21 Abril 2015
Pasado el mediodía, Guillermo Acosta salió a la calle a buscar su almuerzo. El reloj le jugaba en contra así que no se complicó: fue a un supermercado y puso en el carrito: ravioles, un paquete de salsa y otro de queso rallado. En el departamento lo esperaban su pareja, Luciana Guzmán (la que iba a conjugar los ingredientes de la lista) y su hijo Thiago.
“Yo la miro mucho cuando ella cocina porque me gusta aprender. Además, hay que saber hacer las cosas para cuando esté solo”, dice sobre sus capacidades culinarias.
La mentalidad precavida del “Bebé” bien podría aplicarse a su racha goleadora en Atlético. Desde que llegó al club en 2013 no tuvo problema alguno para marcar: tiene nueve goles en el club con el que le hizo el domingo a Independiente Rivadavia.
“Siento que la pelota está de mi lado. Estoy ahí y me quedan para definir”, resume uno de los goleadores “decanos” en el torneo junto a Cristian Menéndez, con cuatro.
¿Pero qué pasará cuando no festeje con tanta facilidad y frecuencia como ahora lo hace? La pregunta queda respondida con postura en la cocina: “Hay que saber cocinar porque sino nos morimos de hambre”.
Pero si bien son sus goles los que aportan su cuota alimentaria a la casa, son sus celebraciones los que lo desvelan. “Paso mucho tiempo pensando qué festejo puedo hacer”, confiesa. En sus primeros goles con la camiseta “decana”, Acosta apeló a lo que a su hijo le parecía divertido: el Sapo Pepe.
El domingo, en el Monumental, escogió algo más violento pero mantuvo su musa inspiradora: la ametralladora. “Es por un videojuego que jugamos con él”, revela.
Curiosamente coincidió con el que el excéntrico delantero de Boca, Daniel Osvaldo viene haciendo, pero el “Bebé” se despega. “Hace rato que lo quería hacer y da la casualidad que él apareció y lo hizo”, explica.
De todas maneras, Acosta, nacido y criado en el barrio de El Palomar, en La Banda del Río Salí, juega a compararse con el jugador sensación del torneo de primera. “No me veo con su look. Los anteojos si me los podría poner pero no el look entero”, admite.
¡Por fin en casa!
Con el arma que emuló frente a la tribuna de calle Bolivia, el atacante “decano” mató a la “lepra” y a una pequeña maldición: los tres goles que tenía (Ferro, Guillermo Brown y Guaraní), los había convertido fuera del Monumental. “Cuando pegué la primera pelota al palo pensé: ‘¡no! Ya no marco. Otra vez sin hacer un gol de local’. Pero por suerte después me desquité. Estaba ansioso”.
Para la próxima conquista promete otro festejo y bien sabe que no debe esperar mucho. El “Bebé” tiene hambre y el gol es su alimento preferido.
“Yo la miro mucho cuando ella cocina porque me gusta aprender. Además, hay que saber hacer las cosas para cuando esté solo”, dice sobre sus capacidades culinarias.
La mentalidad precavida del “Bebé” bien podría aplicarse a su racha goleadora en Atlético. Desde que llegó al club en 2013 no tuvo problema alguno para marcar: tiene nueve goles en el club con el que le hizo el domingo a Independiente Rivadavia.
“Siento que la pelota está de mi lado. Estoy ahí y me quedan para definir”, resume uno de los goleadores “decanos” en el torneo junto a Cristian Menéndez, con cuatro.
¿Pero qué pasará cuando no festeje con tanta facilidad y frecuencia como ahora lo hace? La pregunta queda respondida con postura en la cocina: “Hay que saber cocinar porque sino nos morimos de hambre”.
Pero si bien son sus goles los que aportan su cuota alimentaria a la casa, son sus celebraciones los que lo desvelan. “Paso mucho tiempo pensando qué festejo puedo hacer”, confiesa. En sus primeros goles con la camiseta “decana”, Acosta apeló a lo que a su hijo le parecía divertido: el Sapo Pepe.
El domingo, en el Monumental, escogió algo más violento pero mantuvo su musa inspiradora: la ametralladora. “Es por un videojuego que jugamos con él”, revela.
Curiosamente coincidió con el que el excéntrico delantero de Boca, Daniel Osvaldo viene haciendo, pero el “Bebé” se despega. “Hace rato que lo quería hacer y da la casualidad que él apareció y lo hizo”, explica.
De todas maneras, Acosta, nacido y criado en el barrio de El Palomar, en La Banda del Río Salí, juega a compararse con el jugador sensación del torneo de primera. “No me veo con su look. Los anteojos si me los podría poner pero no el look entero”, admite.
¡Por fin en casa!
Con el arma que emuló frente a la tribuna de calle Bolivia, el atacante “decano” mató a la “lepra” y a una pequeña maldición: los tres goles que tenía (Ferro, Guillermo Brown y Guaraní), los había convertido fuera del Monumental. “Cuando pegué la primera pelota al palo pensé: ‘¡no! Ya no marco. Otra vez sin hacer un gol de local’. Pero por suerte después me desquité. Estaba ansioso”.
Para la próxima conquista promete otro festejo y bien sabe que no debe esperar mucho. El “Bebé” tiene hambre y el gol es su alimento preferido.
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