08 Agosto 2015
La angustia terminó a las 15.15. A esa hora aterrizó ayer el avión que trajo a Tucumán a los 12 estudiantes de Simoca que habían tenido que quedarse en Córdoba luego del trágico accidente del colectivo de egresados en el que murió Emerson Cárdenas. La vigilia de los padres de los simoqueños había comenzado a las 9 y el aeropuerto Benjamín Matienzo se había convertido en una estresante sala de espera. Por eso, luego de enterarse de que el vuelo estaba demorado -estaba previsto que llegara a las 13- decidieron salir del amplio salón del edificio y agruparse frente a la tela metálica que separa la pista de aterrizaje del resto del predio. La ansiedad los consumía. Cada movimiento de los carros maleteros los hacía pegarse al vallado. Pero al darse cuenta de que el avión no llegaba, volvían a refugiarse en la paciencia. Un cigarrillo. Un abrazo. Un diálogo. Todo servía para matar al tiempo que los separaba de sus afectos. Y, cuando el chárter blanco que traía a los egresados finalmente pisó tierra, el silencio se apoderó de ellos.
Una vez más, los padres rodearon la antesala de las puertas tres y cuatro del aeropuerto. De a uno, los adolescentes fueron saliendo por una puerta de vidrio para abrazar y llorar en el pecho de sus padres. La angustia que había comenzado el jueves a las 8.05 en el kilómetro 647 de la ruta 35 en Córdoba, lugar donde el colectivo en el que viajaban chocó contra un camión, concluía. Marcelo Rodríguez y su esposa Elsa Gómez consiguieron abrirse camino para que su hija, Rosario Rodríguez, pudiera sentarse en una de las butacas negras del salón del aeropuerto.
Rosario tenía puesto un cuello ortopédico, tenía la cara hinchada y caminaba con dificultad. “Tiene muchos hematomas y una leve fractura en la quinta vértebra. El peligro ha pasado pero está shockeada, recién hoy le contamos lo que pasó”, explicó su padre. Después agradeció el trabajo de los gobiernos de Córdoba y Tucumán y resaltó la solidaridad de los habitantes de Coronel Moldes: “todo el pueblo fue a sacar a los chicos del ómnibus”.
Sofía Guzmán, la otra adolescente que tuvo que ser internada, también estaba golpeada pero su aspecto era menos dramático. Llevaba puesta una campera roja de algodón en la que, en la espalda, tenía bordada la inscripción “Egresados 2015”. Apenas apoyaba su pierna derecha pero se la notaba tranquila. Noemí Castillo, su madre, destacó la atención médica que los estudiantes recibieron en Córdoba y explicó que su hija deberá ser controlada periódicamente.
Ambas chicas habían estado internadas en un sanatorio de Río Cuarto por los golpes y cortes que sufrieron en la cabeza. Se trataba de las dos alumnas que estaban en peor estado, pero se recuperaron con rapidez.
Una vez más, los padres rodearon la antesala de las puertas tres y cuatro del aeropuerto. De a uno, los adolescentes fueron saliendo por una puerta de vidrio para abrazar y llorar en el pecho de sus padres. La angustia que había comenzado el jueves a las 8.05 en el kilómetro 647 de la ruta 35 en Córdoba, lugar donde el colectivo en el que viajaban chocó contra un camión, concluía. Marcelo Rodríguez y su esposa Elsa Gómez consiguieron abrirse camino para que su hija, Rosario Rodríguez, pudiera sentarse en una de las butacas negras del salón del aeropuerto.
Rosario tenía puesto un cuello ortopédico, tenía la cara hinchada y caminaba con dificultad. “Tiene muchos hematomas y una leve fractura en la quinta vértebra. El peligro ha pasado pero está shockeada, recién hoy le contamos lo que pasó”, explicó su padre. Después agradeció el trabajo de los gobiernos de Córdoba y Tucumán y resaltó la solidaridad de los habitantes de Coronel Moldes: “todo el pueblo fue a sacar a los chicos del ómnibus”.
Sofía Guzmán, la otra adolescente que tuvo que ser internada, también estaba golpeada pero su aspecto era menos dramático. Llevaba puesta una campera roja de algodón en la que, en la espalda, tenía bordada la inscripción “Egresados 2015”. Apenas apoyaba su pierna derecha pero se la notaba tranquila. Noemí Castillo, su madre, destacó la atención médica que los estudiantes recibieron en Córdoba y explicó que su hija deberá ser controlada periódicamente.
Ambas chicas habían estado internadas en un sanatorio de Río Cuarto por los golpes y cortes que sufrieron en la cabeza. Se trataba de las dos alumnas que estaban en peor estado, pero se recuperaron con rapidez.
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