Vive escondida en una pieza por miedo a que su ex pareja la mate

Vive escondida en una pieza por miedo a que su ex pareja la mate

Una mujer de El Cadillal tuvo que abandonar su casa y refugiarse en una habitación junto a sus cinco hijos para huir de las garras del violento hombre.

AUTOCAUTIVERIO. R. se vio obligada a encerrarse en una pieza con sus cuatro hijos, con la esperanza de que su ex pareja no la pueda encontrar. LA GACETA / FOTO DE FLORENCIA ZURITA AUTOCAUTIVERIO. R. se vio obligada a encerrarse en una pieza con sus cuatro hijos, con la esperanza de que su ex pareja no la pueda encontrar. LA GACETA / FOTO DE FLORENCIA ZURITA
31 Julio 2015
“Él es el error más grande que he cometido”, resumió R. antes de empezar a relatar el calvario que vive desde que conoció a su última pareja. Golpes, gritos, humillaciones y amenazas motivaron las cuatro denuncias que realizó en la Policía. Sin embargo, pese a todos esos pedidos de ayuda, nadie pudo evitar que el hombre irrumpiera en su casa con un cuchillo y la hiriera a ella y a sus hijos.

Un equipo periodístico de este diario llegó a la habitación donde R. permanece refugiada desde el viernes, cuando su ex pareja intentó matarla.

R. (su nombre se mantiene en reserva por razones de seguridad) tiene 39 años y cinco hijos: la menor tiene 12 y el mayor, 19. Los chicos no asistieron a la escuela durante esta semana. Su mamá tampoco se presentó en los talleres del plan “Ellas Hacen”, con el que salió beneficiada hace poco, y le preocupa que puedan quitarle esa asistencia del Estado.

El motivo por el que decidió atrincherarse es que ese hombre, con quien alguna vez tuvo una historia de amor, pueda finalmente cumplir con su promesa de asesinarla.

“Tengo cuatro denuncias realizadas”, remarcó la mujer. Después abrió una carpeta azul donde guarda los papeles que le dieron en la comisaría y sacó una hoja que consiguió hace tres meses en tribunales. Es una orden de restricción de acercamiento para su ex novio, la cual él desobedeció cuantas veces quiso.

Doble humillación

La primera denuncia data de hace cinco años, si no recuerda mal. “Habíamos tratado de vivir en pareja y vi que no funcionaba, me quise abrir y mirá lo que me ha pasado”, dijo. “Parece que eso le molestó, lo tomó como que yo lo había usado, que me había burlado de él”, agregó R.

El día que la mujer le comunicó su deseo de terminar la relación, ese hombre que antes la besaba y la abrazaba se transformó. “Me pegó y lo agredió a uno de mis hijos. Me metió una piña en el ojo, me tiró al piso y me dio patadas en el cuerpo y en la cabeza”, recordó R. Pero su humillación no finalizó ahí, sino que continuó en la Policía.

“Fui a la Brigada (en la capital) para que me hagan la revisión médica, ahí me trataron mal. Ellos (los policías) me decían ‘a ver qué le han hecho ¿La han matado?’. Les mostré el ojo morado y me contestaron: ‘bueno, pero no la han quebrado, no la han matado, esas son las consecuencias’. Como mi mamá me enseñó a respetar, yo me quedé callada. Pero no quiero ir de vuelta”, relató la mujer.

La última furia

Ni las denuncias ni su firme decisión de cortar los lazos con ese hombre impidieron que él volviera a golpearla. “Él volvía a buscarme bajo amenazas, me decía que vuelva porque si no iba a ser peor para mí y para los chicos. Por eso volvía, pero yo no quería estar con él. Siempre llegaba tomado, y supuestamente también se drogaba, y nos pegaba a mí y a los chicos”, siguió contando, desde esa minúscula habitación que le sirve de refugio.

R. se niega a salir de esas cuatro paredes. Pero también le preocupa haber abandonado su casa machimbrada, que es todo lo que tiene, y que su ex pareja haga realidad la amenaza de prenderle fuego. Se lo juró después del violento episodio que vivieron el viernes.

La mujer había vuelto a repetirle que no volvería a estar con él. Entonces el hombre atravesó la ventana, entró a la casa y levantó un cuchillo de la cocina. “Me metió piñas en la cabeza y me caí”, recordó R. Sus hijos intentaron defenderla, pero salieron heridos. “A la más chiquita la apuñaló en el brazo, a la otra le cortó el dedo y a uno de los varones lo agarró del cuello”, precisó la mujer.

“No me voy a ir hasta que no los mate”, los amenazaba el agresor. Horrorizada ante la posibilidad de que el hombre concrete lo que decía, R. ayudó a una de sus hijas a salir por la ventana para que pidiera auxilio.

“Le avisó a mi mamá y ella fue a la comisaría, pero cuando vino la Policía ya era tarde”, lamentó. En el interín, el hombre había tirado a patadas la puerta, había golpeado a uno de los chicos con una tabla, había herido a R. en la cabeza con cascotazos y pedradas, y se había escapado.

Vivir con miedo

R. tiene mucho miedo. Está convencida de que ese hombre es capaz de hacerle las peores cosas. “Me dijo que me va atacar, que no le importa quién esté, que me va a matar”, aseguró. Sin embargo, eso no es lo que más le preocupa. “También amenazó con violar a mis hijas, a la que acaba de cumplir 16 años se le acercó varias veces, le dijo que está linda y que tenía ganas de estar con ella”, contó aterrorizada.

Y R. sabe que su ex pareja podría cometer un ataque así. Lo hizo con ella hace pocos meses. “Me secuestró, me llevó a una casa en Tafí Viejo y ahí me tuvo cuatro días encerrada. Me pegó y abusó de mí. Traté de convencerlo de que sí iba a volver con él y por eso me dejó salir”. Con esa frase, apareció en sus ojos la vergüenza, escudada en algunas lágrimas.

Antes de finalizar la entrevista, la mujer imploró que alguien la ayude. Explicó que desconoce a quién más acudir y repitió, en muchas oportunidades, que tiene miedo de morir.

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