Por LA GACETA
17 Junio 2015
Constituyen un paisaje cotidiano, propio de la madrugada tucumana, que no tiene que ver con el turismo precisamente, sino con el drama. Las colas parecen formar parte de la idiosincrasia tucumana. Basta echar una recorrida por algunos sectores de la ciudad para encontrar a estos sufridos comprovincianos soportando la nocturnidad y las inclemencias climáticas para obtener un turno para ser atendido en reparticiones públicas. La espera en los hospitales se vuelve infrahumana, tal cual lo refleja varios de los testimonios que pueden leerse en la cobertura periodística de nuestro diario.
Algunas personas guardan hasta 13 horas para obtener un turno con un especialista. Aunque no en todos los nosocomios la espera es la intemperie. En el Hospital Avellaneda, pueden hacerlo en una sala cerrada y con asientos, pero en el Centro de Salud deben aguardar en un pasillo al aire libre, en el Hospital de Niños en una escalinata que da a la calle y en el Hospital Padilla, en la vereda sobre la calle Alberdi.
Esta situación, por cierto, no es nueva. “Esperan a la intemperie para lograr un turno en el hospital Padilla”, se titulaba nuestra crónica del 25 de julio pasado. “La espera se hace interminable, más cuando el frío cala hasta los huesos y se sabe que faltan varias horas hasta que logren su cometido: sacar un turno para ser atendidos en el Hospital Padilla, de esta capital. Así lo describe Silvia Elena Bermúdez, que en diálogo con LA GACETA se quejó de que para sacar un turno para una consulta tuvo que esperar buena parte de la noche, sin poder ingresar al interior del hospital...”, señalaba la nota. En esa ocasión, el director del Padilla dijo que no era necesario pasar la noche aguardando por un turno. “Antes, el hospital cerraba a las 12. Ahora está abierto hasta las 18 y hasta esa hora se entregan turnos. No es necesario que la gente se desvele, porque puede venir incluso a la tarde. Lamentablemente, todavía hay gente, principalmente del campo, que prefiere venir de madrugada y agregó que aquellos que por alguna razón fueran muy temprano podían aguardar en sala de espera de la guardia, que estaba calefaccionada.
El secretario Ejecutivo Médico del Ministerio de Salud dijo que están trabajando en este problema social y agregó que los turnos se generan en los CAPS en el marco del programa de referencia y contrarreferencia. Señaló que otra alternativa es la asignación de turnos por teléfono, aunque hubo inconvenientes con las pruebas piloto. “Uno de los desafíos es que el paciente llegue a la consulta o que llegue al hospital de la mano de la red de servicios, sin la espera con la cola de madrugada”, afirmó.
Pese a que ha transcurrido una década, el desafío parece seguir ser el mismo porque no se ha logrado erradicar esta “cuestión cultural”. Si no se sabe qué hacer, se puede pedir el asesoramiento a otras provincias que cuenten con un sistema eficiente y que hayan logrado evitarle a los ciudadanos esta tortura. El Gobierno debería preguntarse en qué está fallando o qué es lo que no hace si no puede resolver este problema crónico.
Las largas e indignas esperas en la vía pública son propias de los países subdesarrollados, cuyos gobernantes sienten un desprecio por sus representados. No puede haber una salud digna a partir del Estado, si el ciudadano es tratado de manera infrahumana.
Algunas personas guardan hasta 13 horas para obtener un turno con un especialista. Aunque no en todos los nosocomios la espera es la intemperie. En el Hospital Avellaneda, pueden hacerlo en una sala cerrada y con asientos, pero en el Centro de Salud deben aguardar en un pasillo al aire libre, en el Hospital de Niños en una escalinata que da a la calle y en el Hospital Padilla, en la vereda sobre la calle Alberdi.
Esta situación, por cierto, no es nueva. “Esperan a la intemperie para lograr un turno en el hospital Padilla”, se titulaba nuestra crónica del 25 de julio pasado. “La espera se hace interminable, más cuando el frío cala hasta los huesos y se sabe que faltan varias horas hasta que logren su cometido: sacar un turno para ser atendidos en el Hospital Padilla, de esta capital. Así lo describe Silvia Elena Bermúdez, que en diálogo con LA GACETA se quejó de que para sacar un turno para una consulta tuvo que esperar buena parte de la noche, sin poder ingresar al interior del hospital...”, señalaba la nota. En esa ocasión, el director del Padilla dijo que no era necesario pasar la noche aguardando por un turno. “Antes, el hospital cerraba a las 12. Ahora está abierto hasta las 18 y hasta esa hora se entregan turnos. No es necesario que la gente se desvele, porque puede venir incluso a la tarde. Lamentablemente, todavía hay gente, principalmente del campo, que prefiere venir de madrugada y agregó que aquellos que por alguna razón fueran muy temprano podían aguardar en sala de espera de la guardia, que estaba calefaccionada.
El secretario Ejecutivo Médico del Ministerio de Salud dijo que están trabajando en este problema social y agregó que los turnos se generan en los CAPS en el marco del programa de referencia y contrarreferencia. Señaló que otra alternativa es la asignación de turnos por teléfono, aunque hubo inconvenientes con las pruebas piloto. “Uno de los desafíos es que el paciente llegue a la consulta o que llegue al hospital de la mano de la red de servicios, sin la espera con la cola de madrugada”, afirmó.
Pese a que ha transcurrido una década, el desafío parece seguir ser el mismo porque no se ha logrado erradicar esta “cuestión cultural”. Si no se sabe qué hacer, se puede pedir el asesoramiento a otras provincias que cuenten con un sistema eficiente y que hayan logrado evitarle a los ciudadanos esta tortura. El Gobierno debería preguntarse en qué está fallando o qué es lo que no hace si no puede resolver este problema crónico.
Las largas e indignas esperas en la vía pública son propias de los países subdesarrollados, cuyos gobernantes sienten un desprecio por sus representados. No puede haber una salud digna a partir del Estado, si el ciudadano es tratado de manera infrahumana.
Lo más popular