Por Abrehu Carlos
09 Agosto 2015
Agosto de 1988 concentró tensiones políticas, que revelaron la contraposición de intereses entre gobernantes y opositores. Peronistas y radicales, en el esquema de poder de la época.
La rivalidad entre ellos se había acentuado tras la elección de José Domato en diciembre de 1987. Los coletazos se sintieron a lo largo del conflictivo 1988. En no pocos radicales existía la convicción que debía reivindicarse la victoria en las elecciones de septiembre pasado.
Alta inflación, descontento sindical, problemas en el sector azucarero y preparativos para la campaña electoral del año siguiente coexistían con los roces entre actores institucionales. Esta combinación de factores incidía en el andar de la administración peronista tucumana.
El gobierno de Raúl Alonsín, a su vez, no conseguía salir del tembladeral de la economía y enfrentaba los embates de Carlos Menem, empeñado en llegar a la Casa Rosada como fuere.
Pero las dificultades que acosaban a unos y a otros no diluían las pujas por las posiciones de mando. El premio mayor de los comicios presidenciales de 1989 generaba expectativas incontenibles. La lógica de la política despliega sus piezas con mucha anticipación a la comprensión de los ciudadanos.
Divisiones y sorpresa
El acuerdo intraperonista que ubicó a Domato en el sillón de Lucas Córdoba exigía una disciplina política a prueba de balas. Pero la experiencia mostró una grieta entre teoría y praxis.
Agosto, el mes que se encuentra atado a las enfermedades inesperadas, deparó una verdadera sorpresa al oficialismo gobernante.
El bloque de diputados de la UCR, con el apoyo de Fuerza Republicana (FR) y de parte del Frente de Acción Peronista (vertiente cirnigliarista), solicitó a Eduardo Castro a que cite a sesión especial del cuerpo para interpelar al ministro Fernando Cortés (Economía). Se basó en un proyecto de Juan Robles y de Gumersindo Parajón, quienes proponían que Cortés explicara las razones del atraso en el pago de sueldos y jubilaciones.
Según Alfredo Terraf, jefe del bloque radical resultaba inexplicable esa demora, debido a que llegaban fondos para sueldos. Los fapistas pusieron en crisis la estrecha mayoría que había alcanzado el peronismo en Diputados: 21 votos. El oficialismo decidió ganar tiempo para arreglar las cargas.
La oposición pretendía encarar un juicio global a la gestión periodista. Cortés no había acudido a la Cámara en febrero pasado ante un reclamo similar.
Robles protestó el 9 de agosto por la decisión oficialista de no apoyar el planteo opositor. Cortés contraatacó aseverando que la Nación había remitido recursos insuficientes.
Pronóstico fallido
Esta vez no va a pasar lo que ocurrió en febrero, cuando Cortés no contestó en el recinto, diagnosticó Robles. Pero el pronóstico fue fallido.
Castro le trasmitió a los jefes de bloque el pedido de Domato para que se aplazara la cita con Cortés, porque el ministro había viajado a Buenos Aires en misión oficial. Lo representaba en una reunió de gobernadores, todo un aval. El PJ y el minibloque de Recuperación Justicialista (RJ) avalaron la petición de Domato, pero la UCR rechazó la prórroga.
Y el 18 de agosto, Cortés no concurrió al recinto, porque el peronismo unificado no dio quorum. A sus diputados les espantó el espectáculo de un ministro atacado por la UCR.
Terraf aseguró que la ausencia de Cortés se debía a que no podía decir por qué no pagó los sueldos. Desde afuera del recinto, Gabriel Casas, titular del bloque de diputados del PJ, aseveró que la intransigencia de la UCR a posponer la sesión llevó la interpelación al fracaso El ministro Cortés eludió los sablazos radicales.
La rivalidad entre ellos se había acentuado tras la elección de José Domato en diciembre de 1987. Los coletazos se sintieron a lo largo del conflictivo 1988. En no pocos radicales existía la convicción que debía reivindicarse la victoria en las elecciones de septiembre pasado.
Alta inflación, descontento sindical, problemas en el sector azucarero y preparativos para la campaña electoral del año siguiente coexistían con los roces entre actores institucionales. Esta combinación de factores incidía en el andar de la administración peronista tucumana.
El gobierno de Raúl Alonsín, a su vez, no conseguía salir del tembladeral de la economía y enfrentaba los embates de Carlos Menem, empeñado en llegar a la Casa Rosada como fuere.
Pero las dificultades que acosaban a unos y a otros no diluían las pujas por las posiciones de mando. El premio mayor de los comicios presidenciales de 1989 generaba expectativas incontenibles. La lógica de la política despliega sus piezas con mucha anticipación a la comprensión de los ciudadanos.
Divisiones y sorpresa
El acuerdo intraperonista que ubicó a Domato en el sillón de Lucas Córdoba exigía una disciplina política a prueba de balas. Pero la experiencia mostró una grieta entre teoría y praxis.
Agosto, el mes que se encuentra atado a las enfermedades inesperadas, deparó una verdadera sorpresa al oficialismo gobernante.
El bloque de diputados de la UCR, con el apoyo de Fuerza Republicana (FR) y de parte del Frente de Acción Peronista (vertiente cirnigliarista), solicitó a Eduardo Castro a que cite a sesión especial del cuerpo para interpelar al ministro Fernando Cortés (Economía). Se basó en un proyecto de Juan Robles y de Gumersindo Parajón, quienes proponían que Cortés explicara las razones del atraso en el pago de sueldos y jubilaciones.
Según Alfredo Terraf, jefe del bloque radical resultaba inexplicable esa demora, debido a que llegaban fondos para sueldos. Los fapistas pusieron en crisis la estrecha mayoría que había alcanzado el peronismo en Diputados: 21 votos. El oficialismo decidió ganar tiempo para arreglar las cargas.
La oposición pretendía encarar un juicio global a la gestión periodista. Cortés no había acudido a la Cámara en febrero pasado ante un reclamo similar.
Robles protestó el 9 de agosto por la decisión oficialista de no apoyar el planteo opositor. Cortés contraatacó aseverando que la Nación había remitido recursos insuficientes.
Pronóstico fallido
Esta vez no va a pasar lo que ocurrió en febrero, cuando Cortés no contestó en el recinto, diagnosticó Robles. Pero el pronóstico fue fallido.
Castro le trasmitió a los jefes de bloque el pedido de Domato para que se aplazara la cita con Cortés, porque el ministro había viajado a Buenos Aires en misión oficial. Lo representaba en una reunió de gobernadores, todo un aval. El PJ y el minibloque de Recuperación Justicialista (RJ) avalaron la petición de Domato, pero la UCR rechazó la prórroga.
Y el 18 de agosto, Cortés no concurrió al recinto, porque el peronismo unificado no dio quorum. A sus diputados les espantó el espectáculo de un ministro atacado por la UCR.
Terraf aseguró que la ausencia de Cortés se debía a que no podía decir por qué no pagó los sueldos. Desde afuera del recinto, Gabriel Casas, titular del bloque de diputados del PJ, aseveró que la intransigencia de la UCR a posponer la sesión llevó la interpelación al fracaso El ministro Cortés eludió los sablazos radicales.
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