El error político del alperovichismo cabalgó en la plaza

El error político del alperovichismo cabalgó en la plaza

La escalada de declaraciones políticas se transformó en anécdota cuando la movilización copó la plaza. A esos miles de tucumanos los esperaba una represión feroz.

El lunes 24 de agosto terminó hecho un estrago. La protesta en la plaza Independencia se le fue de las manos al alperovichismo. A las 22.56, un grupo de policías a caballo avanzó contra el gentío. Querían dispersar a los manifestantes y, en el camino, pasaron por encima de todo lo que se les cruzaba. Pegaban con el rebenque, mientras los más osados respondían con naranjazos. Otros huían a las corridas hacia la Catedral. Algunas mujeres con hijos en brazos aceleraban el paso para tratar de huir de la zona roja. La nube de los gases lacrimógenos se propagaba desde las escalinatas de la Casa de Gobierno hasta las puertas de la iglesia de San Francisco. De fondo se oían las balas de goma. En medio de la avanzada de los caballos, un joven se quedó de pie sobre el asfalto y extendió los brazos como un espantapájaros. Estaba inmóvil, como los pasajeros en los aeropuertos que abren los brazos dispuestos al cacheo. En señal de paz, el joven se quedó petrificado delante del cordón policial. Ese gesto no amilanó a los policías, que avanzaron con sus caballos. El joven trastabilló entre las patas de los animales y cayó al piso. Para llegar a ese punto extremo de la barbarie antes, varias horas antes, pasaron muchas cosas.

La mañana del lunes había comenzado atípica, con un runruneo contínuo por las actitudes de los principales competidores por la gobernación. Tanto Juan Manzur (PJ) como José Cano (UCR) se habían adjudicado el triunfo en las urnas. Cada uno por su lado, se expresó en público con exultante actitud triunfalista. Así se habían ido a dormir la noche del domingo. Sin embargo, los tucumanos hablaban de la quema de urnas y las piedras que se arrojaron en San Pablo, de las detenciones de dirigentes en Los Ralos, de la quema de urnas en Sargento Moya. Las anécdotas sobre irregularidades se compartían a través de las redes sociales con fotos, comentarios y algunos videos caseros grabados con celular.

El murmullo crecía en las mesas de los bares, en cualquier esquina de un barrio, en los negocios del centro. En la capital, casi nadie prestaba atención al Correo Argentino que anunciaba un 62% de las mesas escrutadas.

No se tomaba en serio el 54% de votos para Manzur, ni el 41% para Cano. Tampoco el 55% para Germán Alfaro, ni el 36% para Pablo Yedlin.

Indignación y marcha

Por las redes sociales circulaba una convocatoria con menos caracteres de los que caben en un tuit: “marchamos a la plaza Independencia, hoy a las 20, contra el fraude electoral”.

Aquel lunes, en las horas previas, era una incógnita saber si esa convocatoria iba a tener éxito. Por WhatsApp, Twitter y Facebook la voz se extendía como en una enredadera entre los tucumanos indignados.

Antes del mediodía, el duelo tucumano repercutía en Buenos Aires. Mauricio Macri (PRO) y Daniel Scioli (PJ) desfilaban por las radios porteñas con la lengua filosa y el escándalo rebotaba en todo el país.

Macri sostuvo que hubo “un clima de violencia, con gente golpeada, gendarmes atacados y urnas quemadas. Si esto es lo que se viene para las elecciones generales del 25 de octubre, honestamente estamos muy complicados como Nación”, planteó. La respuesta de Scioli no tardó. “Pido con toda responsabilidad a Macri que admita la derrota electoral, y felicite a Juan Manzur como yo he hecho con otros gobernadores que no son del palo”, afirmó.

A la efervescencia que se vivía aquel mediodía, la dirigencia política le sumaba combustible pesado con declaraciones cada vez más hostiles. Nada lograba que los tucumanos cambiaran de tema. Por si fuera poco, al round entre Macri y Scioli en las radios se sumó Sergio Massa (Frente Renovador). “No se puede decir que Manzur es el nuevo gobernador. Hay que ser responsables, tener todas las actas, comparar los telegramas con los certificados de los fiscales, y hay que ir a la apertura de urnas, que es donde está expresado el derecho de la gente”, afirmó.

A esa altura, estaba claro que, al menos los candidatos tucumanos, no iban a dormir la siesta aquel lunes. La presión política de la oposición iba en aumento y al gobernador, José Alperovich, no le quedaba otra que salir a decir algo con urgencia. “Si la oposición y la Junta Electoral quieren abrir todas las urnas, que lo hagan, porque buscamos la transparencia”, advirtió.

La tarde avanzaba con telefonazos de los medios porteños. Buscaban saber cómo fue que se incendiaron las urnas en San Pablo. Interrogaban sobre la batalla con piedras entre lugareños y la reacción de la Gendarmería. Y, al final, llegó la hora señalada. A las 20, un grupo se concentró en la plaza y bajó a la calle para cortar el tránsito. Con el correr de los minutos llegaron más y más hasta que la plaza quedó abarrotada de indignación. Llevaban más de dos horas y media de pie frente a la Casa de Gobierno cantando consignas contra Alperovich y Manzur hasta que la Policía lanzó gases, balas de goma y sacó los caballos para dispersar a la gente. Lo logró, pero dejando heridos en el camino y un costo político tan alto que le duró toda la semana.

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