Frida Kahlo, la madre de las selfies

La fama que alcanzó en vida esta artista mexicana no se compara con el estatus de culto que posee su figura en la actualidad. Guy Trebai / The New York Times

VIGENTE. Una de las fotografías de Kahlo que integra “Espejito, espejito”. Throckmorton Fine Arts VIGENTE. Una de las fotografías de Kahlo que integra “Espejito, espejito”. Throckmorton Fine Arts
05 Junio 2015
Era un genio antes de que se convirtiera en un imán de heladera, una manipuladora maestra de la sociedad y de los medios de comunicación casi un siglo antes de que las redes sociales existieran. Nacida en 1907, muerta a los 47 años, Frida Kahlo logró celebridad incluso en su breve tiempo de vida, una fama que se extendía mucho más allá de las fronteras de México. Pero el reconocimiento del que gozaba en aquel entonces no se podía comparar con el estatus de culto que ostenta actualmente su figura y que hizo de ella la madre de las selfies: su imagen indeleble es reconocible en todas partes.

A pesar de las muchas biografías, documentales y autorretratos, queda mucho que aprender sobre esta artista a menudo incomprendida, una pragmática sexual que tuvo aventuras con hombres y mujeres, una proto-feminista que invirtió en su arte una autobiografía llena de lucha y de dolor. También era una ferviente comunista que a veces dejaba confusa la fecha de su nacimiento para alinearse con el inicio de la revolución mexicana, y una seductora irresistible, magnética, especialmente cada vez que una cámara estaba cerca.

En una bienvenida aunque inesperada convergencia, una serie de nuevos libros y exposiciones sobre Kahlo han aparecido de repente. Agregan perspicacia y profundidad a la comprensión de una mujer que parece una de las figuras artísticas más sobreexpuestas de todos los tiempos.

Si bien es claro que artistas como Tracey Emin han caído bajo la influencia de sus audaces revelaciones y que diseñadores como Riccardo Tisci, de Givenchy, y Jean Paul Gaultier se han inspirado en su estilo, Kahlo sigue siendo en cierto modo un enigma. En “Espejito, Espejito’’, que se inauguró en mayo en el Throckmorton Fine Art de Manhattan, es revelada como una maga de su imagen, tan astuta como su descendiente espiritual, Madonna.

“Frida no perdió la oportunidad de ser fotografiada por cualquiera y por todos’’, dijo Norberto Rivera, el director de fotografía en la galería. “Creó esta imagen para ocultar el dolor’’, agregó, refiriéndose a las secuelas de por vida que le dejó un accidente de tranvía a los 18 años.

En menos de dos décadas, ayudados por una biografía bien considerada y una novelesca película biográfica, Kahlo ha sufrido una transformación: de una figura de culto obligado pasó a ser el símbolo universalmente reconocido de triunfo artístico y de lucha feminista. De alguna manera, ella también se convirtió en la pieza central de una bonanza de mercadeo kitsch. La “Fridamanía’’, que la elevó a dimensiones cercanas a lo mítico, también la transformó en la imagen estampada en zapatillas, remeras, bolsas, posavasos, cosméticos, e incluso botellas de tequila y cerveza.

Sin desgaste

“Recuerdo haber comprado unas zapatillas Converse modelo Frida Kahlo para un regalo”, relató Robert Burke, consultor de lujo. “Solo se puede utilizar una imagen una cierta cantidad de veces antes de que comience a fatigarse y a degradarse”, agregó. Sin embargo, contra lo que Burke afirma, Frida Kahlo parece cualquier cosa menos agotada.

“La Fridamanía no muestra signos de estar cediendo’’, dijo Graham Beal, el director del Instituto de Artes de Detroit, y curador de “Diego Rivera y Frida Kahlo en Detroit’’, que examina astutamente la estancia de la pareja en la ciudad de los autos; allí Rivera había sido contratado para pintar el mural “’Industria de Detroit”. En el Museo NSU de Arte de Florida, la muestra “Kahlo, Rivera y Arte Moderno de México’’ analiza la relación entre estos artistas.

El recientemente publicado “Frida Kahlo. Las fotografías de Gisèle Freund” ofrece las imágenes más íntimas de su vida y del proceso de su trabajo. Sus 100 raras fotografías documentan una amistad que el fotógrafo Magnum llevó con la pareja en los últimos años antes de la muerte de la artista.

Como complemento está “Frida Kahlo: arte, jardín, vida”, cuya inauguración fue el 16 de mayo en el Jardín Botánico de Nueva York. Para esta sorprendente exposición, el escenógrafo ganador del premio Tony, Scott Pask, viajó a la ciudad de México, se sumergió en el mundo de Kahlo y Rivera y recreó en el Bronx imágenes de la Casa Azul, la singular vivienda construida por el padre de Kahlo en lo que entonces eran las afueras del DF. “Hay una gran cantidad de personas que tienen imanes de Frida en la heladera y que nunca han visto una pintura suya’’, aseguró Pask. “Cuando ves la casa y el hermoso espacio del jardín entiendes que el arte, el amor y la vida están tan entrelazados”.

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