El “Muñeco” de la suerte

El “Muñeco” de la suerte

Gallardo, campeón por duplicado: como futbolista y DT

GANADOR. Marcelo Gallardo encontró en el plano internacional el ámbito donde mejor se desenvolvió su equipo. Primero ganó la Sudamericana y anoche levantó la Libertadores. Lo espera el Mundial de Clubes. REUTERS (ARCHIVO) GANADOR. Marcelo Gallardo encontró en el plano internacional el ámbito donde mejor se desenvolvió su equipo. Primero ganó la Sudamericana y anoche levantó la Libertadores. Lo espera el Mundial de Clubes. REUTERS (ARCHIVO)
“Ni el más genial de los hombres merece ser admirable porque lo que hace como cosa difícil para los demás, es fácil para él. El mayor genio humano fue hasta ahora Leonardo Da Vinci, y no creo que haya sido capaz de jugar bien al fútbol, o de tejerse un pullover”.

Dante Panzeri fue una de esas plumas que supo cómo vencer al tiempo. Sus textos perdurarán como el mismísimo fútbol, el juego donde la magia de lo impensado rompe con la vieja mitología de que lo hecho, hecho está. Marcelo Gallardo, a sus jóvenes 39 años, está un partido adelantado al resto de sus camaradas. River, sin importar los hombres que este “Muñeco” de la suerte utilizó a lo largo de su año y monedas de tutela, comprendió que el fútbol no es un nombre, es conjunto. Es picardía. Así se entiende cómo un técnico casi prematuro en sentarse a dar órdenes haya logrado una carrera meteórica y exitosa.

En paralelo a su ocaso como futbolista en Estados Unidos en 2008, Gallardo ya sabía hacia dónde iba dirigido su destino. Asumió que correrse hacia el costado de la línea de cal era la mejor forma de sentirse cerca de su amor incondicional, la pelota. Nacional de Montevideo le dio la oportunidad y Gallardo no defraudó. Fue campeón con los botines puestos en 2011 y campeón de saco y corbata 12 meses después. Fue el bautismo de quien en 2014 encaró el mayor desafío de su carrera. Asumió en River a la sombra de un renunciante Ramón Díaz, su ex DT y máximo ganador en la historia del club. Tomó las riendas de un plantel campeón e invicto en siete juegos. Su debut (ante Ferro por Copa Argentina) no dijo mucho. No hubo expresión ni cambios drásticos. Era normal.

La revolución fue tomando color mientras las pruebas de 90 minutos se sucedían unas a otras. En el torneo local River era líder e invicto (después lo perdió con Racing). En la Copa Sudamericana, un candidato más a la Corona. Gallardo destruyó la melancolía continental “millonaria”. Repatrió hombres relegados (Mora y Sánchez) por Ramón, rescató a otros (Rojas, Ponzio, etcétera), pidió a Leandro Pisculichi y avisó que iba por todo. Su fútbol convenció: River era morder arriba, mutar en medio de un partido si era necesario, siempre sabiendo que lo principal era cuidar y aprovechar el vértigo de un fútbol a un toque. River se convirtió en una Caja de Pandora, en un enigma.

Así logró romper las estadísticas y llevar su foja a 31 duelos invicto (21 triunfos, 10 empates); así llegó a quebrar a Boca por duplicado.

Gallardo fue el cocinero de un menú infinito en variedad para el paladar. Vio que a Boca había que ganarle a lo Boca, dejando, quizás, de lado tanto toque y utilizando más la pierna fuerte, la infracción lejos del arco. Boca lo sufrió. River levantó la Sudamericana y Gallardo convirtió sus promesas en realidades.

Boca intentó devolver gentilezas en la Libertadores meses después, pero en un partido y medio no hizo nada. Fue otra vez Gallardo el que cambió a tiempo. El torneo local, donde había apostado a jugar con un solo volante central, fue su laboratorio. Su dolor. Allí Boca lo amargó con un 2-0 en La Bombonera. La revancha por la Copa fue “millonaria”. Y así, el peor clasificado de la fase de grupos eliminó al mejor. Una vez más, Gallardo estuvo un paso adelante de quien fuera su compañero de aula, Rodolfo Arruabarrena.

Tuvo malos partidos River, claro que sí, pero jamás renunció a tapar el sello que Gallardo le imprimió. Por eso ayer, después de 19 años, volvió a saber lo que es reinar América. Lo anticipó Panzeri: “la ley básica del fútbol es que gana el que mejor engaña”. Gallardo, de ilusiones, sabe y mucho.

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