Por Gustavo Frías Silva
15 Agosto 2015
cadena3.com
Las lluvias que se están registrando en casi todo el territorio nacional están ocasionando, por el exceso actual de agua caída, serios inconvenientes, sobre todo en las diferentes zonas productivas de la provincia de Buenos Aires.
En el caso de Tucumán y nuestra región, las lluvias están paralizando actividades productivas importantes, como la zafra azucarera, que todavía no llegó a la mitad de su cosecha, y a la zafra citrícola que, por suerte, está casi finalizada.
Lo cierto es que las actuales lluvias están teniendo diferentes efectos según desde el lugar que se lo mire. Es increíble que, por el momento que vive el país, con una situación económica afectada por la inflación no reconocida, por problemas productivos dados por efectos climáticos que afectaron rendimientos en muchos cultivos y por problemas de comercialización en precios y restricciones, hoy el problema de las inundaciones está siendo manejado políticamente y no se buscan las reales causas que provocaron este efecto de la naturaleza.
Casa de brujas
Las autoridades nacionales culpan al campo y al uso de la “siembra directa” (SD) como los culpables de dichos eventos. Distintos organismos de investigación afirman que la adopción de la “siembra directa” en el país contribuyó a mejorar el control de la erosión hídrica y eólica de los suelos y su degradación física, química y biológica, produciendo efectos benéficos, tales como el incremento en el reciclaje de los nutrientes y el aumento de la tasa de infiltración, entre otros efectos ventajosos para el funcionamiento del sistema suelo-agua-planta, a mediano y largo plazo. Estos cambios, a su vez, estimularon la expansión de la agricultura y de la ganadería a zonas antes consideradas marginales, mejoraron la rentabilidad de la agricultura (con la disminución de los costos y de tiempos operativos y la obtención de mejores rendimientos en años con estrés hídrico corto) y aumentaron la sostenibilidad de los sistemas agropecuarios en todo el país.
En otros estudios llevados adelante, se demuestra que la “siembra directa” funciona muy bien en suelos de diferentes texturas, tales como franco-arenosos y arenosos-francos del Oeste de la provincia de Buenos Aires y del Sur de Córdoba, en suelos franco-limosos del Sur de Santa Fe, y hasta en suelos franco-arcillosos de la provincia de Entre Ríos y en la mayoría de los suelos dedicados al cultivo de granos del NOA. Es que la “siembra directa” controla la erosión hídrica en tierras con relieve ondulado, y la erosión eólica en regiones semiáridas con suelos de texturas arenosas. Esto se debe al mejoramiento de las propiedades físicas, químicas e hídricas del suelo, a través de la acumulación de materia orgánica y del mantenimiento de una estructura estable al impacto de las gotas de lluvia y de su porosidad.
El mejoramiento físico e hídrico de los suelos permite, que la mayor parte del agua de lluvia se infiltre en el suelo y esté disponible para los cultivos, disminuyendo sensiblemente la pérdida de agua por escurrimiento superficial y la erosión. En numerosos estudios se demuestra que las infiltraciones de una lluvia de unos 60 mm, en suelos donde se usa “directa”, superan en la mayoría de los casos el 80% y hasta llega al 100% en suelos más livianos.
El control de la erosión de la SD se debe también al efecto protector de los rastrojos de los cultivos en superficie, los cuales evitan el impacto directo de las gotas de lluvia sobre la superficie del suelo, evitando la destrucción de los agregados y la formación de “sellos ó costras”. De esta forma, se garantiza una alta infiltración del agua y el almacenamiento en el perfil. Una abundante cantidad de rastrojos de cosecha, además de las ventajas mencionadas, constituye una importante reserva de macro y micronutrientes. Es realmente inadmisible que se culpe a un sistema de siembra de las graves consecuencias que generan las inundaciones, ya que antes de la aparición de la SD, los suelos agrícolas del país eran cultivados con la labranza convencional, que lo exponían a las lluvias y al viento provocando erosiones hídricas y eólicas de graves consecuencias. Cuando los suelos estaban cultivados y desnudos, el agua de las lluvias iniciales provocaban su costra y el resto de la lluvia sólo corría en superficie y se acumulaba en los bajos y en campos planos muy extensos, provocando inundaciones.
Uno de los problemas actuales de las inundaciones, son estructurales y por la falta total de mantenimiento de las obras hidráulicas (drenaje y desagüe). Hoy, en el mundo, los productores que usan SD están muy identificados con este sistema y sus ventajas. Por otra parte, sería muy perjudicial para la protección y conservación de las tierras el abandono de la “directa”, especialmente en tierras ubicadas en regiones húmedas con problemas de erosión hídrica, y en las semiáridas con déficit de agua y erosión eólica. De ocurrir esto último podrían perderse, en pocos años, muchos de los efectos positivos obtenidos a través de la “siembra directa”.
En el caso de Tucumán y nuestra región, las lluvias están paralizando actividades productivas importantes, como la zafra azucarera, que todavía no llegó a la mitad de su cosecha, y a la zafra citrícola que, por suerte, está casi finalizada.
Lo cierto es que las actuales lluvias están teniendo diferentes efectos según desde el lugar que se lo mire. Es increíble que, por el momento que vive el país, con una situación económica afectada por la inflación no reconocida, por problemas productivos dados por efectos climáticos que afectaron rendimientos en muchos cultivos y por problemas de comercialización en precios y restricciones, hoy el problema de las inundaciones está siendo manejado políticamente y no se buscan las reales causas que provocaron este efecto de la naturaleza.
Casa de brujas
Las autoridades nacionales culpan al campo y al uso de la “siembra directa” (SD) como los culpables de dichos eventos. Distintos organismos de investigación afirman que la adopción de la “siembra directa” en el país contribuyó a mejorar el control de la erosión hídrica y eólica de los suelos y su degradación física, química y biológica, produciendo efectos benéficos, tales como el incremento en el reciclaje de los nutrientes y el aumento de la tasa de infiltración, entre otros efectos ventajosos para el funcionamiento del sistema suelo-agua-planta, a mediano y largo plazo. Estos cambios, a su vez, estimularon la expansión de la agricultura y de la ganadería a zonas antes consideradas marginales, mejoraron la rentabilidad de la agricultura (con la disminución de los costos y de tiempos operativos y la obtención de mejores rendimientos en años con estrés hídrico corto) y aumentaron la sostenibilidad de los sistemas agropecuarios en todo el país.
En otros estudios llevados adelante, se demuestra que la “siembra directa” funciona muy bien en suelos de diferentes texturas, tales como franco-arenosos y arenosos-francos del Oeste de la provincia de Buenos Aires y del Sur de Córdoba, en suelos franco-limosos del Sur de Santa Fe, y hasta en suelos franco-arcillosos de la provincia de Entre Ríos y en la mayoría de los suelos dedicados al cultivo de granos del NOA. Es que la “siembra directa” controla la erosión hídrica en tierras con relieve ondulado, y la erosión eólica en regiones semiáridas con suelos de texturas arenosas. Esto se debe al mejoramiento de las propiedades físicas, químicas e hídricas del suelo, a través de la acumulación de materia orgánica y del mantenimiento de una estructura estable al impacto de las gotas de lluvia y de su porosidad.
El mejoramiento físico e hídrico de los suelos permite, que la mayor parte del agua de lluvia se infiltre en el suelo y esté disponible para los cultivos, disminuyendo sensiblemente la pérdida de agua por escurrimiento superficial y la erosión. En numerosos estudios se demuestra que las infiltraciones de una lluvia de unos 60 mm, en suelos donde se usa “directa”, superan en la mayoría de los casos el 80% y hasta llega al 100% en suelos más livianos.
El control de la erosión de la SD se debe también al efecto protector de los rastrojos de los cultivos en superficie, los cuales evitan el impacto directo de las gotas de lluvia sobre la superficie del suelo, evitando la destrucción de los agregados y la formación de “sellos ó costras”. De esta forma, se garantiza una alta infiltración del agua y el almacenamiento en el perfil. Una abundante cantidad de rastrojos de cosecha, además de las ventajas mencionadas, constituye una importante reserva de macro y micronutrientes. Es realmente inadmisible que se culpe a un sistema de siembra de las graves consecuencias que generan las inundaciones, ya que antes de la aparición de la SD, los suelos agrícolas del país eran cultivados con la labranza convencional, que lo exponían a las lluvias y al viento provocando erosiones hídricas y eólicas de graves consecuencias. Cuando los suelos estaban cultivados y desnudos, el agua de las lluvias iniciales provocaban su costra y el resto de la lluvia sólo corría en superficie y se acumulaba en los bajos y en campos planos muy extensos, provocando inundaciones.
Uno de los problemas actuales de las inundaciones, son estructurales y por la falta total de mantenimiento de las obras hidráulicas (drenaje y desagüe). Hoy, en el mundo, los productores que usan SD están muy identificados con este sistema y sus ventajas. Por otra parte, sería muy perjudicial para la protección y conservación de las tierras el abandono de la “directa”, especialmente en tierras ubicadas en regiones húmedas con problemas de erosión hídrica, y en las semiáridas con déficit de agua y erosión eólica. De ocurrir esto último podrían perderse, en pocos años, muchos de los efectos positivos obtenidos a través de la “siembra directa”.
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