29 Junio 2015
FOTO TOMADA DE PINTEREST.COM
Las experiencias dolorosas que desarrollamos a lo largo de nuestra vida conforman nuestras heridas emocionales. Generalmente, nos cuesta afrontar problemas emocionales como separaciones, traiciones, humillaciones, abandonos o injusticias.
Lo cierto es que es probable que muchos de nosotros aún no hayamos cerrado esas heridas, que sigan doliéndonos y que intentemos enmascararlas con el maquillaje de la vida. Sin embargo, no nos percatamos de que sólo estamos parchándolas y que cuanto más esperemos, más se agravarán. Esto es mucho más complicado cuando, a pesar de que sabemos que algo no está bien en nuestro interior, todavía no nos hemos dado cuenta de que estamos heridos. Hay un tanto por ciento de ignorancia que, unido al miedo a revivir nuestro dolor, no nos permite ser nosotros mismos, obligándonos a interpretar un papel que tenemos poco o nada estudiado y que no nos corresponde.
Hay etapas que se deben experimentar para sanar nuestras heridas emocionales:
1. Aceptá la herida como parte tuya
No te tapés los ojos; la herida existe. Podés reconocerlo o no, pero te aseguro que hacerlo es lo único que te ayudará a seguir adelante. Según Lisa Bourbeaur, aceptar una herida significa mirarla, observarla detenidamente y saber que tener situaciones que resolver forma parte de la experiencia del ser humano.
Puede que pensés que vendarle los ojos al sufrimiento es lo mejor que podés hacer, pero lo cierto es que eso te hace negarte que no estás bien, lo que implica que la herida se complique con el paso del tiempo.
Debés aceptar y comprender que no somos mejores o peores porque algo nos haga daño. Haberte construido tu coraza es un acto heroico, un acto de amor propio que tiene mucho mérito pero que ya ha cumplido su función. Ya te protegió del ambiente que te originó la herida, por lo que es la hora de dejar ir y avanzar.
Aceptar nuestras heridas resulta muy beneficioso en cuanto asumimos el aprendizaje que necesitábamos. Si no lo hacés, generarás numerosos problemas a largo plazo, tales como depresión, ansiedad e inseguridades varias.
2. Aceptar que te hacés daño sucumbiendo al temor o al reproche
Si focalizamos nuestra atención en el dolor y en la búsqueda de un culpable o un responsable estaremos perdiendo energía, la cual es muy necesaria para sanar nuestra herida. Intentá perdonarte y perdonar a los demás, pues es la única manera de que consigás pasar página y abrir tu corazón.
Debés entender que la voluntad y la decisión de sobreponernos a nuestras heridas es el primer paso hacia la autocomprensión y el autocuidado. No sólo desarrollarás estas cualidades por y para vos, sino también hacia los demás, lo que redundará en un mayor bienestar emocional.
No podés pretender que los demás cumplan tus expectativas y te saquen del pozo cada vez que te hundís. No es justo cargar a alguien con esa responsabilidad, que sólo nos corresponde a nosotros mismos. De hecho, son este tipo de comportamientos los que llevan a anular gran parte de nuestras relaciones y de nuestra vida, lo que genera a su vez gran malestar emocional.
3. Date permiso para enojarte con las personas que alimentaron tu herida
Cuanto más nos dañen y más profundas sean nuestras heridas, más normal y humano resultará culpar y sentir enfado hacia quien nos perjudicó. Date permiso para enfadarte con ellos y perdonate. Si te forzás a no hacerlo, acabarás reprimiendo ese dolor y lo convertirás en odio y en resentimiento, dos sentimientos extremadamente perjudiciales para nuestra salud.
Vivir imponiéndonos trampas emocionales es castigarnos y abocarnos a una vida llena de dolor y de insatisfacción. Además, de nuevo, esto ocasionará que enmascarés tu verdadero yo interno y que no seás capaz de abrir tu corazón.
4. Tras la aceptación y el perdón viene la transformación
Absolutamente todas nuestras experiencias nos enseñan algo. Es probable que te cueste aceptarlo, pues nuestro ego es especialista en crear esa barrera de protección que oculta nuestros problemas.
Lo cierto es que nuestro ego suele complicarnos la vida; sin embargo, son nuestros pensamientos y nuestros comportamientos los que nos la simplifican. Todo cambio requiere de un gran esfuerzo, pero es necesario mirar de frente y afrontar que no estamos siendo nosotros mismos y que algo debe cambiar.
5. Observá el mundo con y sin herida
Date tiempo para observar cómo te has apegado a tu herida en todo este tiempo. Estaba ahí y, aún sin saber cómo, dirigía cada uno de tus movimientos. Deshacete de tus máscaras, no te juzgués, no te critiqués y poné todo de vos a la hora de intentar sanar tu herida en profundidad.
Es posible cambiar de máscara en un mismo día o llevarla durante meses o años. Lo ideal es que seás capaz de decirte a vos mismo: “me he colocado esta máscara y la razón fue esta. Es hora de quitármela”. Entonces sabrás que estás en el camino correcto y que, en el resto del viaje, tu guía será la inercia que te permita sentirte bien sin ocultarte.
6. Apoyate en tu círculo social
Es probable que pensés que podás con todo y que ya has salido de peores pozos. Sin embargo, no hay motivos por los que debas renunciar al consuelo de un corazón que te escuche pacientemente.
Es evidente que el apoyo que los demás nos brindan puede ser crucial a la hora de superar múltiples obstáculos. No renunciés a los abrazos y al mundo, que también forman parte de vos, y juntos pueden reconstruir un nuevo hogar en el que vivir sin sufrimiento.
Fuente: Mejorconsalud.com