Los vínculos que se fortalecen mientras se amasa el pan

Los vínculos que se fortalecen mientras se amasa el pan

El psicólogo Emilio Mustafá cuenta cuáles son algunas de las herramientas terapéuticas que se usan en Los Vázquez.

26 Junio 2015
¿Y si pintamos algo? Así -recuerda el psicólogo Emilio Mustafá- surgió la idea de pintar el mural que desde ayer es una seña de identidad del barrio Los Vázquez, y también una herramienta terapéutica para 21 jóvenes consumidores de drogas “duras” en proceso de rehabilitación. El mural relata la historia de un chico que viene de levantar objetos del basural, los vende y le entrega el dinero a un dealer a cambio de drogas; pero también está el arte y el oficio de amasar el pan para el merendero del barrio (amasando se canalizan las ansiedades, y se construye algo bueno con las propias manos); o el atávico y suburbano armado de la honda, que sólo requiere una horquilla y una goma; o un potrero. Son algunas de las actividades recreativas y sociales con las que opera el equipo que, en el ámbito de la Secretaría de Prevención de las Adicciones del Ministerio de Desarrollo Social, integran Mustafá con la también psicóloga Gabriela Morales y Martín Vizgarra.

¿Cómo se suma el juego a la tarea de recuperación de adicciones?, se le pregunta a Mustafá. “El juego es tanto un derecho como una necesidad; y es para todos. Sin embargo, hay sectores para los que está “autoprohibido”. Por citar un ejemplo, ni los chicos de Los Vázquez ni los de La Costanera tienen conciencia de lo que simboliza un payaso”, cuenta.

En esa dirección, señala que acciones como las murgas activan en los chicos un vínculo con el color y con los sonidos. Pero enfatiza que lo más importante es “construir espacios en los que se puedan desarrollar vínculos saludables”. “Por ejemplo, hacer hondas con los chicos nos dio muy buen resultado. Es una forma de juego que los remite a la infancia. Y el fútbol también es un buen espacio de juego, aunque apuntamos más que nada a sacar la idea de competencia: el juego como herramienta para fortalecer vínculos saludables”, señala.

Pero lo primero, enfatiza, es generar un espacio de escucha y diálogo. Producto de ese diálogo es el mural que se inauguró ayer, y en el que cuentan, en secuencias, su propia historia. “El mural es la historia de ellos, de ese sector del barrio donde la mayor parte de la gente subsiste juntando cosas; uno de los chicos decía: yo me sentía un tarado; me levantaba, juntaba cosas, y al final le termino comprando la moto a ‘La Rata’ (uno de los “dealers” del barrio, que está representado como una rata en el mural), y convirtiéndome en su esclavo”. Al mural lo pintaron con la ayuda de dos muralistas del grupo Avanzar, Iván y Fabricio, en una pared de un centro comunitario que quieren recuperar, para instalar allí, con el cura del barrio, una biblioteca. Dice Mustafá que, por lo menos hasta ayer, el “dealer” (que es vecino del mural) seguía vendiendo “paco”. Pero que, por lo menos, ya se lo veía incómodo.

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