Por Pablo Hamada
18 Octubre 2015
INTOCABLES PERO NO ETERNAS. Muchas casas -más que centenarias- eran patrimonio cultural, y les faltaba mantenimiento. fotos de lagacetasalta.com.ar
La mañana del sábado en El Galpón iba a ser tranquila como cualquier otra hasta que la fuerza de la tierra destruyó gran parte del paisaje de esta pequeña localidad de 8.700 habitantes. A las 8.33 un temblor de 5,9 grados en la escala de Ritcher despertó como nunca a sus vecinos y los obligó a salir a la calle desolados.
Alberta Flores, de 94 años, fue la víctima fatal del sismo. La abuela no pudo escapar del derrumbe de su casa y murió aplastada por una pared. Era docente rural, muy conocida en la iglesia de El Galpón que hasta el propio arzobispo Mario Cargnello la recordó cuando llegó desde la capital salteña. Su sobrino político, Pedro Argarañaz, vivía con ella y le contó a LA GACETA que se despertaron por el “sacudón tremendo” y que corrieron junto a su esposa a cobijarse bajo el marco de una puerta. Luego salieron al patio, cuando todas sus pertenencias se caían y la polvadera les dificultaba el camino.
Según el médico de guardia del hospital local, Julio Say, ninguno de los heridos debió ser hospitalizado, pese a que tuvieron que atender a 29 pacientes que llegaron por su cuenta. Hubo tres personas con quemaduras de agua, una con fractura de muñeca por la caída de su silla de ruedas, cinco con heridas y 20 con traumatismos leves.
Las viviendas derrumbadas debieron remodelarse hace mucho tiempo, comentaron varios vecinos que habitaban en casas construidas hace más de un siglo y que seguían en pie con el título de patrimonio arquitectónico, pero sin estructura antisísmica.
Cintia Montenegro contó que alquila la casa más antigua del pueblo y que el municipio nunca la dejó remodelarla, justamente por formar parte de historia y la cultura de El Galpón. “Ya tenía las paredes rajadas y había partes, como el primer piso, que era inhabitable”, aseguró. Ese primer piso ahora puede verse por completo desde la calle, y la estructura de la planta baja corre peligro, por eso Cintia estaba con sus hijos en la esquina, rodeada de parientes. “Ahora sí que vamos a tener que empezar de nuevo”, lamentó la comerciante.
La casa de José Issa también podía verse desde cualquiera de los lados de la manzana ya que su medianera no aguantó. Los ladrillos estaban por todo el patio, que según él será el cobijo para la noche, ya que los bomberos y las autoridades municipales no le permitían que duerma bajo el techo de la vivienda. Contó que “con gran sacrificio” restauró parte de la casa, pero ahora los techos estaban rajados, había escombros encima de las cuchetas y los pocos electrodomésticos estaban rotos.
No sólo los particulares lamentaron daños en sus viviendas. La iglesia del pueblo estaba en pie pero en su fachada lucían grietas que deberán ser analizadas por las autoridades. El campanario se rajó por completo y las imágenes fueron evacuadas, algunas en el patio y otras en la vereda, donde la gente transitaba y de paso les daba un beso.
La escuela centenaria María Güemes de Tejada no tuvo la misma suerte y se desmoronó sobre la calle. El secretario de obras públicas de la provincia, Sergio Zourpudes , nformó que el edificio del recinto no tiene solución y que tendrá que ser demolida. La misma suerte correrán 18 casas con daños irreparables. El gobernador Juan Manuel Urtubey fue hasta el pueblo durante la mañana, se acercó hasta la intendencia y cerca del mediodía comenzó a recorrer las calles junto al intendente Héctor Romero. “Vamos a reparar los daños”, prometió el mandatario, mientras los vecinos se acercaban a pedir que fuera a sus casas para que viera las grietas que había dejado el sismo.
El jefe comunal, a dos meses de terminar su mandato, se veía conmovido y en algunos momentos perdido. Reconocía que no estaban preparados para un hecho de esas características y que era “un día negro para los galponeneses”. Romero contó a LA GACETA que estaba en su casa con su esposa y su hija cuando ocurrió el temblor: “estamos en shock y en pánico, hasta que pongamos en orden la cabeza”, explicó.
Según el jefe de la policía, Marcelo Lami, 120 efectivos llegaron para ayudar en las tareas de coordinación y relevamiento. En el operativo también asistieron Gendarmería Nacional, Defensa Civil y los bomberos voluntarios de Joaquín V. González.
Alberta Flores, de 94 años, fue la víctima fatal del sismo. La abuela no pudo escapar del derrumbe de su casa y murió aplastada por una pared. Era docente rural, muy conocida en la iglesia de El Galpón que hasta el propio arzobispo Mario Cargnello la recordó cuando llegó desde la capital salteña. Su sobrino político, Pedro Argarañaz, vivía con ella y le contó a LA GACETA que se despertaron por el “sacudón tremendo” y que corrieron junto a su esposa a cobijarse bajo el marco de una puerta. Luego salieron al patio, cuando todas sus pertenencias se caían y la polvadera les dificultaba el camino.
Según el médico de guardia del hospital local, Julio Say, ninguno de los heridos debió ser hospitalizado, pese a que tuvieron que atender a 29 pacientes que llegaron por su cuenta. Hubo tres personas con quemaduras de agua, una con fractura de muñeca por la caída de su silla de ruedas, cinco con heridas y 20 con traumatismos leves.
Las viviendas derrumbadas debieron remodelarse hace mucho tiempo, comentaron varios vecinos que habitaban en casas construidas hace más de un siglo y que seguían en pie con el título de patrimonio arquitectónico, pero sin estructura antisísmica.
Cintia Montenegro contó que alquila la casa más antigua del pueblo y que el municipio nunca la dejó remodelarla, justamente por formar parte de historia y la cultura de El Galpón. “Ya tenía las paredes rajadas y había partes, como el primer piso, que era inhabitable”, aseguró. Ese primer piso ahora puede verse por completo desde la calle, y la estructura de la planta baja corre peligro, por eso Cintia estaba con sus hijos en la esquina, rodeada de parientes. “Ahora sí que vamos a tener que empezar de nuevo”, lamentó la comerciante.
La casa de José Issa también podía verse desde cualquiera de los lados de la manzana ya que su medianera no aguantó. Los ladrillos estaban por todo el patio, que según él será el cobijo para la noche, ya que los bomberos y las autoridades municipales no le permitían que duerma bajo el techo de la vivienda. Contó que “con gran sacrificio” restauró parte de la casa, pero ahora los techos estaban rajados, había escombros encima de las cuchetas y los pocos electrodomésticos estaban rotos.
No sólo los particulares lamentaron daños en sus viviendas. La iglesia del pueblo estaba en pie pero en su fachada lucían grietas que deberán ser analizadas por las autoridades. El campanario se rajó por completo y las imágenes fueron evacuadas, algunas en el patio y otras en la vereda, donde la gente transitaba y de paso les daba un beso.
La escuela centenaria María Güemes de Tejada no tuvo la misma suerte y se desmoronó sobre la calle. El secretario de obras públicas de la provincia, Sergio Zourpudes , nformó que el edificio del recinto no tiene solución y que tendrá que ser demolida. La misma suerte correrán 18 casas con daños irreparables. El gobernador Juan Manuel Urtubey fue hasta el pueblo durante la mañana, se acercó hasta la intendencia y cerca del mediodía comenzó a recorrer las calles junto al intendente Héctor Romero. “Vamos a reparar los daños”, prometió el mandatario, mientras los vecinos se acercaban a pedir que fuera a sus casas para que viera las grietas que había dejado el sismo.
El jefe comunal, a dos meses de terminar su mandato, se veía conmovido y en algunos momentos perdido. Reconocía que no estaban preparados para un hecho de esas características y que era “un día negro para los galponeneses”. Romero contó a LA GACETA que estaba en su casa con su esposa y su hija cuando ocurrió el temblor: “estamos en shock y en pánico, hasta que pongamos en orden la cabeza”, explicó.
Según el jefe de la policía, Marcelo Lami, 120 efectivos llegaron para ayudar en las tareas de coordinación y relevamiento. En el operativo también asistieron Gendarmería Nacional, Defensa Civil y los bomberos voluntarios de Joaquín V. González.
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