La amenaza verde
El mercado se está sincerando y, anticipadamente, está votando por sus candidatos. No lo hace a través de las urnas, sino mediante la amenaza verde, el dólar. El nerviosismo está a flor de piel a medida que se acercan las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO). Y la mejor prueba es la divisa informal, que ayer superó los $ 15. Por más que el Gobierno trate de restarle importancia al mercado del “blue”, de una u otra forma, ese valor termina marcándole la cancha. Desde octubre de 2009, los agentes económicos ya no se guían del dólar oficial, como tampoco de las estadísticas del Indec. Todas las operaciones toman en cuenta la cotización informal, por más que esto no figure en los contratos. Es algo asumido culturalmente. Y está mal, como también que haya distintas especies de dólar en la Argentina.

Pero está en nuestro ADN dolarizarnos cada vez que se asoman nubes al horizonte económico. El dólar ahorro es una clara muestra de la conducta de cobertura de los argentinos. Gran parte de los asalariados ha destinado una porción de su aguinaldo a atesorar en moneda extranjera. Una clara muestra de esto es que, durante el primer semestre del año, hubo una fuerte inclinación hacia la moneda verde: los argentinos guardaron bajo el colchón cerca de U$S 2.900 millones, tomando en cuenta los registros de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), el organismo que autoriza a los contribuyentes a tomar un puñado de dólares. La cifra ha crecido en casi un 240% si se la compara con las divisas para tenencia captadas en el país durante igual período de 2014. Menos de U$S 900 millones.

Como si los existentes fueran pocos, la plaza marginal ha pergeñado el “dólar Scioli”, una suerte de sinceramiento del mundo de sensaciones de aquellos sectores económicos capaces de mover el amperímetro al dólar. Y hay más: esos mismos actores han reaccionado frente a la estrecha victoria del candidato de otro presidenciable, Mauricio Macri, en la jefatura de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. En medio de esta vorágine electoral, hay exceso en la demanda de dólares que recalienta al mercado informal. Sin embargo, hay otro factor que hay que tomar en cuenta para el análisis de lo que está sucediendo con la moneda estadounidense: el exceso de pesos en la Argentina. Durante los años electorales, los gobiernos suelen darle rienda suelta a la máquina de emitir billetes sin tomar en cuenta la cantidad de dólares que se pueden captar para cubrirlos. Todo sea por alimentar al “dios consumo”. En buen romance, es como si uno inflara los requisitos para acceder a un crédito; toma el dinero y lo utiliza para decidir -luego- cómo hará frente al endeudamiento. El problema, en definitiva, es que no se podrá con los ingresos suficientes para cubrir la obligación y, entonces, la deuda se convierte en una verdadera bola de nieve. Frente a tantos cepos existentes, se torna dificultoso generar o atraer los dólares que necesita el Tesoro para sostener su política cambiaria.

Según Economía & Regiones, el exceso de pesos podría crecer hasta 5,7% del Producto Bruto Interno (PBI) hacia fin de año. El porcentaje, en sí, no dice nada para quien no lleva la cuenta del manejo financiero del país. Pero, si se busca una referencia, es un poco mayor al que existía cuando el actual Gobierno decidió devaluar la moneda el año anterior. Estos números no anuncian una crisis cambiaria antes de fin de año, porque la Casa Rosada tiene instrumentos para “aguantarla”, pero sí muestran que los problemas monetarios de fondo y los riesgos cambiarios que deberá enfrentar la próxima administración están en aumento, advierte la consultora privada.

Una vez que desaparezca el exceso de oferta de pesos y se equilibre el mercado monetario, los problemas cambiarios tenderán a solucionarse y la economía volverá a incrementar su capacidad para generar dólares. Mientras tanto, los argentinos no dejarán de mirar las pizarras, ni hacer consultas para saber si les conviene comprar dólares al actual valor. El mercado está sincerando los precios y vaticina que -más pronto que temprano- la tendencia es que la divisa cotice a un valor intermedio entre el dólar oficial y el paralelo. Es una cuenta arriesgada.

Lo que queda claro es que la gestión de la presidenta Cristina Fernández está tratando de evitar corridas cambiarias por todos los medios, sean estos a través de los controles con efectivos de seguridad en la City o con convocatorias a referentes económicos de alto nivel y con poder de fuego para cambiar el humor del mercado. Lo que también salta a la vista es que los argentinos de a pie tienen que resignarse a vivir con lo justo porque el dólar se está convirtiendo en una inversión suntuosa, casi inaccesible para el asalariado.

La paz cambiaria ha cedido a las presiones del mercado, luego de tres meses de tranquilidad en las pizarras. Nada hace presagiar que la situación volverá a aquel escenario; por el contrario, mientras más cerca estén las elecciones, mayores serán esas presiones sobre el dólar. Eso ya es un deporte en tiempos de turbulencia política en la Argentina. Lo malo es que los espectadores seguirán en la tribuna padeciendo los efectos de una situación no querida y que no hace otra cosa más que elevar el costo de vivir. Esto, más allá de las mediciones oficiales. La inflación es otra historia sin resolver. Por eso, los grandes tenedores de dinero (por no decir los ricos) están retirando sus depósitos para convertirlos en dólares constantes y sonantes, indican algunos operadores. El resto, los que sólo tienen un pequeño ahorro, siguen apostando al plazo fijo porque no saben qué sucederá más allá de agosto (PASO), más allá de octubre (presidenciales) ni más allá de diciembre (cuando asuma el nuevo gobierno).

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