Por LA GACETA
12 Agosto 2015
Es algo más que una frase lanzada al azar, que solían repetir nuestros abuelos. “El mal nunca duerme ni descansa” puede aplicarse perfectamente a ciertas realidades como la delincuencia y el narcomenudeo. El domingo, mientras cientos de punteros, funcionarios, dirigentes partidarios se hallaban inmersos en la esforzada tarea de llevar votantes a las escuelas, donde se desarrollaban la Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO), los mercaderes de la muerte realizaban su trabajo a la vista de todos y bajo la lluvia, en las inmediaciones de la escuela primaria Costanera Norte, ubicada en Estados Unidos al 1.500.
Nuestro diario presenció y fotografió la comercialización de dosis de “paco”, llamadas “papelitos”, en algunas esquinas, donde los adolescentes y jóvenes adictos suelen reunirse a consumir. Los “dealers” o “transas” vestían camperas y abrigos con capucha. Un vecino contó que el “papelito” podía conseguirse a partir de $ 10.
En nuestra edición del domingo, publicamos el testimonio de una madre que está intentando rescatar a su hijo de 13 años, quien ya intentó ahorcarse dos veces en las últimas tres semanas como consecuencia de la abstinencia que le provoca no consumir “paco”. Otro de sus hijos, de 21 años que consumía sustancias ilegales desde los 11, fue asesinado el martes pasado en Las Talitas. Contó que lo tuvo que reconocer en la morgue. “Tenía el cuerpo cocido por la autopsia y la marca de un disparo que empezaba en la espalda y le salía por el pecho. Esto es culpa de los ‘transas’: ellos le dan droga a los chicos”, dijo. Sus siete hijos son adictos al paco y a otras drogas.
La semana pasada, el secretario de Seguridad Ciudadana señaló que les falta herramientas para combatir el narcomenudeo y acotó que la Digedrop sólo puede allanar con autorización del juez. “Hoy nadie tiene un kilo de cocaína en su casa. Dividen la droga en cantidades pequeñas y la reparten. Así, disminuyen las posibilidades de una detención porque siempre podrán alegar que tienen la droga para consumo personal”, dijo. El funcionario señaló que no sirve detener a todos. “A veces encerramos al hijo y comienza a vender la madre; encerramos a la madre y comienza a vender el padre; encerramos al padre y la abuela se hace cargo del negocio... La gente quiere más policías, más vehículos y más cárceles. Pero la seguridad es inclusión, como dice el Papa”, afirmó y acotó que la lucha contra la droga necesita del compromiso social.
Mientras esta sombría realidad sucedía el domingo, como todos los días, en las calles y laberintos de la Costanera, al parecer toda la atención del Estado parecía centrada en la marcha de las PASO. No se observó policías recorrer esta zona que desde hace tiempo, más allá de algunas acciones puntuales del gobierno, y de la labor de grupos religiosos y de ONGs, se ha convertido en tierra de nadie. Es probable que el domingo haya sucedido algo parecido en otros sectores víctimas de los “transas”.
Evidentemente las acciones aisladas no conducen a ningún puerto en la lucha contra los mercaderes de la muerte. Si no hay una política integral, que se aplique en forma coordinada y con un compromiso real, si la Justicia no se involucra, si los “peces gordos” siguen siendo intocables, si no se multiplican los centros de atención a los adictos ya sus familiares, la droga seguirá mutilando impiadosamente a niños, adolescentes y jóvenes.
Nuestro diario presenció y fotografió la comercialización de dosis de “paco”, llamadas “papelitos”, en algunas esquinas, donde los adolescentes y jóvenes adictos suelen reunirse a consumir. Los “dealers” o “transas” vestían camperas y abrigos con capucha. Un vecino contó que el “papelito” podía conseguirse a partir de $ 10.
En nuestra edición del domingo, publicamos el testimonio de una madre que está intentando rescatar a su hijo de 13 años, quien ya intentó ahorcarse dos veces en las últimas tres semanas como consecuencia de la abstinencia que le provoca no consumir “paco”. Otro de sus hijos, de 21 años que consumía sustancias ilegales desde los 11, fue asesinado el martes pasado en Las Talitas. Contó que lo tuvo que reconocer en la morgue. “Tenía el cuerpo cocido por la autopsia y la marca de un disparo que empezaba en la espalda y le salía por el pecho. Esto es culpa de los ‘transas’: ellos le dan droga a los chicos”, dijo. Sus siete hijos son adictos al paco y a otras drogas.
La semana pasada, el secretario de Seguridad Ciudadana señaló que les falta herramientas para combatir el narcomenudeo y acotó que la Digedrop sólo puede allanar con autorización del juez. “Hoy nadie tiene un kilo de cocaína en su casa. Dividen la droga en cantidades pequeñas y la reparten. Así, disminuyen las posibilidades de una detención porque siempre podrán alegar que tienen la droga para consumo personal”, dijo. El funcionario señaló que no sirve detener a todos. “A veces encerramos al hijo y comienza a vender la madre; encerramos a la madre y comienza a vender el padre; encerramos al padre y la abuela se hace cargo del negocio... La gente quiere más policías, más vehículos y más cárceles. Pero la seguridad es inclusión, como dice el Papa”, afirmó y acotó que la lucha contra la droga necesita del compromiso social.
Mientras esta sombría realidad sucedía el domingo, como todos los días, en las calles y laberintos de la Costanera, al parecer toda la atención del Estado parecía centrada en la marcha de las PASO. No se observó policías recorrer esta zona que desde hace tiempo, más allá de algunas acciones puntuales del gobierno, y de la labor de grupos religiosos y de ONGs, se ha convertido en tierra de nadie. Es probable que el domingo haya sucedido algo parecido en otros sectores víctimas de los “transas”.
Evidentemente las acciones aisladas no conducen a ningún puerto en la lucha contra los mercaderes de la muerte. Si no hay una política integral, que se aplique en forma coordinada y con un compromiso real, si la Justicia no se involucra, si los “peces gordos” siguen siendo intocables, si no se multiplican los centros de atención a los adictos ya sus familiares, la droga seguirá mutilando impiadosamente a niños, adolescentes y jóvenes.
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