Hay que dejar de macanear con la Constitución

Hay que dejar de macanear con la Constitución

La Constitución de Tucumán no establece en ninguno de sus 170 artículos (Preámbulo incluido) que las elecciones provinciales deban celebrarse en un marco de reparto de bolsones, urnas quemadas, acarreo de votantes, urnas “embarazadas”, tiroteos, urnas vaciadas, copamiento de escuelas, ni urnas que llegan abiertas a la Junta Electoral Provincial, ese organismo que aplica un curioso concepto de custodia, porque niega que esas cajas con votos lleguen sin estar cerradas, pero igual las refaja en un ámbito donde las cámaras de seguridad no funcionan por culpa de los apagones que ni siquiera EDET tiene registrados.

Léase, para celebrar elecciones en contextos que no configuren históricas vergüenzas nacionales no hace falta reformar la Constitución, como pretenden los ciudadanos que exhiben precarios certificados de autoridades electas, cuya validez será plena sólo cuando quede firme el fallo de la Corte provincial que declaró perfectamente válidos los comicios donde todo aquello ocurrió. Es decir, no hace falta cambiar la Carta Magna para tener comicios dignos porque lo que hace falta para eso es una dignidad que no depende de la Ley Fundamental sino de las autoridades de los poderes del Estado que ella constituye.

Más aún, ni siquiera hace falta tocar el texto constitucional para conjurar el patético escenario de 25.400 candidatos para 347 cargos electivos, justamente porque lo que se necesita es cumplirlo. El 6 de junio de 2006 se promulgó la Carta Magna en la que el alperovichismo se emplazaba a sí mismo a sancionar, en 120 días, la Ley de Régimen Electoral y de los Partidos Políticos. El carnaval de 503 acoples (cada uno es una fuerza) no ha sido responsabilidad de la Ley Fundamental sino de la mora constitucional de nueve años de este Gobierno, que nunca se ocupó de dictar la norma reglamentaria que ciñera el sistema comicial para evitar este desborde.

Dicho de otro modo, ¿a los convencionales constituyentes que concretarían la reforma supuestamente ineludible para desterrar las maniobras fraudulentas del clientelismo los van a elegir mediante este régimen de comicios librados a la suerte del clientelismo?

Por cierto, si hay medio millar de partidos es porque la actual Legislatura sumó al bestiario normativo alperovichista una ley que prorrogó la vigencia de todas las fuerzas provinciales, incluso las que no sacan más de 10 votos, en nombre de la razón más invocada en la producción de derecho público provincial entre 2003 y 2015: “porque quiere al gobernador”.

Aquí, justamente, es donde se evidencia otro de los absurdos del oficialismo: cuestionan la Constitución, al grito de la necesidad de modificarla, los mismos (pero los mismos) que alumbraron esta Constitución el 6 del 6 del 6.

Pretensiones

Precisamente, si hubiese que reformar la Ley Fundamental sería para deshacer todo lo que hicieron quienes hoy manifiestan -desde antes de asumir el nuevo mandato- sus intenciones de cambiarla. Si hubiera que reformarla sería para des-alperovichizarla. Para establecer que los decretos de necesidad no adquieren fuerza ley ante el silencio legislativo, sino que devienen nulos. Para pautar que no hacen falta más votos para acusar y destituir al gobernador que para los miembros de la Corte. Para darle rango constitucional al órgano que selecciona jueces, el CAM, porque la Carta Magna de 2006 delegaba su formación en la alegre discrecionalidad del Poder Ejecutivo. Para fijar un Jurado de Enjuiciamiento de jueces en el cual, a diferencia del actual, seis de los ocho miembros no pertenezcan al poder político. Para que haya Justicia Electoral o, si se preferirá que continúe habiendo Junta Electoral, para que haya una que no pueda terminar desnaturalizada en su neutralidad.

Pero para lo que no hace falta la reforma es para gozar de elecciones decentes. Y este oficialismo sabe que cuando existe vocación verdadera por hacer algo, no hay impedimentos. La proclamación de los ganadores de los comicios del 23 de agosto es la prueba más actual: aunque el fallo de la Corte provincial que declara válidas esas elecciones no está firme todavía, porque la eventual intervención de la Corte nacional no está cerrada aún, una mayoría de los miembros del máximo tribunal (de parentescos mayores con funcionarios y legisladores) levantó la cautelar firme que prohibía declarar candidatos electos, en clarísimo alzamiento contra el Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, que regula los efectos del Recurso Extraordinario Federal. Ya que tienen tanto afecto por la doctrina de los hechos consumados en materia de resultados electorales, ¿no tienen ni un poquito de vocación por consumar el hecho de procedimientos que garanticen una mayor calidad electoral?

Dos alternativas se deducen del precoz discurso reformista de los nuevos representantes aún en incubadora. La primera opción es que, en realidad, no quieren ningún nuevo régimen electoral, porque este les da resultado, y entonces apelan a la rigidez de la Constitución –retocarla demanda un mecanismo complejo- para maquillar sus ganas de que todo siga como hasta ahora. La segunda es que, una vez más, quieren meter mano en el sistema de reelecciones, para eliminar cualquier tope, y están usando la necesidad de cambiar esta vergüenza de sistema comicial como excusa.

Mensajes

Así como el oficialismo parlamentario cuasi-pleno electo ha expuesto ya su más profundo alperovichismo cultural en su deseo de convertir a la Constitución en un objeto de macaneo (decir mentiras o desatinos, según la Real Academia Española), Juan Manzur ha ratificado, ahora que ha terminado la campaña electoral, un discurso proselitista que podría traducirse en dos palabras: “Chau Alperovich”. Declaró al actual mandatario como un tercero que “seguirá trabajando con nosotros”; y, para ratificar su condición de nueva ajenidad, determinó: “tendrá que cambiar su rol, porque ahora será senador”.

Verdad o discurso, esa es la cuestión.

Para los que deciden creerle al actual vicegobernador, él está marcando distancia tanto para pasar factura por la colección de errores del Gobierno durante el proceso electoral (es más fácil descubrir cómo se construyó la gran pirámide de Giza que desentrañar por qué el Estado no apelo la cautelar que prohibió declarar ganadores). Y, a la vez, está diciendo que, a partir del 29 de octubre, nada tiene que hacer ya su predecesor. Armado del gabinete incluido.

Para los que eligen no creerle, sólo está manteniendo su plan de construcción de popularidad. A Manzur, pretenden en sus proximidades, las encuestas le dijeron tempranamente que, en San Miguel de Tucumán, una porción mayoritaria profesaba (antes que amor por el radical José Cano y el peronista Domingo Amaya) desencanto con José Alperovich. Sostienen, entonces, que sólo desliza cuestionamientos anodinos contra el mandatario saliente para tratar de presentarse como alguien distinto que su compañero de fórmula durante los últimos ocho años.

En cualquier caso, la “cuestión” será elucidada en un mes. El 25 de octubre, Alperovich intentará ser electo senador. Ir en la misma boleta con Daniel Scioli, el precandidato más votado en las PASO, es una ventaja, pero también es cierto que el bonaerense sacó 85.000 votos más que el tucumano el 9 de agosto. Ser gobernador todavía en ejercicio es otro elemento a favor, pero no menos cierto es que entregará el poder tres días después, con lo cual la posibilidad de que un sector de la dirigencia le dé la espalda es, desde el fin del mirandismo, una probabilidad estadística real.

En todo caso, será Manzur el co-garante de los comicios nacionales, porque si no prospera el recurso extraordinario federal planteado ayer por el opositor Acuerdo por el Bicentenario, y finalmente se queda por cuatro años con la poltrona de Lucas Córdoba, él será quien le advierta a la grey justicialista que tronará el escarmiento contra los que no trabajen por Alperovich… o no.

Papeles

También dentro de un mes estará listo el próximo gabinete y se verá si está libre de injerencia alperovichista. Hay, en la composición legislativa certificada como electa, mucha gente comprándose traje para estrenar como funcionario del Poder Ejecutivo. Y en el entorno del binomio gubernamental del Frente para la Victoria hay sastres que sostienen que se están apresurando con el cambio de sacos, porque se van a quedar en la Legislatura, nomás. Pregonan, de hecho, que el gabinete, más allá de que sorprenda o no, “va a ser un mensaje para afuera, y también para adentro”.

Dentro de un mes, también, asumirá un número inédito (cuanto menos a la vuelta de una década) de adversarios del Gobierno. Serán un tercio de la Legislatura, la mitad del Concejo Deliberante de la Capital y los administradores de cuatro intendencias.

Para entonces comenzará a conocerse la real dimensión de las declaraciones de Osvaldo Jaldo respecto de sus antagonistas. “Hace muchos años los vienen votando para que sean oposición y ya tuvieron tiempo de aprender el rol que les toca”, desafió el compañero de fórmula de Manzur. Pero la oposición que llega -y eso sí que no tiene antecedentes- cuenta con peronistas entre sus filas. Esos opositores, antes de asumir, pasarán por los comicios presidenciales.

¿A quién van a votar para conducir el país? ¿Van a trabajar todos por un presidenciable; o los radicales lo harán por Macri y los peronistas lo harán por Massa? ¿O los “compañeros”, que deben administrar la capital durante cuatro años, sin amigos en Casa de Gobierno, se decidirán veladamente por Scioli? Cuando decidan, escogerán un papel. Estarán eligiéndose.

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