07 Agosto 2015
Rezó durante el vuelo para poder abrazar a su hija Rosario, que sigue internada tras el choque
Los padres de la menor que está en grave estado en Río Cuarto viajaron ayer en el avión sanitario y recibieron noticias alentadoras. Son dos las alumnas que sufrieron las heridas más cruentas y permanecen en un sanatorio. Su estado es estable, dijeron los médicos.
ANSIEDAD Y DOLOR. Elsa Gómez y Marcelo Rodríguez, los padres de la adolescente que estaba más grave, rezaron durante todo el viaje a Córdoba. la gaceta / fotos de gabriela baigorri (enviada especial)
La mirada clavada en las nubes. Los labios apretados, que se entreabrían para soltar algunas palabras desordenadas. La respiración entrecortada. Los ojos derramando algunas lágrimas. Los brazos rodeando una cartera con fuerza, sobre la que estaba encorvada. Las manos apretujando las cuentas de un rosario blanco. Oraciones dispersas a “Jesús Misericordioso”. El cuerpo de Elsa Gómez gritaba incertidumbre y dolor. “Nuestra hija, Rosario, es la que más grave está”, explicaba Marcelo Rodríguez mientras se inclinaba hacia el asiento del frente y cubría las manos de su esposa con las suyas. El agricultor y la ama de casa oriundos de Monteros viajaron ayer en uno de los aviones sanitarios de la Provincia hacia Río Cuarto (Córdoba). A un sanatorio de esa ciudad fue trasladada la menor de sus cuatro hijos. La jovencita de 17 años era una de las estudiantes que viajaba en el ómnibus de la empresa “Vía Bariloche” que sufrió el accidente de la ruta 35, a la altura de la localidad cordobesa de Coronel Moldes. Según los médicos, era la que tenía las heridas más cruentas, y por eso fue derivada allí, junto a su compañera Sofía Guzmán.
En la pequeña aeronave, viajaban el ministro de Salud, Pablo Yedlin y el legislador monterizo Regino Amado, en representación del Gobierno, y una cronista de LA GACETA. Tras poco más de una hora, aterrizó en “Las Higueras”, el aeropuerto riocuartense.
“Sonrió cuando nos vio”
Apenas el avión tocó pista, funcionarios cordobeses rodearon a Elsa y Marcelo. Los teléfonos oficiales ardían: Amado respondía las inquietudes del gobernador, José Alperovich y, en simultáneo, el secretario adjunto del Centro Cívico local, Diego Moreno, las del mandatario José Manuel de la Sota. En una combi, los padres se acomodaron en los últimos asientos. Elsa seguía rezando y Marcelo, escudriñaba el paisaje calculando una distancia que, en realidad, desconocía.
El viaje de 20 minutos fue interminable para ellos. En el policlínico privado “San Lucas”, las principales autoridades médicas recibieron al grupo en una sala. El estado de Rosario era aún incierto. Antes de que los profesionales explicaran la situación, un joven vestido de negro se acercó con sigilo a Elsa. Le susurró algo y le extendió una mano. La mujer desplegó una de sus palmas. Una cadenita dorada cortada y un dije. Un anillo plateado con una piedra turquesa. Una pulserita. Elsa no pudo contener el llanto al reconocer a su hija en esos objetos. El chico se acercó y le dijo “pude hablar con ella, está bien” y luego se esfumó. Era uno de los coordinadores que viajaba en el colectivo accidentado.
Jorge Saldaño, el jefe de guardia que recibió a las chicas, tranquilizó con su diagnóstico. “Rosario tiene el cuadro más delicado. Un traumatismo de cráneo leve cervical y una contusión en el lado izquierdo. Fue suturada en el hospital. Está bien, estable. Salió de una tomagrafía recién. Sofía está caminando, está mejor”. Sus palabras calmaron al matrimonio. Cruzaron miradas aliviadas. Pidieron ver a ambas.
Ansiosos, entraron a terapia intensiva. “Está divina mi hija. Muy golpeadita pero lúcida. Sonrió cuando nos vio. Preguntó cómo están sus compañeros. Me dijo ‘mamá, te amo’. Ya estoy tranquila”, relató Elsa. La adolescente preguntó a sus papás cuando había sido el accidente, porque perdió el conocimiento tras el impacto. “Anoche (por el miércoles) hablamos con ella, estaban saliendo, con toda la algarabía. Habían pasado unos días muy lindos”, recordó su padre. Camino a visitar a Sofía, ambos se quebraron al recordar a Emerson Cárdenas, el joven fallecido en el accidente. “Era uno de los liberados (viajes sin costo), muy humilde. Él empujaba a los chicos para que viajaran. Y decía que no importaba si él no podía, porque su familia no podía ayudarlo. Ese era él”, resaltó Elsa.
La pesadilla de los Rodríguez había comenzado horas después del accidente. Las redes sociales y el “boca en boca” desparramaron la noticia con apuro. La casa de la familia, comentaron, fue invadida por una romería de parientes de los jóvenes. Ya cerca de Rosario, agradecieron y se despidieron de las autoridades. Juntos, se acercaron y clavaron la mirada en la sala donde permanecerán su hija y la otra herida al menos unos días. Elsa, ya con el rosario enrollado en la muñeca, y Marcelo se abrazaron.
En la pequeña aeronave, viajaban el ministro de Salud, Pablo Yedlin y el legislador monterizo Regino Amado, en representación del Gobierno, y una cronista de LA GACETA. Tras poco más de una hora, aterrizó en “Las Higueras”, el aeropuerto riocuartense.
“Sonrió cuando nos vio”
Apenas el avión tocó pista, funcionarios cordobeses rodearon a Elsa y Marcelo. Los teléfonos oficiales ardían: Amado respondía las inquietudes del gobernador, José Alperovich y, en simultáneo, el secretario adjunto del Centro Cívico local, Diego Moreno, las del mandatario José Manuel de la Sota. En una combi, los padres se acomodaron en los últimos asientos. Elsa seguía rezando y Marcelo, escudriñaba el paisaje calculando una distancia que, en realidad, desconocía.
El viaje de 20 minutos fue interminable para ellos. En el policlínico privado “San Lucas”, las principales autoridades médicas recibieron al grupo en una sala. El estado de Rosario era aún incierto. Antes de que los profesionales explicaran la situación, un joven vestido de negro se acercó con sigilo a Elsa. Le susurró algo y le extendió una mano. La mujer desplegó una de sus palmas. Una cadenita dorada cortada y un dije. Un anillo plateado con una piedra turquesa. Una pulserita. Elsa no pudo contener el llanto al reconocer a su hija en esos objetos. El chico se acercó y le dijo “pude hablar con ella, está bien” y luego se esfumó. Era uno de los coordinadores que viajaba en el colectivo accidentado.
Jorge Saldaño, el jefe de guardia que recibió a las chicas, tranquilizó con su diagnóstico. “Rosario tiene el cuadro más delicado. Un traumatismo de cráneo leve cervical y una contusión en el lado izquierdo. Fue suturada en el hospital. Está bien, estable. Salió de una tomagrafía recién. Sofía está caminando, está mejor”. Sus palabras calmaron al matrimonio. Cruzaron miradas aliviadas. Pidieron ver a ambas.
Ansiosos, entraron a terapia intensiva. “Está divina mi hija. Muy golpeadita pero lúcida. Sonrió cuando nos vio. Preguntó cómo están sus compañeros. Me dijo ‘mamá, te amo’. Ya estoy tranquila”, relató Elsa. La adolescente preguntó a sus papás cuando había sido el accidente, porque perdió el conocimiento tras el impacto. “Anoche (por el miércoles) hablamos con ella, estaban saliendo, con toda la algarabía. Habían pasado unos días muy lindos”, recordó su padre. Camino a visitar a Sofía, ambos se quebraron al recordar a Emerson Cárdenas, el joven fallecido en el accidente. “Era uno de los liberados (viajes sin costo), muy humilde. Él empujaba a los chicos para que viajaran. Y decía que no importaba si él no podía, porque su familia no podía ayudarlo. Ese era él”, resaltó Elsa.
La pesadilla de los Rodríguez había comenzado horas después del accidente. Las redes sociales y el “boca en boca” desparramaron la noticia con apuro. La casa de la familia, comentaron, fue invadida por una romería de parientes de los jóvenes. Ya cerca de Rosario, agradecieron y se despidieron de las autoridades. Juntos, se acercaron y clavaron la mirada en la sala donde permanecerán su hija y la otra herida al menos unos días. Elsa, ya con el rosario enrollado en la muñeca, y Marcelo se abrazaron.
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