confió a Silvia Juárez de Chávez. Ese día era la ordenación sacerdotal de Melitón.

Otra vez le vino a la memoria ese instante que ocurrió hace 30 años. Silvia pensó que María Dolores ya no está pero que si ella no hubiera sido “elegida”, tampoco su hijo hubiera estado allá arriba, en el altar, a punto de ser consagrado obispo de Añatuya.

Unas 10.000 personas, entre ellas más de 1.000 tucumanos de los barrios más pobres y de los grupos de la Fazenda de la Esperanza, concurrieron a la ordenación episcopal. También fueron más de 20 obispos, el nuncio apostólico monseñor Emil Paul Tscherrig y certenares de sacerdotes, seminaristas y religiosas. Una feroz tormenta obligó a preparar la Catedral para la ceremonia, pero al llegar el momento el cielo se abrió y hasta salieron las estrellas, así que el acto se hizo en el anfiteatro central de Añatuya, donde estaba previsto.

“¡Melitón, Añatuya te estaba esperando hace mucho tiempo!”, le dijo emocionado el consagrante principal, monseñor Adolfo Uriona, obispo anterior de esa diócesis y hoy de Villa de la Concepción del Río Cuarto. Hacía un año que aquella cabeza de la iglesia de Santiago del Estero estaba vacante. En el altar también lo acompañaban el cardenal Luis Héctor Villalba (a quien Chávez se refirió como “padre y maestro”) y el arzobispo de Tucumán, Alfredo Zecca, ambos coconsagrantes. Además de dos sacerdotes que fueron compañeros de ordenación de Chávez, el párroco de La Merced, Carlos Sánchez, y Guillermo Bourlet, de la diócesis de Añatuya. Ellos cumplieron con el rito de pedir la ordenación y de leer la bula.

Una religiosa y un laico del lugar hicieron su recibimiento al pastoral: “Veo que ya se está cumpliendo lo que pide el papa Francisco: ¡qué lío que estamos haciendo!”, dijo el hombre elegido minutos antes para hablar.

Entre el público Lucía, Juan Carlos, Miguel Ángel y Víctor Dardo miraban a su hermano menor con indisimulable orgullo. Melitón era el más chico de sus ocho hermanos, por eso le llamaban “Chiquito”. En su mensaje, el obispo de Añatuya recordó a sus padres, la fe sencilla con la que creció en su pueblo natal, Lastenia. “Mamá era muy devota del Corazón de Jesús y papá, de Nuestra Señora del Valle”, recordó Silvia. Justamente esa imagen de María era la que presidía la ceremonia porque es la patrona de la diócesis.

Las dos Magdalena

En el mar de sillas, había dos mujeres no paraban de llorar. Eran Romina Roda, inseparable compañera del padre Melitón en la construcción de la Fazenda para jóvenes adictos, y Magdalena Tévez, del barrio La Costanera de Tucumán. “¡Era nuestro cura y ahora va a ser de todos! El nos visitaba en nuestras casas y escuchaba nuestros problemas. ¡Era nuestro amigo!” dice la mujer bajando la cabeza. “No hay como el padre Melitón. Él no tenía miedo. Una vez hizo una misa en la misma esquina donde los transas se juntaban a vender droga, les dijo que no utilicen a los chicos para sus cosas”, recuerda Dora Funes. Hasta Josefina Rivadaneira, que hacía dos semanas había perdido a su hijo por una cirrosis estaba allí, acompañando a Melitón. “Él siempre estuvo con nosotros en las buenas y en las malas. Ahora me toca a mí”, dijo sonriendo pero con los ojos tristes.

Quiere ser un obispo cercano y caminar junto a los más pobres

“A la hora de elegir un lema: me vino al corazón y a la mente el contexto de un papa argentino, nuestro papa Francisco. Pensé en su ministerio y en su propuesta de actualizar el Concilio Vaticano II en términos de sinodalidad, es decir, caminar juntos, escuchándonos y discerniendo juntos el sentido de la historia y el llamado del Espíritu presente en los acontecimienos”, explicó el obispo de Añatuya, monseñor José Melitón Chávez. “Acercándose, se puso a caminar con ellos ...”. En Lucas 24,15 encontró su lema.

“Siento que eso es lo que Jesús me pide hoy, imitar su cercanía, desafiando las distancias geográficas y las otras distancias; acercarme sobre todo a los más alejados ... Quiero ser cercano a ustedes, hermanos sacerdotes y religiosas, quiero ser cercano a los fieles y cercano de un modo especial a los más pobres”, afirmó monseñor Melitón después del rito de consagración en el anfiteatro del centro de la ciudad de Añatuya. Ya a continuación recordó el pensamiento del papa Francisco: “quiero una Iglesia pobre para los pobres”. 

Monseñor Melitón Chávez es el cuarto obispo de la diocesis de Añatuya, una de las más pobres del país. Fue fundada por monseñor Jorge Gottau, el creador de la colecta nacional “Más por menos”. Gottau nació en Buenos Aires, como los otros dos obispos que le siguieron, monseñor Adolfo Uriona (orionita de Mar del Plata) y Antonio Juan Baseotto. De modo que monseñor Chávez es el primer obispo del NOA. Él mismo lo explicó después de la ceremonia, al conversar con dos periodistas de Tucumán: “El NOA es una región, una instancia pastoral donde se intenta elaborar caminos comunes para caminar como hermanos. Por eso el hecho de que sea yo un sacerdote del NOA para el NOA es también una opción que hace el Santo Santo de respetar la región para que los actores podamos hablar un mismo lenguaje y tener una misma sintonía cultural”. 

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