Sufren los pescadores. Pena el alma de los ríos que siguen sin entender por qué el hombre se ensañó con ellos. Las lágrimas de muchos brotan al ver cómo las redes asesinas acaban con la fauna ictícola para mantener negocios ilegales. Pero la mayoría llora por culpa de las autoridades que, con su insólita indiferencia, ponen en riesgo la salud y el futuro de los tucumanos.
Esta tragedia tiene cuatro protagonistas. El lugareño, el olvidado, el que todo le queda más lejos, es el que mata los sábalos. El mercader a la muerte, que compra el producto a precio vil para mantener un gran negocio. Las autoridades que no tienen con qué desarticular esta industria que asesina sin piedad. En el último eslabón, se encuentran los consumidores, las víctimas que adquieren ese producto sin tener la más mínima idea de que están poniendo en riesgo su salud y la de sus familias.
“Les pagan hasta $ 8 por ejemplar ya limpio y ellos lo venden a $ 60 en la calle. Los pescadores no son los culpables. Ellos viven de eso porque no tienen otra cosa y más ahora que se quedaron sin nada después de las inundaciones. Los responsables de esta matanza son aquellos que montaron el circuito comercial con nuestros peces”, explica Fernando Suárez, uno de los pescadores que más conoce los ríos tucumanos en el sur de la provincia.
Osvaldo Oviedo es otro deportista que sabe muy bien de qué se trata todo esto. “A lo largo de El Frontal debe haber unas 100 personas que se dedican a la captura. Lo hacen a la noche, lejos de los ojos de Prefectura Naval. Sin linternas ni salvavidas pasan la noche en el lago. Al amanecer salen con la carga. A veces hay hombres con camionetas esperándolos para llevarse los sábalos. Si no, se los llevan a sus casas hasta que aparece un mayorista”, explica en la charla con LA GACETA.
Oviedo no anda con medias tintas ni se pone colorado a la hora de contar cómo trabajan los pescadores. “Ellos llevan entre tres y cinco trasmallos en cada embarcación. Son entre 60 y 100 metros de tejidos. Cada una de esas redes puede capturar hasta 100 sábalos. Los ejemplares de palometas y bagres terminan siendo alimento de los chanchos”, cuenta.
El deportista reconoce que durante mucho tiempo se preguntaba cómo hacían los lugareños para tener ciertos elementos con los que desarrollar la tarea. “Mis sospechas se acabaron el día en que uno de estos ‘changos’ se acercó para pedirme si lo podíamos llevar hasta la orilla. Como estaba con un niño, le dije que sí. Cuando llegamos le pregunté qué le había pasado y, sin ponerse colorado, me respondió: ‘se me cayó el motor, pero no importa, el que me compra seguro que me dará otro. Me quería morir, porque ese artículo sale más de $ 20.000. A mí se me cae una caña y me tiro al agua a buscarla”, bromea Oviedo.
El circuito
A los mercaderes de la muerte sí les importa facilitar la extracción de peces, pero no la vida de los tucumanos. Al producto robado de las aguas con total impunidad lo trasladan de un lado a otro sin conservar la cadena de frío. Llegan a sus casas para venderlos o instalan puestos en los principales accesos a Banda del Río Salí, Alderetes, en el Mercofrut, a lo largo de la avenida Roca, en Concepción, en Bella Vista, en Monteros y en Aguilares, entre otros lugares. “Los pescados se descongelan y muchas veces no los tiran, sino que los vuelven a congelar para intentar venderlos después”, cuenta Suárez.
Este triste fenómeno pareciera multiplicarse en la región. La modernización de Termas de Río Hondo contrasta con los puestos callejeros de venta de pescado. Como si fuera una imagen de hace más de 40 años, en la zona de los chorros del río Dulce, a escasos metros de la casilla de Flora y Fauna, se instalan vendedores de dorados -cuya pesca está prohibida por Ley- y sábalos. La diferencia está que antes los pescadores artesanales trasladaban la mercadería en carros o en canastos atados en el lomo de famélicos burros. Ahora lo hacen en lujosas camionetas cuatro por cuatro.
“Mientras en las provincias no haya una legislación sobre el tema, el panorama no cambiará y nuestro Frontal seguirá siendo tierra de nadie. Matarán todo. Resulta que los ‘amarillos’ están protegidos para los pescadores, pero no para los restaurantes que los siguen vendiendo como si nada”, asegura Carlos Álvarez, reconocido guía de pesca de esa ciudad.
Alarma
“La pesca comercial está totalmente prohibida en la provincia. Todo lo que se hace es ilegal”, se apura en aclarar Ana Palacios, de la Dirección de Flora y Fauna de la Provincia. “Hay un importante circuito ya establecido desde hace varios años. En el último operativo que desarrolló la Policía, se secuestraron 300 sábalos (tienen un valor de $ 18.000) y una camioneta. Parece que es muy lucrativo, ya que el dueño ni se presentó a pagar la multa (no superaría los $ 5.000) para que se le devuelva la camioneta”, explica la bióloga.
El comisario Marcelo Godoy, jefe de la Dirección General de Delitos Rurales y Ecológicos de la Policía, se muestra preocupado. “Lo más grave del caso es que hay personas que vienen de otras provincias a comprar el producto. Salteños, santiagueños, catamarqueños y cordobeses buscan a esta gente para llevarse el producto”, comenta. “No sólo están poniendo en jaque al medio ambiente, sino que además ponen en riesgo a toda la población porque no tienen el menor cuidado sanitario. Además, con las redes espantan a los pescadores. De alguna manera también están matando al turismo”, destaca.
Lucha desigual
La lucha es desigual por donde se lo mire. Recursos Renovables tiene sólo dos guardapescas para cuidar lo que ocurre en todos los ríos y los lagos de la provincia y, como si eso fuera poco, deben velar por la flora y la fauna a lo largo y ancho de la provincia. Palacios atendió a LA GACETA mientras se encontraba en Trancas rescatando una puma que había sido adoptada por una familia.
La Policía tampoco cuenta con los recursos para acabar con este delito: entre tres y cuatro efectivos de guardia por día. Pero lo más paradójico del caso es que sólo pueden hacer operativos terrestres, ya que no cuentan con una embarcación para tratar de detener la matanza. Realizan los operativos en los caminos, es decir, cuando el daño ya está hecho.
En medio de tanto desorden y descontrol ambiental y sanitario, en la Legislatura duermen varios proyectos de ley. “Aumentando los controles no se va a lograr nada. Presenté un proyecto, al igual que lo hicieron otras personas, pidiendo que se ordene y regule esta pesca artesanal. Estableciendo tiempos y cupos de pesca, crean do cooperativas y estableciendo centros de acopios para respetar normas sanitarias y ejercer controles más serios, será mucho más efectivo, ya que se eliminaron a estos señores que nos están limpiando los ríos sin piedad”, concluye Oviedo.