Por Nicolás Iriarte
27 Julio 2015
SE LA BANCÓ SOLO. Con las expulsiones y los cambios de Arruabarrena, Tevez tuvo que hacerse cargo del ataque de Boca. telam
Cuentos, fábulas, proverbios, refranes y consejos suelen hablar de los obstáculos que nos suelen poner en el camino hacia el éxito pero pocos lo hacen sobre obstáculos que uno mismo se pone. Este último fue el caso de Boca, ayer en Córdoba. Intentando transitar hasta la victoria, supo complicarse por sus propios medios y pese a que al final derrotó a Belgrano 1-0, casi termina empatando un partido que tenía controlado.
Sin brillar y en medio de un mediocre primer tiempo, Fernando Gago capturó un rebote dentro del área y de zurda puso al frente a Boca que ya sabía que la mayoría de sus perseguidores, salvo San Lorenzo, habían ganado. El equipo de Rodolfo Arruabarrena debía imitarlos para mantener la ventaja.
Hasta allí, con poco, Boca se había ayudado a recorrer el sendero sabiendo que los tres puntos lo esperaban al final pero no iba a ser tan fácil porque esa misma autoayuda, se transformó en autogolpes.
El primero se lo dio el temperamental Pablo Pérez, acostumbrado al juego fuerte y a los incidentes. Con la primera amarilla, todo hacía indicar que debía dejar su lugar a un jugador limpio de advertencias pero el “Vasco” no lo sacó y pagó: el ex Newell’s vio la roja y Boca empezó a remar con un remo menos. Carlos Tevez abarcó tres cuartos de cancha solo y su alma.
Más tarde se quedó sin otro porque Gino Peruzzi pegó un patadón a la altura de la cintura y también fue expulsado. La roca que obstaculizaba el camino se la había puesto Boca. Para su suerte, pudo sortearla y ganar el partido.
Sin brillar y en medio de un mediocre primer tiempo, Fernando Gago capturó un rebote dentro del área y de zurda puso al frente a Boca que ya sabía que la mayoría de sus perseguidores, salvo San Lorenzo, habían ganado. El equipo de Rodolfo Arruabarrena debía imitarlos para mantener la ventaja.
Hasta allí, con poco, Boca se había ayudado a recorrer el sendero sabiendo que los tres puntos lo esperaban al final pero no iba a ser tan fácil porque esa misma autoayuda, se transformó en autogolpes.
El primero se lo dio el temperamental Pablo Pérez, acostumbrado al juego fuerte y a los incidentes. Con la primera amarilla, todo hacía indicar que debía dejar su lugar a un jugador limpio de advertencias pero el “Vasco” no lo sacó y pagó: el ex Newell’s vio la roja y Boca empezó a remar con un remo menos. Carlos Tevez abarcó tres cuartos de cancha solo y su alma.
Más tarde se quedó sin otro porque Gino Peruzzi pegó un patadón a la altura de la cintura y también fue expulsado. La roca que obstaculizaba el camino se la había puesto Boca. Para su suerte, pudo sortearla y ganar el partido.