21 Junio 2015
AYER Y HOY. Dos imágenes del frente del Asilo San Vicente el día de su inauguración en 1915 (a la izquierda) y en 2015 (a la derecha). LA GACETA / ARCHIVO
Una de las características notorias de la sociedad tucumana es, sin dudas, la caridad. Mudo testigo de gestos altruistas es el edificio de Moreno 261, un templo dedicado a la solidaridad, donde hoy funciona el Hogar de Ciegos y que dentro de unas semanas llegará a ser centenario.
La historia arranca en la última década del siglo XIX, cuando quedó fundado el Consejo Particular de las Conferencias de San Vicente de Paul, por iniciativa del primer obispo de nuestra diócesis, monseñor Pablo Padilla y Bárcena. Ya en 1904, gracias a las señoras “vicentinas”, nuestra ciudad empezó a contar con el Asilo Maternal, que luego se transformó en la Sala Cuna.
Se abocaron luego a la tarea de socorrer a madres desamparadas con sus hijos, pero necesitaban un local apropiado. La presidenta de la Conferencia San Miguel de los vicentinos, Aquilina Soldati de Álvarez, logró de Honoria Molina la donación del terreno de calle Moreno. En 1912, el senador nacional Alberto León de Soldati obtuvo del Congreso un subsidio de 25.000 pesos para comenzar las obras, que avanzaron con otros recursos: colectas y festivales de caridad, cuyo producto fue administrado por una comisión encabezada por Lauro Fagalde y Francisco Javier Álvarez. Por fin, en 1915, el edificio quedó terminado y se lo denominó Asilo “San Vicente”.
El local tiene numerosas habitaciones que cumplieron la misión de albergar a madres e hijos; una capilla sencilla, un comedor y una cocina grandes; dos galerías, baño y, al fondo, un lavadero y un amplio patio. Originalmente, el frente de la construcción estaba coronado con una inmensa imagen de San Vicente de Paul, que en algún momento fue retirada.
La fachada casi no tuvo variaciones. Es una construcción de estilo clásico, que en la parte superior termina en un frontón triangular sostenido por cuatro esbeltas columnas, dos de ellas incorporadas al muro. Son llamativos sus capiteles jónicos y se destacan por ser el único elemento decorativo en un frente simple y rústico. Todo esto le da al conjunto una rara belleza.
LA GACETA anticipó la ceremonia de inauguración que se llevó a cabo el 18 de julio de 1915. La banda de música ejecutó una sinfonía y poco después comenzaron a llegar los invitados; entre ellos, el gobernador Ernesto E. Padilla y parte de su gabinete; representantes de las comunidades religiosas de los dominicos, franciscanos y del Sagrado Corazón de María; las conferencias de San Vicente de Paul de La Merced, de la Catedral, del Buen Pastor, de San Francisco y de San Miguel, y numerosas personalidades de la sociedad tucumana de aquellos años.
La concurrencia visitó las dependencias y luego pasaron a la capilla, donde el obispo bendijo el nuevo establecimiento. Luego, el director de las Conferencias, fray Ángel M. Boisdrón, pronunció un elocuente discurso sobre hacer el bien a los “desheredados de este mundo”.
El distinguido edificio del Hogar de Ciegos San Vicente de Paul, que preside María Esther Robles de Paz, debiera ser mirado con el respeto y la admiración que merece, porque representa el constante esfuerzo de cientos de personas, desde hace casi un siglo, por ayudar a otros.
La historia arranca en la última década del siglo XIX, cuando quedó fundado el Consejo Particular de las Conferencias de San Vicente de Paul, por iniciativa del primer obispo de nuestra diócesis, monseñor Pablo Padilla y Bárcena. Ya en 1904, gracias a las señoras “vicentinas”, nuestra ciudad empezó a contar con el Asilo Maternal, que luego se transformó en la Sala Cuna.
Se abocaron luego a la tarea de socorrer a madres desamparadas con sus hijos, pero necesitaban un local apropiado. La presidenta de la Conferencia San Miguel de los vicentinos, Aquilina Soldati de Álvarez, logró de Honoria Molina la donación del terreno de calle Moreno. En 1912, el senador nacional Alberto León de Soldati obtuvo del Congreso un subsidio de 25.000 pesos para comenzar las obras, que avanzaron con otros recursos: colectas y festivales de caridad, cuyo producto fue administrado por una comisión encabezada por Lauro Fagalde y Francisco Javier Álvarez. Por fin, en 1915, el edificio quedó terminado y se lo denominó Asilo “San Vicente”.
El local tiene numerosas habitaciones que cumplieron la misión de albergar a madres e hijos; una capilla sencilla, un comedor y una cocina grandes; dos galerías, baño y, al fondo, un lavadero y un amplio patio. Originalmente, el frente de la construcción estaba coronado con una inmensa imagen de San Vicente de Paul, que en algún momento fue retirada.
La fachada casi no tuvo variaciones. Es una construcción de estilo clásico, que en la parte superior termina en un frontón triangular sostenido por cuatro esbeltas columnas, dos de ellas incorporadas al muro. Son llamativos sus capiteles jónicos y se destacan por ser el único elemento decorativo en un frente simple y rústico. Todo esto le da al conjunto una rara belleza.
LA GACETA anticipó la ceremonia de inauguración que se llevó a cabo el 18 de julio de 1915. La banda de música ejecutó una sinfonía y poco después comenzaron a llegar los invitados; entre ellos, el gobernador Ernesto E. Padilla y parte de su gabinete; representantes de las comunidades religiosas de los dominicos, franciscanos y del Sagrado Corazón de María; las conferencias de San Vicente de Paul de La Merced, de la Catedral, del Buen Pastor, de San Francisco y de San Miguel, y numerosas personalidades de la sociedad tucumana de aquellos años.
La concurrencia visitó las dependencias y luego pasaron a la capilla, donde el obispo bendijo el nuevo establecimiento. Luego, el director de las Conferencias, fray Ángel M. Boisdrón, pronunció un elocuente discurso sobre hacer el bien a los “desheredados de este mundo”.
El distinguido edificio del Hogar de Ciegos San Vicente de Paul, que preside María Esther Robles de Paz, debiera ser mirado con el respeto y la admiración que merece, porque representa el constante esfuerzo de cientos de personas, desde hace casi un siglo, por ayudar a otros.