02 Octubre 2015
SOLEDAD BARRUTI. Periodista y autora del libro “Malcomidos”.
“El 80% del paquete de un producto es publicidad”, afirma Soledad Barruti, periodista y autora del libro “Malcomidos”, una investigación sobre la industria alimentaria argentina. Da el ejemplo de los jugos en sobres, que en la portada muestran naranjas frescas, pero en los ingredientes no hay rastros de ese cítrico. “Es un combo que tiene cuatro edulcorantes, colorantes y azúcar. Una bomba química el polvo que lo último que tiene es naranja”, advierte.
Ella hizo la prueba y desde su página de Facebook comenzó a publicar las etiquetas de algunos productos; al instante la información comenzó a viralizarse. “Me sorprendí porque lo único que estaba haciendo era leer la etiqueta. Por ejemplo, la de una bebida que se presenta como muy saludable en base a hierbas y, en realidad, está llena de colorantes, azúcares y edulcorante, igual que un jugo sintético”, comenta.
Para el consumidor desinformado, la trampa se presenta como una verdad absoluta. “Hay paquetes en los que se resalta que el producto tiene calcio, vitamina C y hierro. Cuando los das vuelta es cierto, pero vienen revestidos en altas dosis de azúcar, sal y colorantes”. Para Barruti la solución debe ser drástica: prohibir la publicidad en los alimentos. También la reeducación del consumidor al momento de elegir. “Nos acostumbraron a confundir publicidad con información”, dice.
El etiquetado es obligatorio y las empresas deben destinarle un espacio en sus envases. “Es como si dijeran: ‘nos obligaron a esto así que te lo vamos a dar de manera que te sea imposible leerlo y entenderlo’”, opina.
Frente a esto no es de extrañar que al momento de comprar la mayoría de los consumidores sólo lea la fecha de vencimiento. Pero ni siquiera en esto se puede confiar, explica Barruti. “Nos hicieron creer que el vencimiento está relacionado con la salud y la inocuidad, cuando en realidad muchas veces tiene que ver con la pérdida de la calidad organoléptica”, añade. Significa que pasada esa fecha el alimento puede ser menos amarillo o tener menor perfume, pero sigue siendo apto para el consumo.
“En Europa hay supermercados que abrieron sucursales para vender productos que en teoría vencieron -cuenta-. Es una medida para no tirar a la basura alimentos que se pueden seguir consumiendo. En el mundo, un tercio de lo que se produce va a la basura. Esto de alguna manera también beneficia a las empresas.
Ella hizo la prueba y desde su página de Facebook comenzó a publicar las etiquetas de algunos productos; al instante la información comenzó a viralizarse. “Me sorprendí porque lo único que estaba haciendo era leer la etiqueta. Por ejemplo, la de una bebida que se presenta como muy saludable en base a hierbas y, en realidad, está llena de colorantes, azúcares y edulcorante, igual que un jugo sintético”, comenta.
Para el consumidor desinformado, la trampa se presenta como una verdad absoluta. “Hay paquetes en los que se resalta que el producto tiene calcio, vitamina C y hierro. Cuando los das vuelta es cierto, pero vienen revestidos en altas dosis de azúcar, sal y colorantes”. Para Barruti la solución debe ser drástica: prohibir la publicidad en los alimentos. También la reeducación del consumidor al momento de elegir. “Nos acostumbraron a confundir publicidad con información”, dice.
El etiquetado es obligatorio y las empresas deben destinarle un espacio en sus envases. “Es como si dijeran: ‘nos obligaron a esto así que te lo vamos a dar de manera que te sea imposible leerlo y entenderlo’”, opina.
Frente a esto no es de extrañar que al momento de comprar la mayoría de los consumidores sólo lea la fecha de vencimiento. Pero ni siquiera en esto se puede confiar, explica Barruti. “Nos hicieron creer que el vencimiento está relacionado con la salud y la inocuidad, cuando en realidad muchas veces tiene que ver con la pérdida de la calidad organoléptica”, añade. Significa que pasada esa fecha el alimento puede ser menos amarillo o tener menor perfume, pero sigue siendo apto para el consumo.
“En Europa hay supermercados que abrieron sucursales para vender productos que en teoría vencieron -cuenta-. Es una medida para no tirar a la basura alimentos que se pueden seguir consumiendo. En el mundo, un tercio de lo que se produce va a la basura. Esto de alguna manera también beneficia a las empresas.
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