Por Guillermo Monti
01 Agosto 2015
EL ÉXITO TAN FESTEJADO. Amargós (derecha) se desahogó tras ganar el oro. TÉLAM (ARCHIVO)
Hay una metáfora visual que simboliza al Tucumán deportivo. Es el trampolín del centro de alto rendimiento que nunca arrancó en la avenida Adolfo de la Vega. Ahí sigue el trampolín, invitando a saltar al vacío. Parece una burla, pero no deja de cumplir una misión: recordarnos lo que pudimos ser y no somos. Tal vez el día que alguien tire abajo esa estructura de cemento, tan inútil como representativa, nazca algo distinto. O tal vez convenga dejarla para siempre, como un monumento en homenaje a la nada misma.
Un tucumano regresó de los Juegos Panamericanos de Toronto portando la medalla de oro. Cuenta que se entrenaba en el fondo de su casa, tirándole patadas a amigos y familiares. El más privado e insólito de los dojos. La noche que Miguel Amargós subió al podio una minicaravana se instaló frente a la Casa de Gobierno. Eran allegados al campeón. Irónicamente, le dedicaron el título al Gobierno que -afirmaban con bronca- no le había dado a Amargós la mano que necesitaba.
El Gobierno provincial, y esto quedó dicho desde hace tiempo, marcó una política muy clara en estos 12 años de alperovichismo. La dedicación apuntó al deporte social, que puede leerse como un conjunto de esfuerzos destinados a mejorar la calidad de vida de la población. ¿Hay una masa social físicamente activa, mejor alimentada, educada en el concepto de mente sana en cuerpo sano? En otras palabras, ¿mejoró sustancialmente la calidad de vida de los tucumanos a partir de estas políticas? Que cada lector se responda, con la mano en el corazón.
De lo que el alperovichismo no se ocupó, porque no le interesó como objetivo de Estado, fue del mediano y alto rendimiento. De las excepciones es mejor hablar por separado. Como bien se sabe, la infaestructura deportiva es obsoleta. ¿Se piden estadios como la gente? ¡Hasta faltan implementos básicos!
El resultado fue un Tucumán representado por cinco deportistas en una delegación de 476 que viajaron a Toronto. Pero la responsabilidad está bien repartida; nada más injusto que el único mazazo lo reciba el Gobierno.
Los factores sobran
La estadística indica que en el país uno de cada 10 chicos en edad escolar practica deportes sistemáticamente más allá de las clases de Educación Física. En realidad es el 0.88 % del alumnado nacional, porcentaje que en Tucumán baja todavía más. Las fallas nacen en el sistema educativo y no se subsanan en una instancia posterior porque la crisis de los clubes es eterna y no cumplen la función de aglutinador social para el que fueron creados. Para peor, en Tucumán están vampirizados por políticos que convirtieron infinidad de asociaciones civiles sin fines de lucro en nidos de punteros y de repartijas de prebendas.
Hay otra pata que renguea y son los propios deportistas los que la denuncian: la dirigencia no está a la altura de los atletas. Si lo sabrá Tucumán, tan carente de cuadros valiosos en clubes y federaciones.
Por estos días, la Secretaría de Deportes de la Nación, el Comité Olímpico Argentino y el Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo peinan el balance fino de la actuación en Toronto. Hubo metas cualitativas y cuantitativas; algunas se alcanzaron, otras no. Apoyo económico no faltó, pero el dinero no es lo único que juega en las ligas mayores.
Mientras los expertos en planificación analizan los claroscuros de la Argentina panamericana hay otra mirada, fronteras adentro de la provincia, que explica muchas cosas. Separando disciplina por disciplina los datos quedan más claros.
Atletismo: La Federación Tucumana clama desde hace años por una pista sintética. Languidece en una eterna zona de promesas. Aquí se corre, se salta y se lanza sobre tierra o pasto, que es la edad de piedra del atletismo moderno. Tampoco surgen fondistas, de esos que se foguean a campo traviesa. Ni siquiera un autodidacta como Juan Pablo Juárez. Así es imposible despegar.
Bádminton, bowling, esquí acuático, pentatlón moderno, racquetball, squash, tiro con arco: están prácticamente fuera del radar provincial.
Básquet: es la historia del gigante que se desmoronó y jamás se puso de pie. Fue pasión, hoy sobrevive a los ponchazos, incapaz de consolidar un equipo en el Torneo Nacional de Ascenso. De Liga A ni hablemos. A la competencia local la nivelaron para abajo. El semillero casi no produce grandes talentos. Los hechos de violencia son comunes. ¿Quién y cómo endereza esto?
Boxeo: Tucumán es una hoguera de las vanidades en la que sólo se administra miseria. Los clubes que cuentan con gimnasios son poquísimos. En la Asociación se instaló la dupla Alperovich-Bustos y en la vereda del frente está la amayista Comisión Municipal. El negocio debe ser muy bueno, porque en cada festival no falta una polémica. Y hay quienes se permiten hablar pestes del Villa Luján de Ramón Rotella...
Ciclismo: hubo un tiempo en el que los tucumanos salían a la calle para ver a los ases de la ruta. Es un pasado remoto. Una vez pusieron la piedra basal de un velódromo, pero el dinero que mandaron para construirlo se perdió en el camino. A los pocos ruteros que quedan los condenaron a pedalear por Lomas de Tafí o por la avenida Perón; en otras zonas les roban las bicicletas. La vibrante modalidad BMX no tiene lugar.
Equitación: más allá de ser un deporte caro se lo practica con entusiasmo. El nivel de nuestros jinetes y amazonas no alcanza para las principales categorías. Un dato: José María Larocca (h) compitió en Toronto con una yegua -Cornet Du Lys- valuada en cuatro millones de dólares.
Esgrima: el entusiasmo por reflotar la disciplina prendió una chispa en Tucumán de Gimnasia. Y punto. Para la abrumadora mayoría es un deporte que no existe.
Gimnasia: en sus diferentes modalidades (rítmica, artística) se reduce a las ganas que le pone un grupo de profesores. La falta de difusión es el gran déficit de un deporte perfecto para la edad escolar. También se nota un llamativo grado de deserción cuando los/las gimnastas alcanzan la adolescencia.
Golf: Argentina subió al podio por partida doble en Toronto. Hace unos años se produjo una explosión, lógica teniendo en cuenta la variopinta oferta de campos que propone la provincia. Pero el camino del profesionalismo es arduo. La materia prima está.
Hockey: pasan los años y Tucumán no consigue consolidar una presencia en Leones o Leonas. ¿De qué depende ese salto de calidad? De los desaguisados derivados de la cancha edificada en el parque 9 de Julio mucho se habló. Todo lo que rodeó ese proceso es, cuanto menos, insólito. Mientras, las puertas de varios clubes siguen cerradas para el hockey masculino. Es una mezcla de prejuicios y falta de madurez dirigencial. A todo esto el presidente de la Asociación, Rafael Pirlo, recibió un voucher que vale por dos canchas de arena, a instalarse en Campo Norte. Una foto muy conveniente, teniendo en cuenta que está lanzado a la arena política. ¿Por qué no, si Aníbal Fernández conduce la actividad a nivel nacional?
Karate: no puede obviarse el hecho de que Amargós, el oro tan celebrado, mantuvo un conflicto con la Federación Tucumana. Vale el reconocimiento para la disciplina, en la que se hacen las cosas bien. Lástima que no se trata de un deporte olímpico, aunque están en marchas las gestiones para que consiga ese estatus.
Levantamiento de pesas y lucha: dos actividades tradicionales y de alta estima internacional que pasan inadvertidas por estas tierras. Con tanto gimnasio disponible, ¿no hay interesados? Eso sí: los entrenadores capacitados en el área son poquísimos.
Mountain bike: es una joya de nuestra anémica corona. Los practicantes que surcan los cerros se cuentan por cientos. No hubo suerte en Toronto, porque Noelia Rodríguez se lesionó y ni siquiera pudo competir.
Natación: hay una voluntad por salir del pozo, o mejor dicho del fondo de la pileta. Durante años y años la Federación se mantuvo acéfala y apenas un puñado de clubes soplaron la llamita de las brazadas. Pero empezando de cero estamos a años luz de los mejores. Se necesita paciencia y cuidado para no repetir errores que costaron tanto atraso. La modalidad sincronizada y el waterpolo ya serían mucho pedir.
Patinaje: el artístico es un clásico con tradición tucumana. Claro que poner un representante en un Panamericano es otro cantar y requiere un grado de perfeccionamiento que la provincia persigue sin atenazar. El de velocidad no se practica porque no existe un patinódromo. Una lástima, con tanto joven sobre ruedas en plazas y calles. Otra contra: no es deporte olímpico.
Canotaje/remo: mientras las selecciones nacionales vienen a entrenarse a La Angostura aquí se ignoran. ¿Por qué?
Rugby: Rita Cazorla y Luciana Travesi integraron el plantel de Las Pumas. Tal como ocurre con el hockey masculino, en los clubes tradicionales no hay rugby femenino. Cardenales se lleva el aplauso y por partida doble.
Sóftbol, triatlón: no es el mejor momento tucumano en dos disciplinas a las que no le faltan adeptos. Es cuestión de trabajar.
Taekwon-do: en Tucumán se practica muchísimo y cuenta con un generoso respaldo del alperovichismo. Claro, es pasión familiar. El problema es que no se trata del taekwon-do panamericano y olímpico, sino de la versión ITF. Qué pena.
Tenis: Guillermo Durán tenía el nivel suficiente para jugar el dobles en Toronto. ¿Que más hay en el semillero? Poco y nada. Tucumán nunca fue una potencia tenística y nada indica que lo sea en el mediano plazo.
Tenis de mesa: aquí puede estar el futuro, a partir de la actividad que se desarrolla en Atlético, de los chicos entusiasmados y de las capacitaciones, A no aflojar.
Tiro: ¿se acuerdan de Firmo Roberti? ¿Los jóvenes escucharon sobre él? Del mejor escopetero de Tucumán queda el brillante historial y la añoranza de un pasado glorioso. No hay herederos a la altura. El tiro al blanco casi no se practica.
Yudo: Emanuel Lucenti (foto) jura que fue una víctima de la mala organización. Se preparó durante años y ni siquiera logró subirse al tatami. A ningún otro argentino le sucedió algo parecido. ¿Punto y aparte? Lucenti tiene una cuenta pendiente y lo sabe.
Vela: una fábrica de medallas para la Argentina, mientras la provincia está abocada a la reconstrucción institucional del Tucumán Yacht Club. Aquí está todo por hacerse.
Voley: otra actividad que precisa una urgente reestructuración. Los clubes no ayudan a la Federación y la Federación no se ayuda a sí misma. Si todos tiraran para el mismo lado...
Un tucumano regresó de los Juegos Panamericanos de Toronto portando la medalla de oro. Cuenta que se entrenaba en el fondo de su casa, tirándole patadas a amigos y familiares. El más privado e insólito de los dojos. La noche que Miguel Amargós subió al podio una minicaravana se instaló frente a la Casa de Gobierno. Eran allegados al campeón. Irónicamente, le dedicaron el título al Gobierno que -afirmaban con bronca- no le había dado a Amargós la mano que necesitaba.
El Gobierno provincial, y esto quedó dicho desde hace tiempo, marcó una política muy clara en estos 12 años de alperovichismo. La dedicación apuntó al deporte social, que puede leerse como un conjunto de esfuerzos destinados a mejorar la calidad de vida de la población. ¿Hay una masa social físicamente activa, mejor alimentada, educada en el concepto de mente sana en cuerpo sano? En otras palabras, ¿mejoró sustancialmente la calidad de vida de los tucumanos a partir de estas políticas? Que cada lector se responda, con la mano en el corazón.
De lo que el alperovichismo no se ocupó, porque no le interesó como objetivo de Estado, fue del mediano y alto rendimiento. De las excepciones es mejor hablar por separado. Como bien se sabe, la infaestructura deportiva es obsoleta. ¿Se piden estadios como la gente? ¡Hasta faltan implementos básicos!
El resultado fue un Tucumán representado por cinco deportistas en una delegación de 476 que viajaron a Toronto. Pero la responsabilidad está bien repartida; nada más injusto que el único mazazo lo reciba el Gobierno.
Los factores sobran
La estadística indica que en el país uno de cada 10 chicos en edad escolar practica deportes sistemáticamente más allá de las clases de Educación Física. En realidad es el 0.88 % del alumnado nacional, porcentaje que en Tucumán baja todavía más. Las fallas nacen en el sistema educativo y no se subsanan en una instancia posterior porque la crisis de los clubes es eterna y no cumplen la función de aglutinador social para el que fueron creados. Para peor, en Tucumán están vampirizados por políticos que convirtieron infinidad de asociaciones civiles sin fines de lucro en nidos de punteros y de repartijas de prebendas.
Hay otra pata que renguea y son los propios deportistas los que la denuncian: la dirigencia no está a la altura de los atletas. Si lo sabrá Tucumán, tan carente de cuadros valiosos en clubes y federaciones.
Por estos días, la Secretaría de Deportes de la Nación, el Comité Olímpico Argentino y el Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo peinan el balance fino de la actuación en Toronto. Hubo metas cualitativas y cuantitativas; algunas se alcanzaron, otras no. Apoyo económico no faltó, pero el dinero no es lo único que juega en las ligas mayores.
Mientras los expertos en planificación analizan los claroscuros de la Argentina panamericana hay otra mirada, fronteras adentro de la provincia, que explica muchas cosas. Separando disciplina por disciplina los datos quedan más claros.
Atletismo: La Federación Tucumana clama desde hace años por una pista sintética. Languidece en una eterna zona de promesas. Aquí se corre, se salta y se lanza sobre tierra o pasto, que es la edad de piedra del atletismo moderno. Tampoco surgen fondistas, de esos que se foguean a campo traviesa. Ni siquiera un autodidacta como Juan Pablo Juárez. Así es imposible despegar.
Bádminton, bowling, esquí acuático, pentatlón moderno, racquetball, squash, tiro con arco: están prácticamente fuera del radar provincial.
Básquet: es la historia del gigante que se desmoronó y jamás se puso de pie. Fue pasión, hoy sobrevive a los ponchazos, incapaz de consolidar un equipo en el Torneo Nacional de Ascenso. De Liga A ni hablemos. A la competencia local la nivelaron para abajo. El semillero casi no produce grandes talentos. Los hechos de violencia son comunes. ¿Quién y cómo endereza esto?
Boxeo: Tucumán es una hoguera de las vanidades en la que sólo se administra miseria. Los clubes que cuentan con gimnasios son poquísimos. En la Asociación se instaló la dupla Alperovich-Bustos y en la vereda del frente está la amayista Comisión Municipal. El negocio debe ser muy bueno, porque en cada festival no falta una polémica. Y hay quienes se permiten hablar pestes del Villa Luján de Ramón Rotella...
Ciclismo: hubo un tiempo en el que los tucumanos salían a la calle para ver a los ases de la ruta. Es un pasado remoto. Una vez pusieron la piedra basal de un velódromo, pero el dinero que mandaron para construirlo se perdió en el camino. A los pocos ruteros que quedan los condenaron a pedalear por Lomas de Tafí o por la avenida Perón; en otras zonas les roban las bicicletas. La vibrante modalidad BMX no tiene lugar.
Equitación: más allá de ser un deporte caro se lo practica con entusiasmo. El nivel de nuestros jinetes y amazonas no alcanza para las principales categorías. Un dato: José María Larocca (h) compitió en Toronto con una yegua -Cornet Du Lys- valuada en cuatro millones de dólares.
Esgrima: el entusiasmo por reflotar la disciplina prendió una chispa en Tucumán de Gimnasia. Y punto. Para la abrumadora mayoría es un deporte que no existe.
Gimnasia: en sus diferentes modalidades (rítmica, artística) se reduce a las ganas que le pone un grupo de profesores. La falta de difusión es el gran déficit de un deporte perfecto para la edad escolar. También se nota un llamativo grado de deserción cuando los/las gimnastas alcanzan la adolescencia.
Golf: Argentina subió al podio por partida doble en Toronto. Hace unos años se produjo una explosión, lógica teniendo en cuenta la variopinta oferta de campos que propone la provincia. Pero el camino del profesionalismo es arduo. La materia prima está.
Hockey: pasan los años y Tucumán no consigue consolidar una presencia en Leones o Leonas. ¿De qué depende ese salto de calidad? De los desaguisados derivados de la cancha edificada en el parque 9 de Julio mucho se habló. Todo lo que rodeó ese proceso es, cuanto menos, insólito. Mientras, las puertas de varios clubes siguen cerradas para el hockey masculino. Es una mezcla de prejuicios y falta de madurez dirigencial. A todo esto el presidente de la Asociación, Rafael Pirlo, recibió un voucher que vale por dos canchas de arena, a instalarse en Campo Norte. Una foto muy conveniente, teniendo en cuenta que está lanzado a la arena política. ¿Por qué no, si Aníbal Fernández conduce la actividad a nivel nacional?
Karate: no puede obviarse el hecho de que Amargós, el oro tan celebrado, mantuvo un conflicto con la Federación Tucumana. Vale el reconocimiento para la disciplina, en la que se hacen las cosas bien. Lástima que no se trata de un deporte olímpico, aunque están en marchas las gestiones para que consiga ese estatus.
Levantamiento de pesas y lucha: dos actividades tradicionales y de alta estima internacional que pasan inadvertidas por estas tierras. Con tanto gimnasio disponible, ¿no hay interesados? Eso sí: los entrenadores capacitados en el área son poquísimos.
Mountain bike: es una joya de nuestra anémica corona. Los practicantes que surcan los cerros se cuentan por cientos. No hubo suerte en Toronto, porque Noelia Rodríguez se lesionó y ni siquiera pudo competir.
Natación: hay una voluntad por salir del pozo, o mejor dicho del fondo de la pileta. Durante años y años la Federación se mantuvo acéfala y apenas un puñado de clubes soplaron la llamita de las brazadas. Pero empezando de cero estamos a años luz de los mejores. Se necesita paciencia y cuidado para no repetir errores que costaron tanto atraso. La modalidad sincronizada y el waterpolo ya serían mucho pedir.
Patinaje: el artístico es un clásico con tradición tucumana. Claro que poner un representante en un Panamericano es otro cantar y requiere un grado de perfeccionamiento que la provincia persigue sin atenazar. El de velocidad no se practica porque no existe un patinódromo. Una lástima, con tanto joven sobre ruedas en plazas y calles. Otra contra: no es deporte olímpico.
Canotaje/remo: mientras las selecciones nacionales vienen a entrenarse a La Angostura aquí se ignoran. ¿Por qué?
Rugby: Rita Cazorla y Luciana Travesi integraron el plantel de Las Pumas. Tal como ocurre con el hockey masculino, en los clubes tradicionales no hay rugby femenino. Cardenales se lleva el aplauso y por partida doble.
Sóftbol, triatlón: no es el mejor momento tucumano en dos disciplinas a las que no le faltan adeptos. Es cuestión de trabajar.
Taekwon-do: en Tucumán se practica muchísimo y cuenta con un generoso respaldo del alperovichismo. Claro, es pasión familiar. El problema es que no se trata del taekwon-do panamericano y olímpico, sino de la versión ITF. Qué pena.
Tenis: Guillermo Durán tenía el nivel suficiente para jugar el dobles en Toronto. ¿Que más hay en el semillero? Poco y nada. Tucumán nunca fue una potencia tenística y nada indica que lo sea en el mediano plazo.
Tenis de mesa: aquí puede estar el futuro, a partir de la actividad que se desarrolla en Atlético, de los chicos entusiasmados y de las capacitaciones, A no aflojar.
Tiro: ¿se acuerdan de Firmo Roberti? ¿Los jóvenes escucharon sobre él? Del mejor escopetero de Tucumán queda el brillante historial y la añoranza de un pasado glorioso. No hay herederos a la altura. El tiro al blanco casi no se practica.
Yudo: Emanuel Lucenti (foto) jura que fue una víctima de la mala organización. Se preparó durante años y ni siquiera logró subirse al tatami. A ningún otro argentino le sucedió algo parecido. ¿Punto y aparte? Lucenti tiene una cuenta pendiente y lo sabe.
Vela: una fábrica de medallas para la Argentina, mientras la provincia está abocada a la reconstrucción institucional del Tucumán Yacht Club. Aquí está todo por hacerse.
Voley: otra actividad que precisa una urgente reestructuración. Los clubes no ayudan a la Federación y la Federación no se ayuda a sí misma. Si todos tiraran para el mismo lado...
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