“Yo no podía respirar. Mi hermanito (de seis años) tampoco”. La niña de 12 años muestra su delgada pierna izquierda primero, y la derecha después. En ambas tiene heridas de balas de goma. La lastimaron en la represión policial del lunes a la noche. Le dolió mucho, pero no se dejó vencer por el miedo. Por eso la pequeña estuvo anoche en la plaza Independencia, en la segunda protesta multitudinaria de ciudadanos indignados, acompañada por su hermana Lucía, de 21 años.
A las 20, hora en que estaba previsto que empezara la marcha -convocada a través de mensajes de texto y de las redes sociales-, la marea humana ocupaba todo el frente de la Casa de Gobierno. Las vallas de hierro y unos 50 policías cubrían la sede del Poder Ejecutivo. Los de uniforme recibían insultos, todos vinculados con el caótico accionar de la fuerza de la noche anterior. Sobre la calle 25 de Mayo mucha gente permanecía sentada. Algunos grupos encendieron velas. Las columnas de manifestantes llegaban desde todas las esquinas de la plaza. De tanto en tanto explotaban bombas de estruendo y petardos. No hubo más que banderas, carteles y cánticos contra el gobernador José Alperovich y el vicegobernador Juan Manzur, y contra el proceso electoral del domingo pasado hasta las 21, cuando un grupo de hombres tumbó las vallas, subió las escaleras y avanzó hasta la explanada de la Casa de Gobierno. Los policías corrieron hacia el interior del edificio.
Esta vez no hubo represión. Pero un agente quedó tendido en el suelo, y una mujer también requirió asistencia médica. Al parecer, todo fue producto de la multitud que llegó hasta la puerta principal del histórico Palacio. Una gruesa cadena frenó a los hombres, que fueron señalados como militantes de corrientes internas de la Unión Cívica Radical y del gremio bancario. Del otro lado del umbral, en la oscuridad del hall del edificio gubernamental, se veían los enormes negros escudos con la leyenda “Policía”, sostenidos por agentes con postura firme. Ellos también recibieron insultos. Dos muchachos pintaron la palabra “gato” en la fachada con aerosol rojo. “¡Tucumán! ¡Tucumán!”, comenzó a gritar la plaza. Luego fue el turno del Himno, y siguieron con la versión local de “Brasil, decime qué se siente”: Manzur decime qué se siente / ganar con fraude electoral...). Cuando parecía que podía haber otro desmadre, protagonizado por unos jóvenes que habían subido a los faroles de la explanada de Casa de Gobierno para romperlos, la multitud mostró su fuerza. El más fornido de los hombres fue “bajado” de las alturas y llevado hasta un costado, donde unos policías primero intentaron arrestarlo pero finalmente desistieron, también por la intervención de las personas que estaban allí. “Por culpa de gente así nos hacen quedar mal”, gritó una mujer. Eran las 21.15 cuando alguien le alcanzó un megáfono a Alberto Lebbos, que acababa de marchar alrededor de la plaza como todos los martes, pidiendo justicia por el crimen de su hija Paulina. “Tenemos que rebelarnos con fuerza, pero sin violencia”, exclamó desde la puerta del Palacio de Gobierno.
La multitud le respondió: “¡se siente, se siente, Paulina está presente!”. Desde allí se veía una marea interminable de ciudadanos indignados. “Hace 50 años que vivimos acá y nunca, pero nunca, vi tanta gente en una manifestación”, dijo Claudia Sadir, vecina del edificio en altura más próximo a la sede del Ejecutivo. Si el lunes a la noche hubo 20.000 personas según la Policía, ayer esa cifra fue superada con creces. Incluso, no se notó la ausencia de un grupo que partió a las 22 para reclamar ante la Junta Electoral Provincial. Otras 250 personas llevaron sus cantos y gritos a Yerba Buena, frente a la casa de Manzur. En la plaza Independencia los indignados volvieron a mostrar carácter cuando un joven trató de romper la cadena de la puerta de la Casa de Gobierno. Pasadas las 22.30, un grupo de militantes radicales comenzó a cantar a favor de José Cano. Primero se escucharon silbidos. Luego, los gritos de la multitud superaron la voces partidarias: “¡Tucumán! ¡Tucumán!”. A las 23 volvió a sonar el Himno. Entonces, los manifestantes comenzaron a dispersarse lentamente. Pero se apagaron las luces de la Casa de Gobierno, y los ánimos volvieron a encenderse.
Unos adolescentes arrojaron un petardo al hall del edificio gubernamental, donde estaban los oficiales de Infantería. Otra vez aparecieron las reprimendas de entre los movilizados. “Somos miles de personas que acordamos que esto va a ser en paz”, les gritó un hombre de cabellos canos. Pasó la medianoche, y miles seguían allí, en la plaza Independencia. Esta vez la violencia no signó la protesta, y la niña de 12 años que hablaba al inicio de este texto pudo volver a su casa sin tener que ser asistida junto con su hermanito en el Hospital de Niños.